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LA HABA: Y me fui a ver "Mi gran noche"......

Y me fui a ver "Mi gran noche"...

LA CUTREZ COMO ESTIGMA

Deseo, sinceramente, que el recorrido comercial de esta película resulte excelente porque siempre será una buena noticia para el cine español y porque quien arriesga la pasta es Enrique Cerezo, el presidente de mi querido Atleti. En su vertiente artística, "Mi gran noche" no pasa de ser un intrascendente y caótico homenaje al desfase de la Nochevieja, fecha en donde todo el mundo y seguramente sin nada que lo justifique, sufre un subidón de adrenalina, felicidad y buenrollismo hasta sentirnos estimulados para hacer las más ridículas payasadas. Pasotes y empachos que se convierten en la foto movida de lo que realmente somos: un pueblo triste y acomplejado que necesita, como el yonki la heroína, cualquier excusa para desmadrarnos y mostrar de manera impostada nuestra alegría y ansias de vivir, desnudando así la mera figuración de nuestras vidas, el esperpento como ilusión, la cutrez como estigma popular, como rito hortera que centrifuga las más mohosas envidias y enconados odios. La telebasura, con su orla de semen y sangre que actúa como santuario de chonis y reflejo de nuestro nivel intelectual y patético estado de ánimo. Mi gran noche es un espectáculo coral vitriólico y cañí rebosante de los iconos patrios que tanto le gusta mostrar a su director, de ídolos como Alphonso/Raphael, el artista incombustible y de dentadura incorruptible convertido en un villano autoparódico y enredado en una trama floja y delirante que explora su reverso oscuro.

"Mi gran noche" es poca cosa, otro circo montado por el director bilbaíno Álex de la Iglesia para su disfrute personal -y el de sus colegas- rindiendo culto a sus mitos en una montaña rusa que produce un mareo importante, con una saturación indigesta de subtramas y personajes histriónicos reconocibles –supongo- para los que comparten con la caja tonta su soledad. Y uno tiene la impresión de que la descontrolada parodia acaba fagocitada por el objeto parodiado dejando una sensación chusca para alguien a quien le resulta extraño todo ese universo televisivo, como es mi caso. Así, he de reconocer que la película me ha hecho poca gracia a pesar de la absurda incontinencia de acción y chistes cuya principal virtud no es la sutil sagacidad. Estamos ante una especie de broma pergeñada entre colegas donde reina el artificio y la aparatosidad sin apenas momentos de calma o contención. Y si la mesura no es una de las grandes virtudes del director vasco, la apoteosis llega siempre con el clímax final, la guinda del pastel, un desenlace absolutamente dislocado, un desparrame para degustadores del quilombo grotesco, el todo vale y cuanto más mejor. ¡Pasen y vean! Nunca una barrabasada sobre el tan siniestro como fútil espectáculo televisivo ha resultado tan hiperbólica y estridente, y es que una cosa es mostrar las tripas de la grabación televisiva de una gala de Nochevieja, y otra saborear sus heces.