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LA HABA: En 1955 se abría la primera Universidad Laboral: “José...

En 1955 se abría la primera Universidad Laboral: “José Antonio Girón” en Gijón; y en 1956 las de Sevilla “José Antonio Primo de Rivera”, Córdoba “Onésimo Redondo”y la “Francisco Franco” en Tarragona. Los jesuitas, los salesianos y los dominicos se hicieron cargo, respectivamente, de las tres primeras; y sólo la de Tarragona estuvo regida por personal civil adscrito, por supuesto, al Movimiento: las ideas del ministro Girón, que dejó el Ministerio de Trabajo en 1957, estaban en marcha. Y su sucesor, Fermín Sanz-Orrio, inauguró las de Zamora, Alcalá de Henares, Zaragoza y Huesca.
Para algunos, estas universidades eran “cuarteles católicos de adolescentes inflamados de bromuro”, pero -desde un punto de vista práctico- hemos de reconocer que fue una idea provechosa de la que se valieron muchos obreros (sus hijos) para adquirir cultura y titulación que les facilitó un mejor desenvolvimiento, con más nivel, en la compleja sociedad gobernada manu militari por el Difunto. A los chicos se les exigía llegar a los centros con lo puesto y con una maleta vacía que entregaban en recepción, y por la noche la recibían llena de toda la ropa necesaria para vestirse. Y se daba el caso de que en ella aparecían prendas que el alumno recién llegado no sabía para qué servían: un chándal, un albornoz, un pantalón de deportes…., que hasta no recibir explicaciones permanecían inutilizados en la citada maleta.

Les salía todo gratis, hasta el corte de pelo. Y el Régimen, todo equitativo, compensaba mensualmente a la familia del mozo con una pequeña cantidad en concepto de “lucro cesante” por no poder aportar ayuda económica durante su formación: el niño ingresaba con lo puesto a la edad de 11 años, y volvía veinteañero con un título universitario. El Régimen, sin duda, pretendía la formación de hombres agradecidos, adoctrinados y cautivos del Régimen.

Don Manuel, salesiano, ya realizaba tareas docentes y organizativas en colegios de esta orden. En un periodo que puede establecerse entre 1958 y 1960 debió de ubicarse en Roma, donde compaginaría la licenciatura en Filosofía y, presumiblemente, cursaría estudios de economía y finanzas (algo parecido a la Adm. y Dirección de Empresas actual). De vuelta en España, Don Manuel se movía como pez en el agua tanto en la organización salesiana como en el Ministerio de Trabajo donde al navarro Fermín Sanz-Orrio le sucede un vasco: Jesús Romeo Gorría. Este ministro, se va a fijar en el jabeño que ya es muy valorado por sus dotes organizativas en la dirección salesiana.

Debió ser a principios de los sesenta cuando el Jabeño es nombrado Rector de la Universidad “San José” de Zamora por el ministro Romeo Gorría. Allí, Manuel desarrolla una labor de docencia experimental que sirve de espejo y guía para muchos de sus colegas. El ministro, sabedor de ello, le premia poniendo en sus manos la Universidad Laboral de Sevilla, la más importante en su género de las doce que ya enseñaban en España.

El martes 24-10-67, con la presencia de otro preboste del franquismo, el todopoderoso José Utrera Molina, dos veces ministro del Difunto (y suegro del actual ministro de Justicia, Gallardón), el jabeño –ya Rector de Sevilla- lee unas cuartillas de agradecimiento y da comienzo su trabajo para gobernar las casi 2000 personas que componían la Universidad: l622 eran alumnos, el resto personal docente, administrativo y de mantenimiento (durante todo el mandato de don Manuel como Rector, Alfonso Guerra ejerció como profesor de dibujo técnico). Su rectoría prosiguió hasta octubre de l972, y fue en este quinquenio sevillano –por la proximidad- cuando más se prodigó en visitar a su madre Teresa.

Siempre de noche, porque su humildad no le permitía ningún tipo de ostentación, con una frecuencia mensual, un coche oficial de color negro aparcaba en una puerta falsa de la calle de la Perra. El chófer, apresuradamente, le abría una de las puertas traseras y él se apeaba con agilidad y desenvoltura y se adentraba en la intimidad de aquella casa que, para situarnos, está tres o cuatro puertas antes de la famosa “Parrilla”. El coche desaparecía del pueblo para volver recogerle muy de madrugada: y él echaba la noche junto a su madre Teresa, por la que sentía verdadera adoración. (No faltaba algún jabeño que, consentido por la familia, le rogaba algún favorcillo relacionado con pensiones u otras necesidades terrenas).

