Los que tengan que rezar que recen; los que tengan que llorar, que lloren; pero…, ¡por dios bendito y por la virgen de Lantigua!, los que tengan que actuar… ¡QUE ACTÚEN!,
Hay barcos en el Mediterráneo, con más de cien metros de eslora, que solo tienen cabida para unos cuantos privilegiados que degustan manjares mientras se broncean. Y hay otros barcos en los que, con menos de treinta metros de largo, se hacinan cientos de desgraciaditos sin nada que llevarse a la boca y cuyo destino -siempre incierto- está resultando insufriblemente mortal. Estamos como siempre: unos cuantos nadan en la abundancia, mientras que muchos se ajogan en la indigencia; y esto ya se hace insostenible. En medio estamos nosotros, una mayoría que - aun sintiéndolo como lacerante- persevera en su cómodo silencio. Como no gritemos, como no volvamos a gritar: “ ¡HASTA AQUÍ!, …., un día no muy lejano, estos muertos nos van a devorar.
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Hay barcos en el Mediterráneo, con más de cien metros de eslora, que solo tienen cabida para unos cuantos privilegiados que degustan manjares mientras se broncean. Y hay otros barcos en los que, con menos de treinta metros de largo, se hacinan cientos de desgraciaditos sin nada que llevarse a la boca y cuyo destino -siempre incierto- está resultando insufriblemente mortal. Estamos como siempre: unos cuantos nadan en la abundancia, mientras que muchos se ajogan en la indigencia; y esto ya se hace insostenible. En medio estamos nosotros, una mayoría que - aun sintiéndolo como lacerante- persevera en su cómodo silencio. Como no gritemos, como no volvamos a gritar: “ ¡HASTA AQUÍ!, …., un día no muy lejano, estos muertos nos van a devorar.
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