APUNTES SOBRE LA ACTUALIDAD POLÍTICA
Pedro Sánchez está muy nervioso. Tal vez eso sea consecuencia del otoño, una estación proclive a invocar las excentricidades y las personalidades ciclotímicas. En cualquier caso, deberemos reconocer que motivos no le faltan a dos meses escasos de unas elecciones generales decisivas en las que se juega su prestigio y, seguramente, su futuro político. Pienso (algo que parece estar infravalorado en estos tiempos anfetamínicos), que el líder del PSOE sigue teniendo posibilidades de formar gobierno –que no es lo mismo que ganar las elecciones- si de aquí al 20 de diciembre no comete más desatinos. Olvidémonos por un instante del PP, de sus luchas intestinas y canibalismo rampante. El PSOE, como todos los viejos partidos con experiencia de gobierno, presenta un historial de luces y sombras que alterna grandes logros y errores de bulto. No hace falta subrayar que al partido fundado por Pablo Iglesias Posse en 1879 en una taberna de la madrileña calle de Tetuán, le debemos un esencial protagonismo en la Transición política que iba a marcar su nuevo perfil con un viraje en donde abandonó los arcaicos postulados marxistas para situar a la formación en las coordenadas de la moderna socialdemocracia europea. Desde la posición privilegiada que le otorgó el voto de las clases más dinámicas de la sociedad -encadenando victorias durante varias legislaturas seguidas a partir de 1982- logró aprobar y consolidar derechos fundamentales de los trabajadores y avances sociales ineludibles en el firme itinerario de una democracia incipiente. Negar esto sería tan estúpido como negar la responsabilidad de sus dirigentes (aunque sólo sea en su deber in vigilando) de los casos de corrupción que han asolado al partido en las últimas décadas.
Pedro Sánchez, que en mi opinión no es el gran líder que el PSOE del siglo XXI necesita para recuperar la fuerza representativa de épocas pasadas, acaba de cometer el primer error grave de la larga precampaña al elaborar la lista de la candidatura al congreso de los diputados por Madrid, en donde chirría como las uñas de una vampiresa sobre una pizarra, la incorporación de “paracaidistas” en unas decisiones unilaterales que no van a aportar ni un solo voto al partido a pesar de que las listas han sido aprobadas por amplio consenso. Quizá tampoco resten, pero se trata de sumar. Siempre se había comentado que la Federación Socialista Madrileña (FSM) -hasta ahora la más fuerte e influyente junto a la andaluza- estaba cuajada de militantes carismáticos y preparadísimos y nadie tenía razones objetivas para dudar de ello. Una vez confeccionada la lista, nos vemos obligados a pensar que realmente o eso no era verdad o se han pasado esa premisa por el forro de sus entretelas: en el puesto número cuatro por Madrid nos encontramos con la tránsfuga de UPyD Irene Lozano con la misión de llevar a cabo la regeneración democrática, una excusa peregrina que se impone como una ridícula entelequia porque la regeneración la tienen que llevar a cabo los partidos políticos desde dentro como un ejercicio inexcusable de catarsis interna que la sociedad les exige. Irene Lozano es una arribista con ansias de poder que sólo quiere seguir viviendo de la mamandurria y cuyos únicos méritos políticos son sus recordadas peroratas contra la corrupción de los dos grandes partidos y enfáticamente del partido socialista. Un fichaje improvisado que no ha caído nada bien entre las bases y mucho menos entre algunos popes del partido del puño y la rosa, que la exigieron que pidiera perdón por sus insultos a los militantes honrados del partido.
En el número seis de esa misma lista nos encontramos con Zaida Cantera, ex comandante del ejército que está incluida al igual que Lozano como independiente y que carece de experiencia o bagaje político. Otra extravagancia. En el número 2 y sólo por detrás de Sánchez aparece la catalana Meritxell Batet, diputada del PSC -también incluida al principio de su trayectoria como independiente- que apenas cuenta con prestigio entre las bases aunque tiene ya un cierto recorrido político. Aun así, muchos militantes ni la conocían. En los cenáculos madrileños cuentan que el nombre de Pedro Sánchez está en una picota de la FSM a la espera de colgar allí su cabeza una vez se sepan los resultados de las elecciones de diciembre si estos les son adversos. Muchos de sus miembros se preguntan si no existen militantes a la altura en su federación y el por qué de la marginación que están sufriendo. El descontento es patente y facciones lideradas por Tomás Gómez y Antonio Miguel Carmona estarían dispuestas a recoger con agrado los restos del naufragio. Pedro Sánchez no está demostrando mucha sensibilidad e inteligencia en el manejo de los primeros compases de esta precampaña electoral. No es una cuestión baladí, porque somos muchos los ciudadanos sin filiación política y escasas simpatías por el sistema que pensamos que es necesario un cambio, y que nos atrevemos a pronosticar que el partido ganador quedará al fin rehén de su propia debilidad. No será con ocurrencias como ésta que el secretario general de los socialistas recortará la ventaja que según todas las encuestas le saca el PP, sino promulgando lo que una vez dijo lúcidamente el fundador de su partido: “no es desde el parlamento donde se destruye el orden burgués y se restablece el orden social”, sino respirando el hollín y pisoteando el barro, amplío yo. Pero es tan cómodo agitar desde el suave tercipelo.
