6- El ritual de iniciación
Indagando sobre el carácter religioso de la Orden de Thule, examinamos brevemente el ritual de iniciación. Esta velada litúrgica era un evento de etiqueta y mientras los novicios permanecían en una habitación contígua, en la sala de la Logia el Maestro ocupaba su asiento con baldaquín, protegido simbólicamente por dos caballeros con túnica blanca y cascos adornados con cuernos. Enfrente se sentaban el tesorero y el secretario, mientras el heraldo se situaba en el centro de la sala. En el punto opuesto al Maestro, en una zona denominada “Bosque del Grial”, se sentaba el Bardo y delante de éste el Maestro de ceremonias, vestido con un hábito azul. Alrededor se distribuían los hermanos, mientras un órgano y un piano acompañaban musicalmente a un pequeño coro de “elfos de la floresta”. Con una gran solemnidad, se comenzaba con el Tannhauser de Wagner. A la luz de las velas los hermanos se hacían la señal de la esvástica retrógira –en sentido izquierdo– y el Maestro les respondía con el mismo signo. Los novicios eran introducidos en la sala con los ojos vendados, mientras el Maestro les hablaba sobre la visión del mundo ario-germánica de la Orden y se encendía la “sagrada llama del bosque”. El Maestro blandía la lanza de Wotan y los dos caballeros cruzaban sus espadas encima de ella: luego se producían una serie de llamadas y respuestas de reconocimiento acompañadas por el Lohengrin y los novicios prestaban juramento ante la Orden. Se proseguía con rituales en los que se personificaban figuras divinas del panteón germánico, creando así una atmósfera mágica por la que el novicio sellaba su pacto con la Orden.
7- Un miting en Nurenberg
Louis Bertrand, académico francés simpatizante con la causa nacionalsocialista (hizo el saludo brazo en alto en la Academia Francesa con ocasión de una sesión de trabajo), ha descrito en su libro dedicado a Adolf Hitler, publicado en 1936, una de las demostraciones del III Reich en Nurenberg: “En el centro de esta enorme explanada, completamente cubierta por tropas armadas, una avenida larga como el lecho de un río que se pierde en las lejanías del horizonte… De pronto, una orquesta wagneriana invisible, llena el espacio de triunfales sonoridades: es la marcha de los Nivelungos… Y he aquí que, desde el fondo de la pradera, a lo largo de la avenida que conduce a la tribuna del Führer, se levanta una franja de púrpura como aquella que anuncia el Sol en el invierno matinal. Veinte mil estandartes se elevan. Acompasado por la música triunfal, el río sube, afluye, se esparce en una vasta capa roja y de repente se detiene con un solo movimiento. Y, con un solo movimiento, los veinte mil estandartes se yerguen, como grandes flores de púrpura, y se inclinan en una salutación unánime, ante la minúscula en la distancia silueta con camisa parda apenas discernible allá arriba, en la cumbre de la tribuna, y que representa el maestro de la Tercera Alemania… Y yo me pregunto qué soberano, qué héroe nacional ha sido aclamado, querido y vitoreado tanto como este hombre, este hombre de camisa parda, que, seguido de su cortejo como un soberano, tiene siempre el aire de un trabajador. Se trata de algo muy distinto a la popularidad; se trata de la religión. Hitler a los ojos de sus seguidores es un enviado, participa de la divinidad”.
8- El Reich de los Mil Años
A lo largo de las épocas, iluminados, filósofos y sabios han anunciado el Paraíso Terrestre, o vaticinado el retorno al caos y la destrucción de la ciudad terrestre, verdadero reino de Satanás. En el ámbito de la ideología de los reyes, las profecías anuncian la encarnación de Mitra (divinidad de origen ario-iranio) en un Salvador-Rey que gobernará mil años. En la época medieval, vino a añadirse a estos mitos el del Gran Monarca Imperial, soberano que debía reinar sobre toda la cristiandad e imponer la paz final precediendo sobre la tierra la venida de Cristo Rey. En España, en Francia, y sobre todo en Alemania, hubo monarcas poderosos dispuestos a acoger favorablemente tales predicciones, que sólo podían favorecer las tentativas de restauración imperial. Por el contrario, el Papado siempre ha visto con malos ojos a estos profetas que ponían en peligro sus privilegios y su misión “apostólica”. El “cesaropapismo” fue siempre considerado por Roma como el peor enemigo de la Iglesia. Federico I “Barbarroja”, Federico II (Hohestaufen), Napoleón, están ahí como ejemplo. Tras todo ello se halla el substrato apocalíptico del final de los tiempos que en la leyenda cristiana es recogido principalmente en el libro del Apocalipsis o la Revelación de san Juan que recibiera en la isla de Patmos. En torno a este fin de los tiempos se mueve una espiral de acontecimientos cuyo desarrollo avanza imparable ya hacia el final en el que la tradición aria anuncia al Enviado que vendrá a reinstaurar el Imperium y la edad dorada. Por su parte, la labor milenaria del judío trata de suplantar el Imperator universal ario por el Mesías bíblico.
