2- La Primera Guerra Mundial
Según se ha podido comprobar, Hitler fue un soldado valiente y cauteloso que mereció las alabanzas de varios jefes, además de un buen camarada. Sus enemigos políticos de la época de Weimar extendieron el rumor –repetido obsesivamente después de 1945– de que habría llevado injustamente la Cruz de Hierro de Primera Clase. Al respecto de esta condecoración, Hitler escribió desde el frente una carta de cuatro páginas a Josef Popp en la que entre otras cosas decía:
“... Me ascendieron a cabo y milagrosamente conseguí salir sin un rasguño; después de tres días de descanso seguimos avanzando, luchamos en Messines y Wytschaete. Allí atacamos dos veces, pero las cosas eran más difíciles cada vez. En mi compañía sólo quedaban ya 42 hombres y en la undécima, 17. Afortunadamente, llegaron tres transportes con 1.200 hombres de reserva. en el segundo combate ya me propusieron para la Cruz de Hierro. Nuestro capital cayó gravemente herido ese mismo día y el asunto de las condecoraciones se enfrió. en compensación fui nombrado enlace de la Plana Mayor, especialmente durante los combates. Desde entonces puedo decir que arriesgo la vida todos los días, y que en más de una ocasión he visto la muerte frente a mí. El propio Teniente Coronel Engelhardt me propuso de nuevo para la Cruz de Hierro. Pero ese mismo día también él cayó herido. Era el segundo oficial que mandaba nuestro regimiento, pues el primero murió al tercer día de entrar en combate. Su ayudante, Eichelsdörfer, volvió a proponerme y, por fin, ayer dos de diciembre, obtuve la Cruz de Hierro. Fue el día más feliz de mi vida. La mayoría de mis camaradas que también se la habían ganado están muertos. Le ruego, estimado Sr. Popp, tenga la amabilidad de guardarme el periódico en el que venga la concesión de dicho galardón. Me gustaría conservarlo como recuerdo si Dios me permite seguir viviendo”. Al final de la carta se despide con estas palabras: “Pienso en Munich a menudo y especialmente en Vd., estimado Sr. Popp... A veces me invade una gran nostalgia. Voy a terminar ya esta carta rogándole disculpe mi retraso en escribir; la culpa la tuvo la Cruz de Hierro”.
Janet Flanner, un periodista de los años 30 publicaba una entrevista concedida por Hitler en la que este relataba una experiencia vivida durante las mortíferas batallas de la Primera Guerra Mundial, cuando se hallaba en una trinchera con varios camaradas: “repentinamente pareció que una voz me decía: ¡Levántate y vete de donde estás!. La voz era tan clara e insistente que automáticamente obedecí, como si se tratara de una orden militar. De inmediato me puse en pie y caminé unos veinte metros a través de la trinchera. Tras de lo cual me senté para continuar comiendo, con la mente de nuevo en calma. Al instante de haber hecho lo que la voz me indicaba, desde el lugar de la trinchera que acaba de abandonar, llegó un destello y un estampido ensordecedor. Era un obús perdido que había estallado en medio del grupo donde había estado sentado anteriormente. Todos los camaradas ahí presentes murieron”.
Tras cuatro años de guerra y terribles batallas en los frentes occidentales del Reich, principalmente en Flandes, Alsacia y Francia, el cuatro de agosto de 1918 Hitler es Distinguido con la Cruz de Hierro de Primera Clase.
El 15 de octubre del mismo año sufre un envenenamiento ocular por gas en La Montagne, siéndole dados los primeros auxilios en el hospital bávaro de campaña de Oudenaarde. Hasta mediados de noviembre permanece en el hospital prusiano de Pasewalk, siendo dado de alta el 21 de noviembre.
Pero el 7 de noviembre de ese año de 1918, Alemania capitulaba cuando todos los frentes bélicos se hallaban fuera de sus fronteras. Es decir, la capitulación alemana no se debió a una derrota militar sino exclusivamente a la traición llevada a cabo desde dentro por políticos “alemanes” vendidos al enemigo de la nación.
