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LA HABA: PAISANOS DE MAGACELA: (1), Acisclo....

PAISANOS DE MAGACELA: (1), Acisclo.

LA TINAJA, esa vasija que sosiega, nacida adulta y obesa, con boca fresca de labios gruesos, amiga de rincones oscuros y vertedero de cántaros y fuente para búcaros y botijos: esa roja hermosura cóncavo convexa que fue la despensa de agua en las casas jabeñas, nos la ofrecía Acisclo, el hombre que venía del Cerro.

Porque en La Haba nunca hubo artesanos del barro, era Magacela quien nos proveía de los entrañables alfareros: muy alto, rubio, de rostro agradable y ojos claros, Acisclo era un artista de porte aristocrático que todos los jueves tenía a bien bajar de su atalaya para embelesarnos con su figura y sus trabajos. Lo recuerdo junto a su bonachona burra parda, un verdadero escaparate móvil, que - engalanada con jáquima de colores vivos de la que pendían tintineantes cascabeles- portaba cuatro jaques de esparto repletos de vasijas de todo tipo: cántaros, cantarillas, botijos de labrador, barriles domésticos, búcaros para adornar, barreños, ollas, cacerolas, jarras, macetas y una tinajilla a escala como muestra.

Primero, la “Popi” (el grifo) y luego, el frigorífico, dieron al traste con la vida de la entrañable tinaja y hermanos creados de barro. Amenazadas por el maldito plástico, solo sobrevivirían algunas hermosas macetas rojas que -cobijando a los frondosos y verdeantes helechos, pilistras y aureolas- jalonan el tedio de los viejos en el corral y amenizan el paso de las aburridas procesiones jabeñas. Ojalá que alguien no permita que se extinga este tradicional oficio sereno: aunque solo sea por mantener en el recuerdo –entre otras- las hermosas manos de Acisclo.

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