El enfrentamiento entre el emperador y el Papa es un reflejo de esta guerra esencial en el que las más de las veces la Iglesia acaba actuando como instrumento del Sanedrín Secreto. En el curso de los cuatro siglos que van desde el año 1000 al 1400 hallamos en el bando del Imperator juntos a cátaros, valdenses y gibelinos.
Federico II, emperador desde 1220 a 1250, había sido preparado y elegido por los templarios en San Juan de Acre hacia 1228 para llevar a cabo la instauración del reino mesiánico universal. Pero el plan fracasó, porque Federico II, a diferencia de sus antecesores, supo acceder al conocimiento sutil del esoterismo, llegando a conocer el verdadero “secreto”, el plan mesiánico de los templarios. Fue así como acabó rechazando sus planes y enfrentándose a ellos. Emperador de Alemania, rey de los romanos, rey de Sicilia, rey de Jerusalén, Federico II de “Hohestaufen” fue un soberano prestigioso. Su gran inteligencia acabaría convirtiéndolo en enemigo irreductible del papado. Se inició en la gnosis y buscaba la llave de las cosas ocultas por la búsqueda del conocimiento a través de la historia del Graal y del conocimiento antiguo. Mostró interés por el sufismo islámico, hablaba varias lenguas, entre ellas el árabe y el griego.
Tras la muerte de Federico II (1250), la leyenda se centró en él, recordándole como el emperador dormido que aguarda en el interior de una montaña el tiempo de despertar y de restituir el imperium. Luego, en el siglo XVI, el emperador dormido se convirtió en Federico Barbarroja. “Desde entonces, para los alemanes, el emperador prometido duerme en las profundidades de una gruta de Turingia. Está sentado ante una mesa de piedra, y, dado que duerme, su barba rodea ya varias veces el contorno de la mesa. En ocasiones se despierta para preguntar al pastor que le vela: “ ¿Vuelan todavía los cuervos alrededor de la montaña?”, y el pastor responde tristemente: “Sí.” El emperador reemprende entonces el sueño secular, esperando el día en que conducirá a Alemania a la cabeza de todos los otros pueblos”. “Entonces, el Reich que durará mil años abarcará toda Europa”, como subraya Eric Muraise, “la leyenda del emperador dormido adquirirá una nueva magnitud cuando se apoye en la transposición poética de la leyenda del Graal (Grial), copa santa, cuya revelación purificará y unirá toda la cristiandad desmembrada”.
Indagando sobre el carácter religioso de la Orden de Thule, examinamos brevemente el ritual de iniciación. Esta velada litúrgica era un evento de etiqueta y mientras los novicios permanecían en una habitación contígua, en la sala de la Logia el Maestro ocupaba su asiento con baldaquín, protegido simbólicamente por dos caballeros con túnica blanca y cascos adornados con cuernos. Enfrente se sentaban el tesorero y el secretario, mientras el heraldo se situaba en el centro de la sala. En el punto opuesto al Maestro, en una zona denominada “Bosque del Grial”, se sentaba el Bardo y delante de éste el Maestro de ceremonias, vestido con un hábito azul. Alrededor se distribuían los hermanos, mientras un órgano y un piano acompañaban musicalmente a un pequeño coro de “elfos de la floresta”. Con una gran solemnidad, se comenzaba con el Tannhauser de Wagner. A la luz de las velas los hermanos se hacían la señal de la esvástica retrógira –en sentido izquierdo– y el Maestro les respondía con el mismo signo. Los novicios eran introducidos en la sala con los ojos vendados, mientras el Maestro les hablaba sobre la visión del mundo ario-germánica de la Orden y se encendía la “sagrada llama del bosque”. El Maestro blandía la lanza de Wotan y los dos caballeros cruzaban sus espadas encima de ella: luego se producían una serie de llamadas y respuestas de reconocimiento acompañadas por el Lohengrin y los novicios prestaban juramento ante la Orden. Se proseguía con rituales en los que se personificaban figuras divinas del panteón germánico, creando así una atmósfera mágica por la que el novicio sellaba su pacto con la Orden.
7- Un miting en Nurenberg
Louis Bertrand, académico francés simpatizante con la causa nacionalsocialista (hizo el saludo brazo en alto en la Academia Francesa con ocasión de una sesión de trabajo), ha descrito en su libro dedicado a Adolf Hitler, publicado en 1936, una de las demostraciones del III Reich en Nurenberg: “En el centro de esta enorme explanada, completamente cubierta por tropas armadas, una avenida larga como el lecho de un río que se pierde en las lejanías del horizonte… De pronto, una orquesta wagneriana invisible, llena el espacio de triunfales sonoridades: es la marcha de los Nivelungos… Y he aquí que, desde el fondo de la pradera, a lo largo de la avenida que conduce a la tribuna del Führer, se levanta una franja de púrpura como aquella que anuncia el Sol en el invierno matinal. Veinte mil estandartes se elevan. Acompasado por la música triunfal, el río sube, afluye, se esparce en una vasta capa roja y de repente se detiene con un solo movimiento. Y, con un solo movimiento, los veinte mil estandartes se yerguen, como grandes flores de púrpura, y se inclinan en una salutación unánime, ante la minúscula en la distancia silueta con camisa parda apenas discernible allá arriba, en la cumbre de la tribuna, y que representa el maestro de la Tercera Alemania… Y yo me pregunto qué soberano, qué héroe nacional ha sido aclamado, querido y vitoreado tanto como este hombre, este hombre de camisa parda, que, seguido de su cortejo como un soberano, tiene siempre el aire de un trabajador. Se trata de algo muy distinto a la popularidad; se trata de la religión. Hitler a los ojos de sus seguidores es un enviado, participa de la divinidad”.
