TRES PRIMERAS SENSACIONES, 1968.
(Con el denominador común de incrementar la frecuencia cardíaca)
Una, amor.
Los hombres, en nuestra torpe y grosera vanidad, siempre queremos ser el primero para con la mujer; ellas, más sutiles e inteligentes, prefieren que el hombre del que se trate sea el último en su vida. Pero unos y otras, todos sin excepción, sentimos nuestro primer amor. Yo, como es seguro que vosotros también, disfruté y sufrí esa perturbadora experiencia en el entorno de la adolescencia jabeña y sentí, entre otras sensaciones: alegría incontenible, deseo exacerbado, pasión a raudales, estremecimiento, celos, miedo, tormento, y el desquiciado latir del corazón.
Dos, emigración.
Aun chiquininos, mu fuertes hubimos de aparentar ser para desprendernos de lo nuestro y de los nuestros; para cambiar los caminos escoltados de jarales y encinas por gigantes de cemento; para mantenernos dignos en las ciudad donde cambiamos el sudor del campo por lágrimas de nostalgia: la despedida primera del emigrante siempre produce un desgarro, y un incremento de pulsaciones cardiacas.
Tres, velocidad.
La sensación placentera de conducir nuestro primer coche (aquel seiscientos de segunda mano) también nos aceleró el corazón como el primer amor: y casi siempre, como este, terminaba eschangado y dejándonos alguna que otra herida.
(Se podría añadir, como una cuarta primera sensación, un épico viaje a la primavera de París, donde pudimos verificar cómo los trabajadores y los estudiantes, unidos/sumados, aclararon el concepto de “sinergia” en política: aquel mayo fue la primera marea).
Mu buenas noches a to el jabeñerío,
,
(Con el denominador común de incrementar la frecuencia cardíaca)
Una, amor.
Los hombres, en nuestra torpe y grosera vanidad, siempre queremos ser el primero para con la mujer; ellas, más sutiles e inteligentes, prefieren que el hombre del que se trate sea el último en su vida. Pero unos y otras, todos sin excepción, sentimos nuestro primer amor. Yo, como es seguro que vosotros también, disfruté y sufrí esa perturbadora experiencia en el entorno de la adolescencia jabeña y sentí, entre otras sensaciones: alegría incontenible, deseo exacerbado, pasión a raudales, estremecimiento, celos, miedo, tormento, y el desquiciado latir del corazón.
Dos, emigración.
Aun chiquininos, mu fuertes hubimos de aparentar ser para desprendernos de lo nuestro y de los nuestros; para cambiar los caminos escoltados de jarales y encinas por gigantes de cemento; para mantenernos dignos en las ciudad donde cambiamos el sudor del campo por lágrimas de nostalgia: la despedida primera del emigrante siempre produce un desgarro, y un incremento de pulsaciones cardiacas.
Tres, velocidad.
La sensación placentera de conducir nuestro primer coche (aquel seiscientos de segunda mano) también nos aceleró el corazón como el primer amor: y casi siempre, como este, terminaba eschangado y dejándonos alguna que otra herida.
(Se podría añadir, como una cuarta primera sensación, un épico viaje a la primavera de París, donde pudimos verificar cómo los trabajadores y los estudiantes, unidos/sumados, aclararon el concepto de “sinergia” en política: aquel mayo fue la primera marea).
Mu buenas noches a to el jabeñerío,
,
contra y no hacia el ósculo iniciático
pues si, mu bonito era el autobús de Ramón... seguimos:
Denostado lo efímero del divertido interludio, mi apoteósico
desembarco en la patria común quedó algo deslucido por la
exterioridad del cuartel, tácticamente puesto en descanso
denominado en breve, sin paliativos, la transición. Desempaquetando
bártulos, la incipinte perora del cabildo de la blanca, precaria
para ligar que lo regentaba un cochófer del postrero viaje del
centinela de occidente, meritoriamente ascendido a jefe, consiguió
animarme, no obstante la gripe me asaltara, quiebro a la izquierda,
enfilando el legendario Paseo de Extremadura, intrigándome la
perspectiva despejada de agro.
plego que se me hace tarde; no se si te habré contado que he cambiado lo de "el presunto" por "el diletante";
salud y..... anarquia.
pues si, mu bonito era el autobús de Ramón... seguimos:
Denostado lo efímero del divertido interludio, mi apoteósico
desembarco en la patria común quedó algo deslucido por la
exterioridad del cuartel, tácticamente puesto en descanso
denominado en breve, sin paliativos, la transición. Desempaquetando
bártulos, la incipinte perora del cabildo de la blanca, precaria
para ligar que lo regentaba un cochófer del postrero viaje del
centinela de occidente, meritoriamente ascendido a jefe, consiguió
animarme, no obstante la gripe me asaltara, quiebro a la izquierda,
enfilando el legendario Paseo de Extremadura, intrigándome la
perspectiva despejada de agro.
plego que se me hace tarde; no se si te habré contado que he cambiado lo de "el presunto" por "el diletante";
salud y..... anarquia.