MEAR CONTRA EL VIENTO
Lo fácil es regocijarse y hacer leña del árbol caído, razones no me faltan para ello. Cuando el año 2011 el PP ganó las elecciones en Extremadura por primera vez en la historia bajo la inercia de los desatinos y el triste legado dejado por la administración de Rodríguez Zapatero, mayoritariamente se pensaba que ese cambio podía airear unas estancias perfumadas desde hacía décadas por la rosa socialista. Tuvo que pasar muy poco tiempo para que el pueblo extremeño viera frustradas sus aspiraciones de regeneración e impulso democrático y se diera cuenta de que su concepto y valor de la política era mucho más elevado que el que tenían los dirigentes que iban a marcar el destino de nuestra región en los próximos cuatro años. Lo necesario hubiera sido preguntarse por qué un partido anquilosado por el óxido y la carcoma de las estructuras de la vieja política iba a convertirse en paladín del progreso arrastrando consigo el aura de la ilusión y el anhelo de la esperanza. El castigo a nuestro atrevimiento fue directamente proporcional al peso y volumen de nuestra ingenuidad: tomaron el poder, se repartieron el magro, forraron sus vidas de inmunidad y se convirtieron en autistas.
Desde el día en que mostraron sus cartas me propuse sentarme en un banco preferente de la Avenida de los Apestados hasta que llegara el momento en que todos los cadáveres que iban dejando a sus paso surgieran como zombis de la tierra para devorarles las entrañas. Con paso lento y seguro, con la determinación de los locos vi desfilar a desahuciados con sus colchones de penas, a jóvenes sin trabajo ni porvenir, a padres de familias parados arrastrando a sus familias como fardos de un apocalipsis, a enfermos en listas de espera infinitas que llevaban reflejados en su pálidos rostros las radiografías de sus males, a estudiantes cum laude arrojados fuera de las fronteras de los elegidos, a trabajadores pobres de solemnidad. La famélica legión de muertos vivientes era el legado de un Partido Popular que gobernaba desde la arrogancia y la ingratitud hacia un pueblo que le había ofrecido una invitación para gobernar desde la decencia olvidándose de sectarismos y viejas rencillas. En lugar de eso, blindaron a los suyos e hicieron de su capa un sallo sin ser conscientes de que no hay nada más volátil que la política y que cuando la pobreza entra por la puerta el amor salta por la ventana.
Monago no ha perdido las elecciones por la crisis, sino por su ineptitud a la hora de gestionarla y su nula empatía hacia los más desfavorecidos. Monago ha perdido las elecciones porque la cosecha de corrupción y presuntos delitos que remolca su partido no caben en dos mil hectáreas de barbecho, por haber hecho de su gestión un refugio nuclear atestado de víveres para su secta mientras caminaba por el mundo con los auriculares escuchando un rap panegírico y no sentir así el quejío de la calle. A estas alturas no sabemos quién recitará el salmo de su derrota en una tierra sin unción divina y señalada desde Europa como un paraje mísero atestado de cuervos. Entérate, Monago, aquí ya no caben más desventuras, con mucho sufrimiento hemos sobrevivido bajo el cañizo de tu nefasta gestión y los desmanes de tu irrelevante equipo político. El sistema de partidos del que has estado mamando está a punto de estrellarse contra el acantilado del último confín fragmentándose en un artificio de nuevas formaciones a las que pediremos que traten al hombre con respeto, a las que obligaremos a mirar sus callos y el trágico holograma que acompaña a su sombra.
Hoy mi sonrisa aflora con el estímulo de tu torpeza, recordando ese espelde de “sobrao” que siempre te ha caracterizado y que te impulsaba a escuchar con la concha marina pegada a tu oreja el susurro meloso de tu ejército de pelotas. Fíjate, Monago, si habrás sido torpe que hasta haciendo luminarias con el dinero público desde tu atolondrado autobús y controlando de manera castrense todos los medios regionales, esclavos de tus subvenciones y propaganda, hoy viajas con el traje de náufrago, necesitado de unas manos que te acaricien el lomo y buscando el refugio de los bellos momentos vividos en alguna isla afortunada. Tus cerca de mil promesas son ahora un desfile de procesionarias fumigadas por todos los olvidados que con su “Milana bonita” al hombro te abren las puertas del purgatorio para que reflexiones sobre tus mentiras, tu arrogancia y el amargo sabor de tus promesas incumplidas.
Sí, ya sabemos, que tú y tu partido no sois muy proclives a los ejercicios de expiación, que lo que vuestro “Señor de los Líos” os pide es seguir meando contra el viento sin escuchar los cantos de sirena que desde cualquier rincón anuncian el espíritu de los nuevos tiempos. Tú, por encima de cualquier fondo de humanidad y consideración ética seguirás pensando que las subidas de impuestos, los recortes sociales y salariales que han carcomido hasta el hueso las economías familiares eran necesarios para salir de una crisis que se hubiera solucionado con un reparto equitativo de una riqueza sólo al alcance de vuestros privilegios. Tú, incapaz de dar validez al lúcido aserto marxista de que “la vergüenza es un sentimiento revolucionario” seguirás paseando tu soberbia por esos foros de encorbatados para presentar con iniquidad el balance del deber cumplido, inconsciente de que tu tiempo ha pasado y que ese dolor ni siquiera lo podrá calmar ya la brisa de esas puertas giratorias que ventean los cuatro pelos de tu coronilla.