8- El Reich de los Mil Años
A lo largo de las épocas, iluminados, filósofos y sabios han anunciado el Paraíso Terrestre, o vaticinado el retorno al caos y la destrucción de la ciudad terrestre, verdadero reino de Satanás. En el ámbito de la ideología de los reyes, las profecías anuncian la encarnación de Mitra (divinidad de origen ario-iranio) en un Salvador-Rey que gobernará mil años. En la época medieval, vino a añadirse a estos mitos el del Gran Monarca Imperial, soberano que debía reinar sobre toda la cristiandad e imponer la paz final precediendo sobre la tierra la venida de Cristo Rey. En España, en Francia, y sobre todo en Alemania, hubo monarcas poderosos dispuestos a acoger favorablemente tales predicciones, que sólo podían favorecer las tentativas de restauración imperial. Por el contrario, el Papado siempre ha visto con malos ojos a estos profetas que ponían en peligro sus privilegios y su misión “apostólica”. El “cesaropapismo” fue siempre considerado por Roma como el peor enemigo de la Iglesia. Federico I “Barbarroja”, Federico II (Hohestaufen), Napoleón, están ahí como ejemplo. Tras todo ello se halla el substrato apocalíptico del final de los tiempos que en la leyenda cristiana es recogido principalmente en el libro del Apocalipsis o la Revelación de san Juan que recibiera en la isla de Patmos. En torno a este fin de los tiempos se mueve una espiral de acontecimientos cuyo desarrollo avanza imparable ya hacia el final en el que la tradición aria anuncia al Enviado que vendrá a reinstaurar el Imperium y la edad dorada. Por su parte, la labor milenaria del judío trata de suplantar el Imperator universal ario por el Mesías bíblico.
El enfrentamiento entre el emperador y el Papa es un reflejo de esta guerra esencial en el que las más de las veces la Iglesia acaba actuando como instrumento del Sanedrín Secreto. En el curso de los cuatro siglos que van desde el año 1000 al 1400 hallamos en el bando del Imperator juntos a cátaros, valdenses y gibelinos.
Federico II, emperador desde 1220 a 1250, había sido preparado y elegido por los templarios en San Juan de Acre hacia 1228 para llevar a cabo la instauración del reino mesiánico universal. Pero el plan fracasó, porque Federico II, a diferencia de sus antecesores, supo acceder al conocimiento sutil del esoterismo, llegando a conocer el verdadero “secreto”, el plan mesiánico de los templarios. Fue así como acabó rechazando sus planes y enfrentándose a ellos. Emperador de Alemania, rey de los romanos, rey de Sicilia, rey de Jerusalén, Federico II de “Hohestaufen” fue un soberano prestigioso. Su gran inteligencia acabaría convirtiéndolo en enemigo irreductible del papado. Se inició en la gnosis y buscaba la llave de las cosas ocultas por la búsqueda del conocimiento a través de la historia del Graal y del conocimiento antiguo. Mostró interés por el sufismo islámico, hablaba varias lenguas, entre ellas el árabe y el griego.
Tras la muerte de Federico II (1250), la leyenda se centró en él, recordándole como el emperador dormido que aguarda en el interior de una montaña el tiempo de despertar y de restituir el imperium. Luego, en el siglo XVI, el emperador dormido se convirtió en Federico Barbarroja. “Desde entonces, para los alemanes, el emperador prometido duerme en las profundidades de una gruta de Turingia. Está sentado ante una mesa de piedra, y, dado que duerme, su barba rodea ya varias veces el contorno de la mesa. En ocasiones se despierta para preguntar al pastor que le vela: “ ¿Vuelan todavía los cuervos alrededor de la montaña?”, y el pastor responde tristemente: “Sí.” El emperador reemprende entonces el sueño secular, esperando el día en que conducirá a Alemania a la cabeza de todos los otros pueblos”. “Entonces, el Reich que durará mil años abarcará toda Europa”, como subraya Eric Muraise, “la leyenda del emperador dormido adquirirá una nueva magnitud cuando se apoye en la transposición poética de la leyenda del Graal (Grial), copa santa, cuya revelación purificará y unirá toda la cristiandad desmembrada”.