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LA HABA: COCINANDO JABAS, y recordando a jabeños....

COCINANDO JABAS, y recordando a jabeños.

Este mediodía he cocinado unas habas con pollo: un plato mu gustoso, nutritivo y realmente económico. He cogido un puñado de habitas verdes, he cortado las vainas a trocitos y las he puesto a cocer en agua con una cucharadita (de las de café) de sal.

(Recuerdo haber oído contar cómo el cabo Sánchez, comandante de puesto de la guardia civil en el pueblo hasta primeros de los sesenta, obligó a un jabeño a comerse el contenido de una talega llena de habas verdes cuando, movido por la jambre, fue sorprendido in fraganti apropiándose dellas: y aluego le obligó a comerse la talega misma).

He puesto una vasija de paella al fuego y he vertido un vasito (de los de vino) de aceite, donde, después de salarlos, he frito ocho trocitos de pollo que una vez que se han puesto dorados los he reservado aparte hasta nueva orden. Y en el mismo aceite, he preparado un sofrito clásico de cebolla, pimiento y tomate.

(“Ranilla”, q. e. p. d., buena gente, crió un pollo que creció tanto que un día -subido en el brocal de la estercolera- le igualó en altura; y el jodío pollo le retó pegándole un buen picotazo en la barriga. “Ranilla”, quera mu bajito el hombre, le dijo al gallo: “Ya semos los dos igualitos de grande”, cogió el astil de un pico que tenía a mano y de un metío bien dao acabó con él, y aluego se lo comió con tomate).

Después de hervir el agua durante media hora, las habas estaban en su punto, las he echado en el sofrito, igual que los trozos de pollo: añadiendo un ajo, un trozo de perejil y una cucharadita de sal que previamente había machacado en el almirez: todo diluido en un chorreoncito de vino blanco que he removido con la macha.

(“Bocalmendra”, fue uno de los primeros traficantes de ajos que hubo en la comarca de La Serena: se ganó la vida comerciando con ellos y le cabe el honor de haber sido el pionero en dar a conocer al ajo jabeño como uno de los más apreciados en la provincia. Un día le regaló un precioso cobre trenzado con las mejores cabezas a un piloto de los que fumigaban el maíz en los regueríos de Don Benito, y el joven aviador le quiso agradecer su gesto invitándole a viajar de copiloto en su aparato. “Bocalmendra” aceptó el reto y se dispuso a volar con la misma ilusión que lo hiciera el Principito en su avión de aluminio: preso inmediato de un ataque de mareos y vómitos, el jabeño se cagó de miedo, ámoh, se lo hizo literalmente encima, aterrizó loaíto vivo como un niño de pañales; y la cagueta le persistió durante una semana hasta quel miedo le salió del cuerpo y le hicieron efecto los sellos de Tanagel).

He removido todo el contenido con una cuchara de palo para rehogar y mezclar el sofrito, las habas y el pollo con cinco puñados de arroz – que para dos personas, está bien-, vertiendo a continuación en la paella el agua todavía caliente en el que han hervido las jabas: dos veces el volumen del arroz. Y a fuego vivo lo he mantenido un cuarto de hora, consiguiendo un arroz suelto y con un apropiado grado de dureza; si lo queréis comer a cuchara, semicaldoso, el volumen de agua debe ser el triple que el del arroz. Me ha salido riquísimo, la verdad.

Lástima que las habas sean congeladas: me relamo al pensar cómo me sabrán las que cocine esta próxima primavera en La Jaba con unas costillitas de cochino negro.