El valor y la camaradería militar de Adolf Hitler están perfectamente documentados. En la primavera de 1922, es decir, en una época en la que no existía interés personal alguno en ensalzar a Hitler, el teniente coronel Lüneschloss, el general de brigada Friedrich Petz, el coronel Spatny, antiguo comandante del Regimiento de Infantería nº 16, y un caballero de la Orden de Maximiliano José, el teniente coronel Anton Freiherr von Tubeuf, antiguo batidor y ciclista de un regimiento, coincidieron en describir a Hitler como un soldado valeroso, dispuesto al sacrificio, de gran sangre fría y de carácter intrépido. Lüneschloss, por ejemplo, declaró lo siguiente: “Jamás rehusó un servicio; siempre estaba dispuesto a cumplir las órdenes que fueran, incluso las que nunca hubiéramos confiado a otros asistentes”. Petz manifestó: “Hitler... poseía una inteligencia muy despierta y una gran fortaleza física. El arrojo personal y el valor con que se enfrentaba a las situaciones más peligrosas y a los combates más sangrientos son dignos de mención”. El 20 de marzo de 1922 Spatny recordaba lo siguiente: “La estrecha e inestable línea de batalla (Norte de Francia, Bélgica) en la que se encontraba el Regimiento exigía a todos sus componentes un enorme sacrificio y un enorme valor individual. En este aspecto, Hitler constituía un ejemplo único para todos sus compañeros. Su valor personal y su conducta ejemplar en todas las situaciones ejercían una gran influencia entre sus camaradas, lo que, además de sus virtudes personales, hizo que tanto sus superiores como sus iguales le tuvieran en gran estima”. Von Tubeuf, que fue quien le concedió la Cruz de Hierro de Primera Clase, también hizo una descripción semejante a la de sus compañeros: “Infatigable y siempre dispuesto a cumplir cualquier servicio; no había ninguna situación, por peligrosa que fuera, a la que no se presentara voluntario; contínuamente estaba dispuesto a sacrificarse por los demás y por su Patria. De todos los soldados, fue con él con quien tuve más trato, incluso en el plano humano; me gustaba mantener con él conversaciones privadas en las que ponía de manifiesto el gran amor que sentía por su Patria y durante las cuales me exponía todas sus teorías, fruto de una profunda reflexión”. En la propuesta que el teniente coronel barón von Godin dirigió el 31 de julio de 1918 a la 12ª Brigadade Infantería, decía lo siguiente: “Tanto en los combates de posición como en guerra abierta ha demostrado ser un enlace de gran sangre fría y enorme valor, siempre dispuesto a llevar las órdenes donde fuera, incluso en las situaciones más peligrosas y sin miedo a arriesgar la vida. Cuando en los combates más duros quedaban interrumpidas todas las comunicaciones, Hitler, soldado infatigable y sacrificado, se encargaba de que las órdenes más importantes llegaran a todos los puntos. Fue condecorado el 02.12.1914 con la Cruz de Hierro de Segunda Clase por el valeroso comportamiento demostrado en la batalla de Wytschaete. Personalmente, creo que reúne los meritos suficientes para ser galardonado con la Cruz de Hierro de Primera Clase”.
3- Origen del movimiento político nacionalsocialista
Vamos a ver ahora cómo, desde sus modestos orígenes, Hitler llegó a convertirse en líder indiscutible del movimiento nacionalsocialista y finalmente en Führer del Tercer Reich. Nos situamos en el tiempo inmediatamente anterior al surgir del Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes (N. S. D. A. P.), el cual tiene su origen en una de tantas asociaciones (bund) en las que el pueblo alemán tendía a organizarse de forma natural. En este caso se trataba de la Germanenorden (la Orden de los Germanos), fundada el 12 de marzo de 1912, que también incorporaba La liga del Martillo y otros grupos de carácter nacionalista y antijudío.
En mayo de 1914, la Germanenorden (GO) convocó a todas las asociaciones nacionalistas germánicas a un congreso, con el objetivo de crear una sociedad secreta que pudiera hacer frente al poder mundial del judaísmo. En agosto, los miembros de la GO eran ya varios millares, afiliados a centenares de logias en las cuales las ideas de Guido von List y Lanz von Liebenfels eran apreciadas tanto por su investigación de la antigua tradición aria como por su antijudaísmo.
