Escuchando al personal.
Hay que hacer constar que las dos partes (Ayuntamiento y Donante), poco antes de su desaparición, habían acordado acelerar definitivamente la instalación del molino (asunto del que personalmente creo que la Corporación se había olvidado totalmente), y ubicarlo sin más dilación en el parquecito infantil que está a la salida del pueblo, cerca de la hermosa carnicería “Patricio Pérez” y curiosamente mu cerca de donde tantos años prestó sus servicios de molienda: ahorrando así, a las arcas municipales, el coste de un proyecto exigido por la Junta que rondaba los 5000 euros y que era necesario para su exposición en una de las nuevas glorietas de la carretera. Por ello, el donante del molino no se alarmó cuando detectó en una de sus habituales caminatas su desaparición de la finca, por entender que ya lo habrían acercado al pueblo, amoh, que la operación estaría en marcha: pero se quedó de piedra cuando, a bocajarro, un descendiente del depositario, al ser preguntado por ello, le espetó que “el molino ese lo he vendío yo”.
Entre el disgusto del cedente y el aprieto en que se ve el Alcalde, se ponen rápidamente en marcha dos vías de solución para mitigar el despropósito: el plan “A”, consistente en la compra de un molino semejante al desaparecido cuyo coste debería ser atendido por el osado vendedor; y el “B”, intentar compensar al donante con una cantidad de dinero y liberar así al ayuntamiento de responsabilidades y de acaloramientos. Las dos soluciones eran malas, pero es que no había otras, el daño estaba hecho y era irreversible: como cuando se vierte la leche hirviendo del cazo, es imposible rescatarla. Asina que, fallidas todas las tentativas tendentes a la compra de un molino usado y antiguo, se pone en marcha el plan “B”.
(Bueno, había un plan “C”: una querella contra el vendedor si no se llegaba a un acuerdo, según escribió aquí en el Foro el Sr. Alcalde de manera mu firme, aunque yo creo que fue descartada de plano por la incertidumbre en la responsabilidad solidaria que pudiera devenirle al propio Ayuntamiento, es un suponer, eh, visto que este ha “echao el resto” para solucionar el asunto por la vía dineraria: ¡Ay, don Dinero!).
La solución con que pretendió el propietario de la finca y depositario del bien municipal dar carpetazo al asunto, fue ofrecer al cedente, como toda compensación, el mismo dinero que pagó el chatarrero por la compra del molino: la verdad, la oferta era un tanto cicatera, tacaña y produce un poquito de sonrojo por vergüenza ajena. Menos torpe, más elegante y eficiente, hubiera sido acercarse a la chatarrería inmediatamente después de la venta (no sé si se hubiera llegado a tiempo) y haber tratado de recomprar el molino al precio que fuera. “Pero claro, como aquí nunca pasa nada de nada……, como aquí nadie dice na de na….., pues si no es porque lo plantea el antiguo dueño del molino, si no hubiera vivido pa verlo (que Dios le conceda larga vida, joé), ¿alguien hubiese actuado? No lo sabemos, semos asín”, se despacha un jabeño conversando.
Y para terminar por hoy, me pregunto si antes de la venta -en el caso de que los depositarios estuvieran jartos de que la maquinaria estorbara en su finca- hubo alguna petición formal al Ayuntamiento para que se retirara el material.
Mu buenas noches a to el jabeñerío,
Hay que hacer constar que las dos partes (Ayuntamiento y Donante), poco antes de su desaparición, habían acordado acelerar definitivamente la instalación del molino (asunto del que personalmente creo que la Corporación se había olvidado totalmente), y ubicarlo sin más dilación en el parquecito infantil que está a la salida del pueblo, cerca de la hermosa carnicería “Patricio Pérez” y curiosamente mu cerca de donde tantos años prestó sus servicios de molienda: ahorrando así, a las arcas municipales, el coste de un proyecto exigido por la Junta que rondaba los 5000 euros y que era necesario para su exposición en una de las nuevas glorietas de la carretera. Por ello, el donante del molino no se alarmó cuando detectó en una de sus habituales caminatas su desaparición de la finca, por entender que ya lo habrían acercado al pueblo, amoh, que la operación estaría en marcha: pero se quedó de piedra cuando, a bocajarro, un descendiente del depositario, al ser preguntado por ello, le espetó que “el molino ese lo he vendío yo”.
Entre el disgusto del cedente y el aprieto en que se ve el Alcalde, se ponen rápidamente en marcha dos vías de solución para mitigar el despropósito: el plan “A”, consistente en la compra de un molino semejante al desaparecido cuyo coste debería ser atendido por el osado vendedor; y el “B”, intentar compensar al donante con una cantidad de dinero y liberar así al ayuntamiento de responsabilidades y de acaloramientos. Las dos soluciones eran malas, pero es que no había otras, el daño estaba hecho y era irreversible: como cuando se vierte la leche hirviendo del cazo, es imposible rescatarla. Asina que, fallidas todas las tentativas tendentes a la compra de un molino usado y antiguo, se pone en marcha el plan “B”.
(Bueno, había un plan “C”: una querella contra el vendedor si no se llegaba a un acuerdo, según escribió aquí en el Foro el Sr. Alcalde de manera mu firme, aunque yo creo que fue descartada de plano por la incertidumbre en la responsabilidad solidaria que pudiera devenirle al propio Ayuntamiento, es un suponer, eh, visto que este ha “echao el resto” para solucionar el asunto por la vía dineraria: ¡Ay, don Dinero!).
La solución con que pretendió el propietario de la finca y depositario del bien municipal dar carpetazo al asunto, fue ofrecer al cedente, como toda compensación, el mismo dinero que pagó el chatarrero por la compra del molino: la verdad, la oferta era un tanto cicatera, tacaña y produce un poquito de sonrojo por vergüenza ajena. Menos torpe, más elegante y eficiente, hubiera sido acercarse a la chatarrería inmediatamente después de la venta (no sé si se hubiera llegado a tiempo) y haber tratado de recomprar el molino al precio que fuera. “Pero claro, como aquí nunca pasa nada de nada……, como aquí nadie dice na de na….., pues si no es porque lo plantea el antiguo dueño del molino, si no hubiera vivido pa verlo (que Dios le conceda larga vida, joé), ¿alguien hubiese actuado? No lo sabemos, semos asín”, se despacha un jabeño conversando.
Y para terminar por hoy, me pregunto si antes de la venta -en el caso de que los depositarios estuvieran jartos de que la maquinaria estorbara en su finca- hubo alguna petición formal al Ayuntamiento para que se retirara el material.
Mu buenas noches a to el jabeñerío,