LA HABA: No lo sé, como digo, lo que me llamó la atención fue...

EL RELOJ DE NADAL

Objetivamente y según determinan los analistas, Rafael Nadal es el mejor deportista español de la historia. Seguro que tienen razón, a mi no me gusta el tenis y el único deporte que soporto es el fútbol cuando juega mi equipo, del cual me reconozco un encendido hooligan. Según he leído en algunos foros, hay quien interpreta un error que Nadal y su entorno hayan hecho públicas sus preferencias políticas y futbolísticas, ganándose así la antipatía de amplios sectores de la población. En un país movido más por el rencor y la envidia que por la inteligencia y el sentido común, era fácil adivinar que cuando el tenista entrara en barrena le iban a llover palos por todas partes. El asunto me parece un dislate, pues aun quedando claro que yo no siento ninguna empatía hacia este deportista, siempre respetaré escrupulosamente sus gustos, preferencias, afinidades, creencias, ideologías y aficiones.

Reconociendo que es uno de los más completos junto con la natación, siempre he considerado el tenis un deporte elitista, nació en Francia entre las clases altas y no hay nada más que mirar las gradas de los grandes torneos convertidas en lujosas pasarelas, en escaparates en donde no es difícil encontrar amplias representaciones de una glamourosa aristocracia, de la perfumada burguesía local y el más candente y narcisista famoseo. Me aburre el tenis y tengo claro que no es un deporte del pueblo, pero si hay algo que me ha llamado poderosamente la razón –en estos tiempos funestos estoy muy sensible- es el precio del reloj que el tenista ha lucido en su muñeca durante el torneo de Roland Garros: un reloj suizo de la marca Richard Mille valorado en 700.000 € y diseñado personalmente para él. Lo curioso es que cuando le preguntan al tenista qué tiene de especial, contesta: “Pesa muy poco (20 gramos), tiene una correa de un velcro especial utilizado en aeronáutica valorada en dos mil euros, puede soportar el castigo de un deporte como el tenis, la suciedad, el agua y la humedad propia del sudor para mantener la hora exacta. Lo llevo mientras me ducho, puedo ir a nadar a la piscina con él”.

No soy un gran entendido, me he informado de que el fastuoso peluco tiene un mecanismo interno que se asemeja al que utilizan los satélites para medir el tiempo en el espacio. De todas formas, no me parecen unas prestaciones de altísima catalogación para patear este planeta, he tenido y tengo algún Casio G-Shock cuyo coste está algo por encima de los cien euros que incorpora servicios más prácticos (cronógrafo, altímetro, podómetro, barómetro, termómetro). Nadal opina: “Es como si no llevara nada, es parte de mi piel”. Llegados a este punto, tal vez algunos de mis lectores se están preguntando ya lo que harían si pudieran disponer de 700.000 €, y no me refiero al tipo de comentarios casposos de “Curro se va al Caribe” o “comprar una villa en la Toscana y una vespa”. Puedo dar algunas pistas: esa cantidad exacta es la que necesitó recaudar la familia de la niña valenciana de cuatro años, Nayra, para poder ser intervenida en Estados Unidos de la extraña afección que padece. La cantidad se pudo obtener gracias a la confección de un calendario por los Bomberos de Valencia, a fiestas benéficas, rifas y otras campañas. Con esa cantidad se pueden pagar mil pensiones de 500 euros, surtir de víveres a los albergues y comedores sociales e impedir que muchos de ellos cierren durante las vacaciones escolares. Todos estaremos de acuerdo en que lucirían más esos 700.000 € que el ostentoso reloj en la muñeca de Nadal. Si lo están pensando, les diré que sí, cada día estoy más enamorado de mi demagogia.

Como apuntaba, en los tiempos aciagos que estamos viviendo, con casi dos millones de familias con todos sus miembros en paro, uno se verá empujado a pensar que el robo no supone otra cosa que un justo cambio de propietario. Sabemos ya que el reparto de las propiedades y la riqueza nunca se hará según las necesidades de cada hombre, y aunque no hace falta ser muy inteligente para entender que esas propiedades –productivas o no- se han erigido sobre la explotación y la esclavitud de los hombres y que el empeño de enriquecerse resulta incorregiblemente burgués. Hoy me encuentro con mucha gente que piensa que “la propiedad es un robo”. Pero eso es algo que no es nuevo, líderes y filósofos anarquistas como Bakunin, Kropotkin y Proudhon ya reflexionaron sobre ello aportando matices utópicos a una sociedad en esencia condenada.