Según se ha podido comprobar, Hitler fue un soldado valiente y cauteloso que mereció las alabanzas de varios jefes, además de un buen camarada. Sus enemigos políticos de la época de Weimar extendieron el rumor –repetido obsesivamente después de 1945– de que habría llevado injustamente la Cruz de Hierro de Primera Clase. Al respecto de esta condecoración, Hitler escribió desde el frente una carta de cuatro páginas a Josef Popp en la que entre otras cosas decía:
“... Me ascendieron a cabo y milagrosamente conseguí salir sin un rasguño; después de tres días de descanso seguimos avanzando, luchamos en Messines y Wytschaete. Allí atacamos dos veces, pero las cosas eran más difíciles cada vez. En mi compañía sólo quedaban ya 42 hombres y en la undécima, 17. Afortunadamente, llegaron tres transportes con 1.200 hombres de reserva. en el segundo combate ya me propusieron para la Cruz de Hierro. Nuestro capital cayó gravemente herido ese mismo día y el asunto de las condecoraciones se enfrió. en compensación fui nombrado enlace de la Plana Mayor, especialmente durante los combates. Desde entonces puedo decir que arriesgo la vida todos los días, y que en más de una ocasión he visto la muerte frente a mí. El propio Teniente Coronel Engelhardt me propuso de nuevo para la Cruz de Hierro. Pero ese mismo día también él cayó herido. Era el segundo oficial que mandaba nuestro regimiento, pues el primero murió al tercer día de entrar en combate. Su ayudante, Eichelsdörfer, volvió a proponerme y, por fin, ayer dos de diciembre, obtuve la Cruz de Hierro. Fue el día más feliz de mi vida. La mayoría de mis camaradas que también se la habían ganado están muertos. Le ruego, estimado Sr. Popp, tenga la amabilidad de guardarme el periódico en el que venga la concesión de dicho galardón. Me gustaría conservarlo como recuerdo si Dios me permite seguir viviendo”. Al final de la carta se despide con estas palabras: “Pienso en Munich a menudo y especialmente en Vd., estimado Sr. Popp... A veces me invade una gran nostalgia. Voy a terminar ya esta carta rogándole disculpe mi retraso en escribir; la culpa la tuvo la Cruz de Hierro”.
Janet Flanner, un periodista de los años 30 publicaba una entrevista concedida por Hitler en la que este relataba una experiencia vivida durante las mortíferas batallas de la Primera Guerra Mundial, cuando se hallaba en una trinchera con varios camaradas: “repentinamente pareció que una voz me decía: ¡Levántate y vete de donde estás!. La voz era tan clara e insistente que automáticamente obedecí, como si se tratara de una orden militar. De inmediato me puse en pie y caminé unos veinte metros a través de la trinchera. Tras de lo cual me senté para continuar comiendo, con la mente de nuevo en calma. Al instante de haber hecho lo que la voz me indicaba, desde el lugar de la trinchera que acaba de abandonar, llegó un destello y un estampido ensordecedor. Era un obús perdido que había estallado en medio del grupo donde había estado sentado anteriormente. Todos los camaradas ahí presentes murieron”.
Tras cuatro años de guerra y terribles batallas en los frentes occidentales del Reich, principalmente en Flandes, Alsacia y Francia, el cuatro de agosto de 1918 Hitler es Distinguido con la Cruz de Hierro de Primera Clase.
El 15 de octubre del mismo año sufre un envenenamiento ocular por gas en La Montagne, siéndole dados los primeros auxilios en el hospital bávaro de campaña de Oudenaarde. Hasta mediados de noviembre permanece en el hospital prusiano de Pasewalk, siendo dado de alta el 21 de noviembre.
Pero el 7 de noviembre de ese año de 1918, Alemania capitulaba cuando todos los frentes bélicos se hallaban fuera de sus fronteras. Es decir, la capitulación alemana no se debió a una derrota militar sino exclusivamente a la traición llevada a cabo desde dentro por políticos “alemanes” vendidos al enemigo de la nación.