Pedro Sánchez está muy nervioso. Tal vez eso sea consecuencia del otoño, una estación proclive a invocar las excentricidades y las personalidades ciclotímicas. En cualquier caso, deberemos reconocer que motivos no le faltan a dos meses escasos de unas elecciones generales decisivas en las que se juega su prestigio y, seguramente, su futuro político. Pienso (algo que parece estar infravalorado en estos tiempos anfetamínicos), que el líder del PSOE sigue teniendo posibilidades de formar gobierno –que no es lo mismo que ganar las elecciones- si de aquí al 20 de diciembre no comete más desatinos. Olvidémonos por un instante del PP, de sus luchas intestinas y canibalismo rampante. El PSOE, como todos los viejos partidos con experiencia de gobierno, presenta un historial de luces y sombras que alterna grandes logros y errores de bulto. No hace falta subrayar que al partido fundado por Pablo Iglesias Posse en 1879 en una taberna de la madrileña calle de Tetuán, le debemos un esencial protagonismo en la Transición política que iba a marcar su nuevo perfil con un viraje en donde abandonó los arcaicos postulados marxistas para situar a la formación en las coordenadas de la moderna socialdemocracia europea. Desde la posición privilegiada que le otorgó el voto de las clases más dinámicas de la sociedad -encadenando victorias durante varias legislaturas seguidas a partir de 1982- logró aprobar y consolidar derechos fundamentales de los trabajadores y avances sociales ineludibles en el firme itinerario de una democracia incipiente. Negar esto sería tan estúpido como negar la responsabilidad de sus dirigentes (aunque sólo sea en su deber in vigilando) de los casos de corrupción que han asolado al partido en las últimas décadas.
Pedro Sánchez, que en mi opinión no es el gran líder que el PSOE del siglo XXI necesita para recuperar la fuerza representativa de épocas pasadas, acaba de cometer el primer error grave de la larga precampaña al elaborar la lista de la candidatura al congreso de los diputados por Madrid, en donde chirría como las uñas de una vampiresa sobre una pizarra, la incorporación de “paracaidistas” en unas decisiones unilaterales que no van a aportar ni un solo voto al partido a pesar de que las listas han sido aprobadas por amplio consenso. Quizá tampoco resten, pero se trata de sumar. Siempre se había comentado que la Federación Socialista Madrileña (FSM) -hasta ahora la más fuerte e influyente junto a la andaluza- estaba cuajada de militantes carismáticos y preparadísimos y nadie tenía razones objetivas para dudar de ello. Una vez confeccionada la lista, nos vemos obligados a pensar que realmente o eso no era verdad o se han pasado esa premisa por el forro de sus entretelas: en el puesto número cuatro por Madrid nos encontramos con la tránsfuga de UPyD Irene Lozano con la misión de llevar a cabo la regeneración democrática, una excusa peregrina que se impone como una ridícula entelequia porque la regeneración la tienen que llevar a cabo los partidos políticos desde dentro como un ejercicio inexcusable de catarsis interna que la sociedad les exige. Irene Lozano es una arribista con ansias de poder que sólo quiere seguir viviendo de la mamandurria y cuyos únicos méritos políticos son sus recordadas peroratas contra la corrupción de los dos grandes partidos y enfáticamente del partido socialista. Un fichaje improvisado que no ha caído nada bien entre las bases y mucho menos entre algunos popes del partido del puño y la rosa, que la exigieron que pidiera perdón por sus insultos a los militantes honrados del partido.
En el número seis de esa misma lista nos encontramos con Zaida Cantera, ex comandante del ejército que está incluida al igual que Lozano como independiente y que carece de experiencia o bagaje político. Otra extravagancia. En el número 2 y sólo por detrás de Sánchez aparece la catalana Meritxell Batet, diputada del PSC -también incluida al principio de su trayectoria como independiente- que apenas cuenta con prestigio entre las bases aunque tiene ya un cierto recorrido político. Aun así, muchos militantes ni la conocían. En los cenáculos madrileños cuentan que el nombre de Pedro Sánchez está en una picota de la FSM a la espera de colgar allí su cabeza una vez se sepan los resultados de las elecciones de diciembre si estos les son adversos. Muchos de sus miembros se preguntan si no existen militantes a la altura en su federación y el por qué de la marginación que están sufriendo. El descontento es patente y facciones lideradas por Tomás Gómez y Antonio Miguel Carmona estarían dispuestas a recoger con agrado los restos del naufragio. Pedro Sánchez no está demostrando mucha sensibilidad e inteligencia en el manejo de los primeros compases de esta precampaña electoral. No es una cuestión baladí, porque somos muchos los ciudadanos sin filiación política y escasas simpatías por el sistema que pensamos que es necesario un cambio, y que nos atrevemos a pronosticar que el partido ganador quedará al fin rehén de su propia debilidad. No será con ocurrencias como ésta que el secretario general de los socialistas recortará la ventaja que según todas las encuestas le saca el PP, sino promulgando lo que una vez dijo lúcidamente el fundador de su partido: “no es desde el parlamento donde se destruye el orden burgués y se restablece el orden social”, sino respirando el hollín y pisoteando el barro, amplío yo. Pero es tan cómodo agitar desde el suave tercipelo.