Lo fácil es regocijarse y hacer leña del árbol caído, razones no me faltan para ello. Cuando el año 2011 el PP ganó las elecciones en Extremadura por primera vez en la historia bajo la inercia de los desatinos y el triste legado dejado por la administración de Rodríguez Zapatero, mayoritariamente se pensaba que ese cambio podía airear unas estancias perfumadas desde hacía décadas por la rosa socialista. Tuvo que pasar muy poco tiempo para que el pueblo extremeño viera frustradas sus aspiraciones de regeneración e impulso democrático y se diera cuenta de que su concepto y valor de la política era mucho más elevado que el que tenían los dirigentes que iban a marcar el destino de nuestra región en los próximos cuatro años. Lo necesario hubiera sido preguntarse por qué un partido anquilosado por el óxido y la carcoma de las estructuras de la vieja política iba a convertirse en paladín del progreso arrastrando consigo el aura de la ilusión y el anhelo de la esperanza. El castigo a nuestro atrevimiento fue directamente proporcional al peso y volumen de nuestra ingenuidad: tomaron el poder, se repartieron el magro, forraron sus vidas de inmunidad y se convirtieron en autistas.
Desde el día en que mostraron sus cartas me propuse sentarme en un banco preferente de la Avenida de los Apestados hasta que llegara el momento en que todos los cadáveres que iban dejando a sus paso surgieran como zombis de la tierra para devorarles las entrañas. Con paso lento y seguro, con la determinación de los locos vi desfilar a desahuciados con sus colchones de penas, a jóvenes sin trabajo ni porvenir, a padres de familias parados arrastrando a sus familias como fardos de un apocalipsis, a enfermos en listas de espera infinitas que llevaban reflejados en su pálidos rostros las radiografías de sus males, a estudiantes cum laude arrojados fuera de las fronteras de los elegidos, a trabajadores pobres de solemnidad. La famélica legión de muertos vivientes era el legado de un Partido Popular que gobernaba desde la arrogancia y la ingratitud hacia un pueblo que le había ofrecido una invitación para gobernar desde la decencia olvidándose de sectarismos y viejas rencillas. En lugar de eso, blindaron a los suyos e hicieron de su capa un sallo sin ser conscientes de que no hay nada más volátil que la política y que cuando la pobreza entra por la puerta el amor salta por la ventana.
Monago no ha perdido las elecciones por la crisis, sino por su ineptitud a la hora de gestionarla y su nula empatía hacia los más desfavorecidos. Monago ha perdido las elecciones porque la cosecha de corrupción y presuntos delitos que remolca su partido no caben en dos mil hectáreas de barbecho, por haber hecho de su gestión un refugio nuclear atestado de víveres para su secta mientras caminaba por el mundo con los auriculares escuchando un rap panegírico y no sentir así el quejío de la calle. A estas alturas no sabemos quién recitará el salmo de su derrota en una tierra sin unción divina y señalada desde Europa como un paraje mísero atestado de cuervos. Entérate, Monago, aquí ya no caben más desventuras, con mucho sufrimiento hemos sobrevivido bajo el cañizo de tu nefasta gestión y los desmanes de tu irrelevante equipo político. El sistema de partidos del que has estado mamando está a punto de estrellarse contra el acantilado del último confín fragmentándose en un artificio de nuevas formaciones a las que pediremos que traten al hombre con respeto, a las que obligaremos a mirar sus callos y el trágico holograma que acompaña a su sombra.
Hoy mi sonrisa aflora con el estímulo de tu torpeza, recordando ese espelde de “sobrao” que siempre te ha caracterizado y que te impulsaba a escuchar con la concha marina pegada a tu oreja el susurro meloso de tu ejército de pelotas. Fíjate, Monago, si habrás sido torpe que hasta haciendo luminarias con el dinero público desde tu atolondrado autobús y controlando de manera castrense todos los medios regionales, esclavos de tus subvenciones y propaganda, hoy viajas con el traje de náufrago, necesitado de unas manos que te acaricien el lomo y buscando el refugio de los bellos momentos vividos en alguna isla afortunada. Tus cerca de mil promesas son ahora un desfile de procesionarias fumigadas por todos los olvidados que con su “Milana bonita” al hombro te abren las puertas del purgatorio para que reflexiones sobre tus mentiras, tu arrogancia y el amargo sabor de tus promesas incumplidas.
Sí, ya sabemos, que tú y tu partido no sois muy proclives a los ejercicios de expiación, que lo que vuestro “Señor de los Líos” os pide es seguir meando contra el viento sin escuchar los cantos de sirena que desde cualquier rincón anuncian el espíritu de los nuevos tiempos. Tú, por encima de cualquier fondo de humanidad y consideración ética seguirás pensando que las subidas de impuestos, los recortes sociales y salariales que han carcomido hasta el hueso las economías familiares eran necesarios para salir de una crisis que se hubiera solucionado con un reparto equitativo de una riqueza sólo al alcance de vuestros privilegios. Tú, incapaz de dar validez al lúcido aserto marxista de que “la vergüenza es un sentimiento revolucionario” seguirás paseando tu soberbia por esos foros de encorbatados para presentar con iniquidad el balance del deber cumplido, inconsciente de que tu tiempo ha pasado y que ese dolor ni siquiera lo podrá calmar ya la brisa de esas puertas giratorias que ventean los cuatro pelos de tu coronilla.