El valor y la camaradería militar de Adolf Hitler están perfectamente documentados. En la primavera de 1922, es decir, en una época en la que no existía interés personal alguno en ensalzar a Hitler, el teniente coronel Lüneschloss, el general de brigada Friedrich Petz, el coronel Spatny, antiguo comandante del Regimiento de Infantería nº 16, y un caballero de la Orden de Maximiliano José, el teniente coronel Anton Freiherr von Tubeuf, antiguo batidor y ciclista de un regimiento, coincidieron en describir a Hitler como un soldado valeroso, dispuesto al sacrificio, de gran sangre fría y de carácter intrépido. Lüneschloss, por ejemplo, declaró lo siguiente: “Jamás rehusó un servicio; siempre estaba dispuesto a cumplir las órdenes que fueran, incluso las que nunca hubiéramos confiado a otros asistentes”. Petz manifestó: “Hitler... poseía una inteligencia muy despierta y una gran fortaleza física. El arrojo personal y el valor con que se enfrentaba a las situaciones más peligrosas y a los combates más sangrientos son dignos de mención”. El 20 de marzo de 1922 Spatny recordaba lo siguiente: “La estrecha e inestable línea de batalla (Norte de Francia, Bélgica) en la que se encontraba el Regimiento exigía a todos sus componentes un enorme sacrificio y un enorme valor individual. En este aspecto, Hitler constituía un ejemplo único para todos sus compañeros. Su valor personal y su conducta ejemplar en todas las situaciones ejercían una gran influencia entre sus camaradas, lo que, además de sus virtudes personales, hizo que tanto sus superiores como sus iguales le tuvieran en gran estima”. Von Tubeuf, que fue quien le concedió la Cruz de Hierro de Primera Clase, también hizo una descripción semejante a la de sus compañeros: “Infatigable y siempre dispuesto a cumplir cualquier servicio; no había ninguna situación, por peligrosa que fuera, a la que no se presentara voluntario; contínuamente estaba dispuesto a sacrificarse por los demás y por su Patria. De todos los soldados, fue con él con quien tuve más trato, incluso en el plano humano; me gustaba mantener con él conversaciones privadas en las que ponía de manifiesto el gran amor que sentía por su Patria y durante las cuales me exponía todas sus teorías, fruto de una profunda reflexión”. En la propuesta que el teniente coronel barón von Godin dirigió el 31 de julio de 1918 a la 12ª Brigadade Infantería, decía lo siguiente: “Tanto en los combates de posición como en guerra abierta ha demostrado ser un enlace de gran sangre fría y enorme valor, siempre dispuesto a llevar las órdenes donde fuera, incluso en las situaciones más peligrosas y sin miedo a arriesgar la vida. Cuando en los combates más duros quedaban interrumpidas todas las comunicaciones, Hitler, soldado infatigable y sacrificado, se encargaba de que las órdenes más importantes llegaran a todos los puntos. Fue condecorado el 02.12.1914 con la Cruz de Hierro de Segunda Clase por el valeroso comportamiento demostrado en la batalla de Wytschaete. Personalmente, creo que reúne los meritos suficientes para ser galardonado con la Cruz de Hierro de Primera Clase”.
3- Origen del movimiento político nacionalsocialista
Vamos a ver ahora cómo, desde sus modestos orígenes, Hitler llegó a convertirse en líder indiscutible del movimiento nacionalsocialista y finalmente en Führer del Tercer Reich. Nos situamos en el tiempo inmediatamente anterior al surgir del Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes (N. S. D. A. P.), el cual tiene su origen en una de tantas asociaciones (bund) en las que el pueblo alemán tendía a organizarse de forma natural. En este caso se trataba de la Germanenorden (la Orden de los Germanos), fundada el 12 de marzo de 1912, que también incorporaba La liga del Martillo y otros grupos de carácter nacionalista y antijudío.
En mayo de 1914, la Germanenorden (GO) convocó a todas las asociaciones nacionalistas germánicas a un congreso, con el objetivo de crear una sociedad secreta que pudiera hacer frente al poder mundial del judaísmo. En agosto, los miembros de la GO eran ya varios millares, afiliados a centenares de logias en las cuales las ideas de Guido von List y Lanz von Liebenfels eran apreciadas tanto por su investigación de la antigua tradición aria como por su antijudaísmo.