SE ACABÓ EL PASTEL
Se acabo el pastel, ya sólo quedan las migajas que con las yemas aceitosas de los dedos se llevarán a la boca los recalcitrantes partidos independentistas en unos de esos picnics callejeros a los que son tan aficionados. Por soñar, en Cataluña se ha llegado a especular con la posibilidad de que el insigne Cervantes era catalán. Pero hombre, no tenéis bastante ya con la inapelable certeza de que genios como Dalí, Gaudí y Miró, por poner unos ejemplos, fueran nativos de esas hermosas tierras bañadas por el deslumbrante esplendor y la serena dulzura del Mediterráneo. Al funeral de la consulta han asistido muy pocos, de hecho, ha resultado patético comprobar la soledad del mediocre reverendo Mas declamando un esperpéntico responso para enterrar los últimos restos de un tsunami que al único que se va a llevar por delante es a él, sobre todo si comparamos la foto con la imagen festiva y la entusiasta compañía de que gozó hace un año en el momento de escupir su vomitivo órdago.
Ya sólo queda la imaginación, la chispeante ocurrencia, y de eso Artur Mas tampoco anda muy sobrado. Después de que la burbuja de jabón estallara tras chocar con su nariz de Pinocho, deberíamos observar bien el paisaje después de la batalla, las heridas y la desolación que la necedad e irresponsabilidad de unos fantoches han dejado sobre la piel y el ánimo de una sociedad tan dispuesta a dejarse manipular que ahora no encuentra el bálsamo adecuado para hacer menos dolorosa su amargura y orfandad, esa devastadora sensación de haber sido engañados cuando hasta la más raquítica inteligencia era capaz de concluir que todo aquel que se enfrenta al Estado acaba pagando un precio muy alto por su osadía. El mentón mussoliniano de Mas ya no luce tan altivo, se ha tornado más flácido y pálido, a este bufón que ni siquiera llevaba en su programa la independencia y que en un estado febril, de miedo y debilidad política, quedó abducido por los disparates de ERC y metió a su pueblo en un laberinto de difícil escapatoria, no le queda otra solución que la autoinmolación, a mil kilómetros puedo oler su cadáver en un proceso de descomposición irreversible.
Pero a Mas le importan poco las personas y los interés de su pueblo, la prueba más palmaria de ello es su dejación de funciones en los asuntos que verdaderamente interesan a los ciudadanos de su comunidad (el paro, la sanidad, la Legionella, el bienestar social) pues desde hace año y medio sólo gasta sus energías en el potaje o soufflé independentista. Pero no hay mal que por bien no venga, ahora los mártires independentistas gozarán de dos Diadas para celebrar, el 11-S y el 9-N. Todos sabemos que este libertador de pluma Montblanc, corbata Hermes, perfume Cerruti y Audi con chofer, dio un giro de 180 grados cuando acorralado por su política de recortes e impuestos brutales tuvo que entrar en helicóptero al ver que en actitud agresiva le estaban esperando en la puerta de la ciudadela los mismos que hoy invaden las calles. Fue en ese mismo momento y para camuflar su ineptitud, mediocridad y la deuda brutal de 26 mil millones de euros que por las malas gestiones arrastra su comunidad, cuando lanzó alegremente aquel hediondo espantajo de “España nos roba”. Muchos catalanes lo ignoran, pero como un fantasma, un separatista no es nada si le quitas la sábana.
Es curioso que una parte importante de la sociedad catalana quiera liberarse del yugo del Estado español para encadenarse al yugo del Estado catalán ¿qué quieren obtener a cambio? ¿Quieren dejar que sus políticos laven sus trapos sucios y enjuaguen sus corruptelas en la más absoluta impunidad y sin que nadie les pida explicaciones? ¿Serán capaces de vender su libertad a cambio de la independencia? El pueblo catalán siempre ha tenido una asombrosa tendencia a asumir las mentiras para no enfrentarse con una verdad que pudiera herir sus anhelos, esos sueños imperialistas que etiquetan a ciudadanos de primera y de segunda y donde el visionario terror orwelliano impone un jefe, un pensamiento y una identidad. Tantos años de lavado de cerebro educacional para comprobar que la quimera de algunos alucinados no pueden convertirse en rutina, tantos años para hacer bueno el cruel aserto staliniano de que el Estado siempre estará por encima de la libertad ¿y para esto se izaron las velas?
