MÉDICOS Y PACIENTES, pacientes médicos y médicos impacientes.
”A ver, ¿qué le pasa a usted?”, preguntó cansino el médico especialista que me tocó en suerte. Y yo, antes de contestarle, viéndole la estampa, le di los buenos días y le pregunté si me podía sentar, pues en seguida me percaté de questaba ante un semidiós que parecía demandarme una genuflexión para ser digno dél: son los menos, pero no escasean.
(Y dios te libre de una actitud hipocondríaca, o de mostrar síntomas neuróticos -manías que los años nos hacen padecer- pues, si así fuera, el tipo de médico al que me refiero se subiría más y más y tú te achicarías y te achicarías hasta sentirte un jodío gusano -un Gregorio Samsa- temeroso de ser rociado de flit y aluego barrido y arrojado al cubo de la basura: porque este perfil de médico deshumanizado, que profana la labor sacerdotal que realiza la mayoría de sus compañeros, lo primero que consigue es un incremento de ese miedo atávico que tienes a la muerte).
El perfil del perdonavidas que trato de dibujar se corresponde con un médico ya cincuentón, funcionario de la seguridad social por supuesto, pluriempleado y por ende con prisas, que no te mira a los ojos cuando habla, y mientras te habla escribe, que evita las exploraciones porque eso le lleva tiempo, que no ausculta porque le basta con oírse a sí mismo y el fonendoscopio –cuyo ruido podría contradecirle- lo esgrime como la palmeta el mal maestro, pa imponerse; suele perpetrar informes con desenvoltura y prescribir con impactante seguridad a la par que te interroga por tus alergias, los medicamentos que tomas, la edad, el peso, las enfermedades que padeces tú y tu familia y toas esas mil y quinientas: y todo ello en un santiamén. Este tipo de médico especialista, el que procede así, al que tú estuviste esperando seis meses para merecer su atención, suele ser un profesional mediocre, engreído, questablece una distancia cómica-cósmica para con el paciente…., distancia que movería a la risa -siendo como semos tan iguales- si no se tratara de jugar con la salud: estos galenos sabijondos, son los que nos traen a mal traer a los que no vamos a médicos de pago y defendemos, muy a su pesar, la sanidad pública.
“A mí, doctor…”, le debería haber contestado, “…lo que me pasa a mí, a usted le importa un rábano y no le preocupa ni tanto así”, pero -educado y sumiso- le dije que padecía de unos pertinaces retortijones de barriga mu preocupantes, desde que me cagué en la escuela a la edad de cinco años por culpa de los nervios: “ Una Buscapina 10 mg. diaria detrás de la comida, y cítese conmigo en seis meses”, me remató el cachodedetrozodepedazodemadera detroncodeárbol.
(Gracias, de todo corazón, a mis pacientes/humildes/sabios especialistas médicos: que la semana anterior me declararon vencedor a los puntos en mi combate contra LA RUSCA, que diría el inolvidable José Luis Sanpedro).
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A ver si por aquí entra el jabeñerío y se genera cháchara. Mu buenas noches,
”A ver, ¿qué le pasa a usted?”, preguntó cansino el médico especialista que me tocó en suerte. Y yo, antes de contestarle, viéndole la estampa, le di los buenos días y le pregunté si me podía sentar, pues en seguida me percaté de questaba ante un semidiós que parecía demandarme una genuflexión para ser digno dél: son los menos, pero no escasean.
(Y dios te libre de una actitud hipocondríaca, o de mostrar síntomas neuróticos -manías que los años nos hacen padecer- pues, si así fuera, el tipo de médico al que me refiero se subiría más y más y tú te achicarías y te achicarías hasta sentirte un jodío gusano -un Gregorio Samsa- temeroso de ser rociado de flit y aluego barrido y arrojado al cubo de la basura: porque este perfil de médico deshumanizado, que profana la labor sacerdotal que realiza la mayoría de sus compañeros, lo primero que consigue es un incremento de ese miedo atávico que tienes a la muerte).
El perfil del perdonavidas que trato de dibujar se corresponde con un médico ya cincuentón, funcionario de la seguridad social por supuesto, pluriempleado y por ende con prisas, que no te mira a los ojos cuando habla, y mientras te habla escribe, que evita las exploraciones porque eso le lleva tiempo, que no ausculta porque le basta con oírse a sí mismo y el fonendoscopio –cuyo ruido podría contradecirle- lo esgrime como la palmeta el mal maestro, pa imponerse; suele perpetrar informes con desenvoltura y prescribir con impactante seguridad a la par que te interroga por tus alergias, los medicamentos que tomas, la edad, el peso, las enfermedades que padeces tú y tu familia y toas esas mil y quinientas: y todo ello en un santiamén. Este tipo de médico especialista, el que procede así, al que tú estuviste esperando seis meses para merecer su atención, suele ser un profesional mediocre, engreído, questablece una distancia cómica-cósmica para con el paciente…., distancia que movería a la risa -siendo como semos tan iguales- si no se tratara de jugar con la salud: estos galenos sabijondos, son los que nos traen a mal traer a los que no vamos a médicos de pago y defendemos, muy a su pesar, la sanidad pública.
“A mí, doctor…”, le debería haber contestado, “…lo que me pasa a mí, a usted le importa un rábano y no le preocupa ni tanto así”, pero -educado y sumiso- le dije que padecía de unos pertinaces retortijones de barriga mu preocupantes, desde que me cagué en la escuela a la edad de cinco años por culpa de los nervios: “ Una Buscapina 10 mg. diaria detrás de la comida, y cítese conmigo en seis meses”, me remató el cachodedetrozodepedazodemadera detroncodeárbol.
(Gracias, de todo corazón, a mis pacientes/humildes/sabios especialistas médicos: que la semana anterior me declararon vencedor a los puntos en mi combate contra LA RUSCA, que diría el inolvidable José Luis Sanpedro).
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A ver si por aquí entra el jabeñerío y se genera cháchara. Mu buenas noches,