Buenas tardes,
Volviendo otra vez a las tradiciones de las que hace poco hablamos: de la siega, de los antiguos instrumentos de labranza que tanto se han usado tanto en nuestra villa como en otros muchos pueblos, de lo sacrificado que eran antes muchos trabajos, que ahora se realizan apenas sin esfuerzo, o al menos comparado con antes, la perdida de las tradiciones que poco a poco se van evaporando como quien pone un buen puchero a cocer. Ya que como dijo el amigo Leganés, la etnografía, es una rama que no se está desarrollando todo lo que debiera, y en ese sentido, quizás todos tenemos algo de culpa, por hacer que tradiciones de años y años se vayan perdiendo poco a poco, y que aunque la tecnología si bien es cierto que está trayendo mucho avance a nuestras vidas y posibilita el desarrollo de muchos campos, y por supuesto no pienso que se deba renunciar a ella, ya que todo avance, siendo bueno, se ha de adoptar.
No obstante, como todo en esta vida tiene su parte mala, la tecnología y la modernidad no va a ser menos, ya que nos hace dispersarnos un poco de la esencia de la vida, hace que renunciemos a pequeños placeres que hasta su aparición disfrutábamos y que poco a poco se convierta en el centro de nuestra vida, sin apenas darnos cuenta, ya no podemos apenas pasar sin ella. Y en ese sentido, se debería encontrar el equilibrio entre lo antiguo y lo moderno, sin renunciar a ninguno, ambos pueden convivir en perfecta armonía como las civilizaciones.
Tradiciones tan arraigadas en nuestro pueblo, como las matanzas, de las que antes casi todas las familias dependían, se están reduciendo, ya que es más fácil ir a comprar embutidos y carne cuando se necesita, en esta vida tan ajetreada que llevamos el tiempo es oro, y como tan preciado metal, hay que aprovecharlo al máximo.
También están produciendo un efecto casi devastador en las relaciones sociales, aspecto de los más importantes de la vida, ya que qué es el hombre sino un ser social, pero las redes sociales y demás están transformando nuestra manera de relacionarnos, se pierde la esencia de la amistad, de las relaciones entre familia, cada vez más distanciados, bien por trabajo o por otros motivos, hecho que contrasta con las familias de antaño, donde todo era para todos, donde a los abuelos, aún sin paga como ahora, se les cuidaba hasta sus últimos momentos, familias muy numerosas, relaciones vecinales, que en muchos casos eran más que familia, se compartía todo lo que se tenía, y poco a poco toda va desapareciendo, sin que hagamos nada para remediarlo, o al menos no lo suficiente.
En nuestra querida villa, ya con la muerte de los más mayores, tradiciones como salir a tomar el fresco a la calle por la noche ahora que viene el verano, a charlar con los vecinos, con las sillas de vallunco, las mecedoras.. son ya pocos quiénes las continúan. Sus historias de tiempos anteriores, buenas y no tan buenas, historias de posguerra, de hambre, de miserias, pero que muchos recuerdan con gran alegría ya que aunque el sustento no abundaba, sí que había felicidad con lo poco que se tenía, y ahora por mucho que tengamos, siempre queremos más. 7
Las calles adoquinadas se sustituyen por hormigón más cómodo para los nuevos carros, esta vez sin mulas, las fachás ya no se encalan, perdiendo su color blanco que durante años y años las han engalanado, por otros más modernos, se pierden los objetos de calidad, en detrimento de otros más económicos pero no tan artesanales, que ya solo perduran en nuestros doblaos.
En este sentido me considero como un pequeño guardián de la memoria que intenta atesorar todo lo posible sobre aquellos tiempos, sin pretender vivir en un pasado, que para muchos fue mejor que los tiempos actuales, sin querer oler a naftalina.
Quién no recuerda todas estas historietas, que contaban y cuentan nuestros mayores, y que es una pena que se vayan perdiendo, así como se va transformando la imagen de nuestro querido pueblo, perdiendo en parte su esencia, el blanco homogéneo se va cambiando a una amplia paleta de colores, las casas ya tienen más pisos que los doblaos de antes. En este tiempo, mucha historia se ha perdido, como la casa de la Calle Plazuela, de Doña Leocadia, que muchos recordareis, y que por falta de mantenimiento tuvo un fin no demasiado bueno, perdiéndose con ella historia, también la capilla de la Calle Jesús, hoy local particular.
La modernidad a entrado de lleno, y se hará con todo, a menos que sepamos pararle un poco los pies, ya que ¿quién dice que lo antiguo y lo moderno no tengan un hueco juntos?
Se admiten más historias, ya que es la mejor manera de mantener aquellos tiempos, antepasados incluidos, vivos.
