Hola, “fanegas”, a mí me gustan mucho los burros: y con tu intervención me has hecho recordar algunos ejemplares que cariñosamente retengo en la memoria. Solo voy a mencionar, por ser breve, tres de los más antiguos y otros tres que, por estar vivos, acaricio todos los veranos.
-El señor Pérez “Kiriqui” dará fe dello; mi querido padre le vendió al suyo, Victoriano “Bocalano”, un burro bueno al que mantuvieron muchos años en su casa con el nombre de “el burro Mariano”.
-Recuerdo, con mucho cariño, a la burra “Condesita”, que tenía la oreja izquierda como caída, y con ella me viene a la memoria la casa de mis abuelos paternos, en la calle de la Perra: esta burrilla tenía incorporado su peculiar GPS, pues en cuanto iba tres veces al mismo sitio lo registraba en su cabeza y te llevaba al destino con un solo “ ¡arre!” al comienzo del trayecto.
-Igualmente no se me olvida aquel burro de cinco patas, una dellas negra “como un negro malo de Guinea”, jejeje, en el que venía aquél señor de Villanueva que vivía milagrosamente cambiando garbanzos crudos por el mismo volumen de garbanzos tostados, una profesión muy imaginativa: ¡TOSTÁAAAAOOOS!, pregonaba el serón.
(Más reciente, recuerdo la burra parda de Martín “Cávila”, D. E. P., maneá en la rastrojeras del Altozano en las siestas del verano jabeño: una tortura que solo los burros pueden aguantar sin confesar que están financiados por Venezuela. También me viene a la mente Fita “la de los galgos”, quien tocada de su sombrero de paja y bajo un sol de solemnidad, caminaba silente tras su simpática burrilla en su quehacer diario para con sus ovejitas).
Y ya hablando de tres burros vivientes, hace tres veranos (y mira questuve pendiente dello), me perdí el parto de la burra de Pedro “Pinche” -animal hermoso donde los haya- que alumbró un asnillo, un boche, jejeje, que al día siguiente de nacer se divertía trotando entre los canchales de su jesa. Y mu cerca de allí, en Santa Catalina, mi amigo Fortu cobija a otra bella burra, que cuando le veo encaramao en ella –a pelo- me recuerda a Sancho Panza pero en delgao.
(Cuando de niño, nos llamaban burro -por nuestra torpeza en el aprender, mayormente- no sé, “fanegas”, visto lo visto, si habría que seguir considerándolo un insulto: ¡son tan buenos!).
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-El señor Pérez “Kiriqui” dará fe dello; mi querido padre le vendió al suyo, Victoriano “Bocalano”, un burro bueno al que mantuvieron muchos años en su casa con el nombre de “el burro Mariano”.
-Recuerdo, con mucho cariño, a la burra “Condesita”, que tenía la oreja izquierda como caída, y con ella me viene a la memoria la casa de mis abuelos paternos, en la calle de la Perra: esta burrilla tenía incorporado su peculiar GPS, pues en cuanto iba tres veces al mismo sitio lo registraba en su cabeza y te llevaba al destino con un solo “ ¡arre!” al comienzo del trayecto.
-Igualmente no se me olvida aquel burro de cinco patas, una dellas negra “como un negro malo de Guinea”, jejeje, en el que venía aquél señor de Villanueva que vivía milagrosamente cambiando garbanzos crudos por el mismo volumen de garbanzos tostados, una profesión muy imaginativa: ¡TOSTÁAAAAOOOS!, pregonaba el serón.
(Más reciente, recuerdo la burra parda de Martín “Cávila”, D. E. P., maneá en la rastrojeras del Altozano en las siestas del verano jabeño: una tortura que solo los burros pueden aguantar sin confesar que están financiados por Venezuela. También me viene a la mente Fita “la de los galgos”, quien tocada de su sombrero de paja y bajo un sol de solemnidad, caminaba silente tras su simpática burrilla en su quehacer diario para con sus ovejitas).
Y ya hablando de tres burros vivientes, hace tres veranos (y mira questuve pendiente dello), me perdí el parto de la burra de Pedro “Pinche” -animal hermoso donde los haya- que alumbró un asnillo, un boche, jejeje, que al día siguiente de nacer se divertía trotando entre los canchales de su jesa. Y mu cerca de allí, en Santa Catalina, mi amigo Fortu cobija a otra bella burra, que cuando le veo encaramao en ella –a pelo- me recuerda a Sancho Panza pero en delgao.
(Cuando de niño, nos llamaban burro -por nuestra torpeza en el aprender, mayormente- no sé, “fanegas”, visto lo visto, si habría que seguir considerándolo un insulto: ¡son tan buenos!).
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