Se acabo el pastel, ya sólo quedan las migajas que con las yemas aceitosas de los dedos se llevarán a la boca los recalcitrantes partidos independentistas en unos de esos picnics callejeros a los que son tan aficionados. Por soñar, en Cataluña se ha llegado a especular con la posibilidad de que el insigne Cervantes era catalán. Pero hombre, no tenéis bastante ya con la inapelable certeza de que genios como Dalí, Gaudí y Miró, por poner unos ejemplos, fueran nativos de esas hermosas tierras bañadas por el deslumbrante esplendor y la serena dulzura del Mediterráneo. Al funeral de la consulta han asistido muy pocos, de hecho, ha resultado patético comprobar la soledad del mediocre reverendo Mas declamando un esperpéntico responso para enterrar los últimos restos de un tsunami que al único que se va a llevar por delante es a él, sobre todo si comparamos la foto con la imagen festiva y la entusiasta compañía de que gozó hace un año en el momento de escupir su vomitivo órdago.
Ya sólo queda la imaginación, la chispeante ocurrencia, y de eso Artur Mas tampoco anda muy sobrado. Después de que la burbuja de jabón estallara tras chocar con su nariz de Pinocho, deberíamos observar bien el paisaje después de la batalla, las heridas y la desolación que la necedad e irresponsabilidad de unos fantoches han dejado sobre la piel y el ánimo de una sociedad tan dispuesta a dejarse manipular que ahora no encuentra el bálsamo adecuado para hacer menos dolorosa su amargura y orfandad, esa devastadora sensación de haber sido engañados cuando hasta la más raquítica inteligencia era capaz de concluir que todo aquel que se enfrenta al Estado acaba pagando un precio muy alto por su osadía. El mentón mussoliniano de Mas ya no luce tan altivo, se ha tornado más flácido y pálido, a este bufón que ni siquiera llevaba en su programa la independencia y que en un estado febril, de miedo y debilidad política, quedó abducido por los disparates de ERC y metió a su pueblo en un laberinto de difícil escapatoria, no le queda otra solución que la autoinmolación, a mil kilómetros puedo oler su cadáver en un proceso de descomposición irreversible.
Pero a Mas le importan poco las personas y los interés de su pueblo, la prueba más palmaria de ello es su dejación de funciones en los asuntos que verdaderamente interesan a los ciudadanos de su comunidad (el paro, la sanidad, la Legionella, el bienestar social) pues desde hace año y medio sólo gasta sus energías en el potaje o soufflé independentista. Pero no hay mal que por bien no venga, ahora los mártires independentistas gozarán de dos Diadas para celebrar, el 11-S y el 9-N. Todos sabemos que este libertador de pluma Montblanc, corbata Hermes, perfume Cerruti y Audi con chofer, dio un giro de 180 grados cuando acorralado por su política de recortes e impuestos brutales tuvo que entrar en helicóptero al ver que en actitud agresiva le estaban esperando en la puerta de la ciudadela los mismos que hoy invaden las calles. Fue en ese mismo momento y para camuflar su ineptitud, mediocridad y la deuda brutal de 26 mil millones de euros que por las malas gestiones arrastra su comunidad, cuando lanzó alegremente aquel hediondo espantajo de “España nos roba”. Muchos catalanes lo ignoran, pero como un fantasma, un separatista no es nada si le quitas la sábana.
Es curioso que una parte importante de la sociedad catalana quiera liberarse del yugo del Estado español para encadenarse al yugo del Estado catalán ¿qué quieren obtener a cambio? ¿Quieren dejar que sus políticos laven sus trapos sucios y enjuaguen sus corruptelas en la más absoluta impunidad y sin que nadie les pida explicaciones? ¿Serán capaces de vender su libertad a cambio de la independencia? El pueblo catalán siempre ha tenido una asombrosa tendencia a asumir las mentiras para no enfrentarse con una verdad que pudiera herir sus anhelos, esos sueños imperialistas que etiquetan a ciudadanos de primera y de segunda y donde el visionario terror orwelliano impone un jefe, un pensamiento y una identidad. Tantos años de lavado de cerebro educacional para comprobar que la quimera de algunos alucinados no pueden convertirse en rutina, tantos años para hacer bueno el cruel aserto staliniano de que el Estado siempre estará por encima de la libertad ¿y para esto se izaron las velas?