Seguro que la marca ha pagado a Nadal por lucir ese reloj, y yo no soy nadie para dar consejos, si lo fuera, le pediría a Nadal que se dejase de frivolidades hirientes, que tratara de dar a la sociedad una parte de lo que le ha dado y se olvidase de esas gilipolleces de niño rico, de pijo desnortado que vive aislado en una burbuja sin pisar nunca los cascotes de nuestra ruina. Su reloj se me antoja una burda apología del capitalismo, un alarde insultante, un menosprecio hacia el sufrimiento de esta geografía del dolor que perdió hace tiempo el oremus y el amparo de los dioses. Si como dicen mis amigos católicos, ese Dios que todo lo puede ha dotado a Nadal del talento para el tenis, tengo claro que esa misma deidad le ha negado el don de la clarividencia

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No otra cosa puede esperarse del capitalismo exacerbado, son los frutos de ese neoliberalismo de importación que la “Lideresa” ha intentado imponernos como modelo aquí en Madrid: muchas luces de neón, casinos regidos por las mafias, aeropuertos privados para recibir a barrigudos multimillonarios…., y todo en aras de exhibir los excesos catetos de un dinero del que los madrileños recibirían algunas migajas. En este caso, hablando de “nadales”, aconsejo leer -a quien le interese la economía- a un tal Alejandro Nadal.

Pero no creo, sin embargo, que Rafa Nadal sea el paradigma de la persona snob o afectada, dese vanidoso o insoportable “pera” que ofende o hiere con manifestaciones u ostentaciones fuera de tono. Lo del reloj forma parte de la mu escandalosa parafernalia comercial que mueve el deporte, léase pastón. Aun a sabiendas de su ricura de cuna, de su engolada voz, de la inconmensurable fortuna que debe haber atesorado (¿o se dice acaparado?), de su “militancia merengue”, jejeje, Nadal es un pijo humilde, un sano pijoaparte, un tipo simpático, hombre. Y añadiría que se lo ha currado con tan continuado y perseverante esfuerzo, que quizá no sea ni siquiera consciente de haberse permitido esa suntuaria licencia. Es verdad questá mu lejano de los crudos lodazales donde se mueven muchos de sus semejantes: pero “el fango no se convierte en rosas porque lo agite….” un fastuoso reloj, Pedro, tú lo sabes bien.

(Pos no vive tranquila la gata del Vaticano, aunque no fornique).
Un fuerte abrazo y mu buenas noches,
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No lo sé, como digo, lo que me llamó la atención fue la noticia del reloj. No sigo a este deportista porque, insisto, no me gusta el tenis. No me cae especialmente simpático. No hace mucho me contó un amigo que había estado seis horas viendo un partido de tenis, supongo que por la tele. Yo ese tiempo sólo lo puedo dedicar a ver las dos primeras entregas de "El Padrino" o "Novecento" de Bertolucci. Tampoco me importaría estar escuchando durante esas horas arias interpretadas por la casta diva Montserrat Caballé, un concierto de AC/DC o Depeche Mode, por poner tres ejemplos dispares pero que disfruto igual.

De cualquier forma, es hora de que los deportistas (Nadal, Messi, Ronaldo o cualquier otro) se vayan concienciando del mundo y la sociedad que les rodea, se alejen un poco de sus séquitos de pelotas y sientan la pulsión de esas vidas paralelas que discurren en confort, emociones y desdichas tan alejadas de las suyas. El gremio por el que menos empatía siento es el de los deportistas de élite, además de su generalizada y zarrapastrosa incultura, odio el obsceno alarde que hacen de ese lujo asiático en el que están instalados. Los tics típicos de unos horteras que cobran un pastizal insultante y que lo único que hacen es dar patadas o raquetazos a una pelota mientras los investigadores o científicos que tratan de aislar el gen de algún cáncer trabajan en la más absoluta precariedad, por poner otro ejemplo.

Por cierto, la lideresa está muerta políticamente bajo el estigma de la corrupción y su habilidad para cazar talentos. Los madrileños, al menos eso espero, tendrán una alcaldesa decente, y por la cuenta que le tiene, la próxima presidenta de la comunidad, habrá tomado algunos apuntes para no cometer los errores que han llevado a su partido a ser considerado hoy un monumento a la vergüenza nacional.

Un abrazo.