Don Manuel, ya era un jabeño importante en la sociedad de entonces. De ñolinero de doña Purificación a Rector de Universidad hay una distancia considerable, un camino que se recorre a lomos del esfuerzo, la perseverancia y la soledad: porque este hombre se forjó en la más absoluta soledad (sorprende que ninguna autoridad jabeña – era alcalde Antonio Forcallo- asistiera al acto de investidura que estuvo cuajado de políticos, falangistas y militares poderosísimos: léase ABC del miércoles día 25-10-67). A partir de 1972, cuando cesa en Sevilla, y hasta la extinción de las universidades laborales, unas semanas antes de aprobarse la Constitución de 1978, don Manuel se convierte en el ojo visor de todo el entramado docente universitario esculpido por el régimen del Difunto. Estoy seguro –no obstante- que en un régimen de libertades, pues él no encarnaba el franquismo sino que aprovechó su cara más social para cultivarse y cultivar a otros españoles humildes, en democracia y con medios, creo que Manuel hubiera sido también él mismo, un conquistador jabeño.

Yo digo que los hombres inteligentes deben siempre procrear. El inmenso corazón de Manuel no cabía en las vías estrechas de la Iglesia. Y cuando llegó el momento de amar más, a alguien más, los celos de Roma –que no permiten amantes- le demandaron los hábitos a cambio de su libertad. Nadie sabe cómo fue, ni de donde salió la mujer que le deslumbró, pero sabiendo de su integridad y de su inteligente proceder no albergo la menor duda que debió ser persona de mucho interés. Unos dicen que condesa, o con precedentes aristocráticos, otros que alta funcionaria, nadie sabe realmente quién es, pero lo que se puede intuir –dado el perfil de nuestro hombre- es que, pedigrí aparte, esta señora debe estar muy lejos de la mediocridad; mucho más joven que él, le dio dos hijos varones (uno de ciencias y otro de letras) que deben ser, me juego cinco chavos, dos tíos fabulosos (acabo de verificar que uno de ellos, además de buen ingeniero, es un tío simpático que lidera un conjunto musical que trilla en escenarios urbanos de ciudades importantes: ¡qué gozada!).

Y lo más importante de todo esto es que Manuel Lorenzo Pajuelo, VIVE; pleno de inteligencia debe rondar los 93 años, y los disfruta en Ourense-Galicia con su mujer y sus dos hijos. ¿Qué empresa tendrá ahora en su cabeza?

ACLARACIONES

1) Yo no he conocido personalmente a Manuel, no lo he visto jamás, lo que aquí escribo es lo que recuerdo haber escuchado cuando era niño en la calle de la Perra. Ya de mi cosecha, son las reseñas históricas, la compaginación y racionalización de fechas y, lógicamente, la autoría de este relatar; todo ello necesario para hilvanar este retazo simple, sencillo y apresurado sobre su vida, quizá como anticipo de un pequeño proyecto algo más extenso que tengo escrito y que está inédito. En La Haba vive familia directa suya que quizá pueda rectificar mucho de lo que recuerdo y añadir muchísimo más de lo que digo y pueda decir: pero eso será si me decido a publicarlo.

2) Unos días antes, este texto –por razones que no vienen a cuento- lo ha leído don Ángel San Juan Marciel, sociólogo reconocido a nivel internacional, profesor titular de la Universidad de Salamanca, formador de diplomáticos, un hombre hecho a sí mismo
(amigo en sintonía y afinidad amplias para conmigo), que se me ha ofrecido a colaborar –desinteresadamente- en una hipotética biografía de Manuel del que fue alumno.

3) Le estoy muy agradecido a don Manuel, sin conocerlo, por un gran favor que le concedió a mi querido padre para que tutelara la educación de uno de mis primos, entonces ya huérfano, quien aprovechó el tiempo y se tituló ingeniero, cosa que para nuestra familia fue siempre un orgullo. Favor que no pidió para su hijo, que soy yo, jejeje, que tuve que buscarme el sustento, procurarme la formación por mi propia cuenta: y que hoy agradezco sobremanera a ambos, a mi padre y a don Manuel, pues debí aprender en soledad lo mucho de hermoso que tiene esta vida, aunque me haya resultado todo un poco más difícil.

(Si algún día tengo más tiempo, y aprendo a escribir, editaré la biografía de este jabeño que se llama Manuel Lorenzo Pajuelo “Tablero”).