Volviendo otra vez a las tradiciones de las que hace poco hablamos: de la siega, de los antiguos instrumentos de labranza que tanto se han usado tanto en nuestra villa como en otros muchos pueblos, de lo sacrificado que eran antes muchos trabajos, que ahora se realizan apenas sin esfuerzo, o al menos comparado con antes, la perdida de las tradiciones que poco a poco se van evaporando como quien pone un buen puchero a cocer. Ya que como dijo el amigo Leganés, la etnografía, es una rama que no se está desarrollando todo lo que debiera, y en ese sentido, quizás todos tenemos algo de culpa, por hacer que tradiciones de años y años se vayan perdiendo poco a poco, y que aunque la tecnología si bien es cierto que está trayendo mucho avance a nuestras vidas y posibilita el desarrollo de muchos campos, y por supuesto no pienso que se deba renunciar a ella, ya que todo avance, siendo bueno, se ha de adoptar.
No obstante, como todo en esta vida tiene su parte mala, la tecnología y la modernidad no va a ser menos, ya que nos hace dispersarnos un poco de la esencia de la vida, hace que renunciemos a pequeños placeres que hasta su aparición disfrutábamos y que poco a poco se convierta en el centro de nuestra vida, sin apenas darnos cuenta, ya no podemos apenas pasar sin ella. Y en ese sentido, se debería encontrar el equilibrio entre lo antiguo y lo moderno, sin renunciar a ninguno, ambos pueden convivir en perfecta armonía como las civilizaciones.
Tradiciones tan arraigadas en nuestro pueblo, como las matanzas, de las que antes casi todas las familias dependían, se están reduciendo, ya que es más fácil ir a comprar embutidos y carne cuando se necesita, en esta vida tan ajetreada que llevamos el tiempo es oro, y como tan preciado metal, hay que aprovecharlo al máximo.
También están produciendo un efecto casi devastador en las relaciones sociales, aspecto de los más importantes de la vida, ya que qué es el hombre sino un ser social, pero las redes sociales y demás están transformando nuestra manera de relacionarnos, se pierde la esencia de la amistad, de las relaciones entre familia, cada vez más distanciados, bien por trabajo o por otros motivos, hecho que contrasta con las familias de antaño, donde todo era para todos, donde a los abuelos, aún sin paga como ahora, se les cuidaba hasta sus últimos momentos, familias muy numerosas, relaciones vecinales, que en muchos casos eran más que familia, se compartía todo lo que se tenía, y poco a poco toda va desapareciendo, sin que hagamos nada para remediarlo, o al menos no lo suficiente.
En nuestra querida villa, ya con la muerte de los más mayores, tradiciones como salir a tomar el fresco a la calle por la noche ahora que viene el verano, a charlar con los vecinos, con las sillas de vallunco, las mecedoras.. son ya pocos quiénes las continúan. Sus historias de tiempos anteriores, buenas y no tan buenas, historias de posguerra, de hambre, de miserias, pero que muchos recuerdan con gran alegría ya que aunque el sustento no abundaba, sí que había felicidad con lo poco que se tenía, y ahora por mucho que tengamos, siempre queremos más. 7
Las calles adoquinadas se sustituyen por hormigón más cómodo para los nuevos carros, esta vez sin mulas, las fachás ya no se encalan, perdiendo su color blanco que durante años y años las han engalanado, por otros más modernos, se pierden los objetos de calidad, en detrimento de otros más económicos pero no tan artesanales, que ya solo perduran en nuestros doblaos.
En este sentido me considero como un pequeño guardián de la memoria que intenta atesorar todo lo posible sobre aquellos tiempos, sin pretender vivir en un pasado, que para muchos fue mejor que los tiempos actuales, sin querer oler a naftalina.
Quién no recuerda todas estas historietas, que contaban y cuentan nuestros mayores, y que es una pena que se vayan perdiendo, así como se va transformando la imagen de nuestro querido pueblo, perdiendo en parte su esencia, el blanco homogéneo se va cambiando a una amplia paleta de colores, las casas ya tienen más pisos que los doblaos de antes. En este tiempo, mucha historia se ha perdido, como la casa de la Calle Plazuela, de Doña Leocadia, que muchos recordareis, y que por falta de mantenimiento tuvo un fin no demasiado bueno, perdiéndose con ella historia, también la capilla de la Calle Jesús, hoy local particular.
La modernidad a entrado de lleno, y se hará con todo, a menos que sepamos pararle un poco los pies, ya que ¿quién dice que lo antiguo y lo moderno no tengan un hueco juntos?
Se admiten más historias, ya que es la mejor manera de mantener aquellos tiempos, antepasados incluidos, vivos.