Finalizada la obra de la iglesia. A mí me gusta como ha quedado. Pero más allá de la cuestión estética -importante, sin duda, porque de lo que hablamos es de la estructura de un edificio patrimonial-, lo que se ha conseguido es que nadie tema por su integridad física en actos tan cotidianos como aparcar el coche, caminar o disfrutar del entorno. Claro, la seguridad absoluta no existe en ninguna parte, y estoy convencido de que contamos con las mismas probabilidades potenciales de que nos caiga un meteorito encima que las que realmente tenemos de que nos toque el Gordo de Navidad. Desde luego yo tengo más posibilidades de que me entierre varios metros el meteorito porque no juego. Será por buena suerte... Por cierto, no echo de menos el reloj, nunca lo he considerado un objeto de culto y el fenecido me hacia vivir en el día de la marmota, en un bucle temporal del que era difícil escapar. Un día se le torció el entrecejo y creí que llegaba el Apocalipsis. La torre ha recuperado su aspecto primigenio y su solera. Me molesté en preguntar a mis colegas de Ecologistas en Acción cuánto pesa un nido de cigüeñas y me dijeron que su peso, cuando está bien formado, puede oscilar entre los 200 y 300 kg.
Eso sí, tras la necesaria restauración, ahora luce peor esa zona de las traseras de la iglesia que ancestralmente fue un cementerio, que los de mi generación utilizábamos para jugar al fútbol y los bolindres e invitábamos a fumar a los murciélagos cuando nos tomábamos una litrona. Un espacio reconvertido en parque en los últimos lustros y que actualmente se encuentra en una progresiva decadencia, lo que confiere un mal aspecto al enclave y proyecta una sensación de abandono. Bien, llegados a este punto, habría que decirles a todos esos listillos que quieren eliminar los ayuntamientos o fusionarlos, que para las personas que vivimos en zonas rurales (unos 15 millones) el ayuntamiento es la institución más accesible, eficaz y cercana, que a través de sus múltiples y variados servicios se solucionan muchos asuntos y problemas de índole municipal, vecinal y burocráticos que representan un auténtico galimatías para muchos ciudadanos, que en esa casa grande de la villa son escuchadas y recogidas todas las quejas e inquietudes de la población porque los que en ella trabajan son nuestros empleados y están obligados a cumplir con ese deber, y que en la medida de sus posibilidades realizan una obra de carácter social insustituible en los tiempos que corren. Que nadie, en fin, debería tener recelos ni prejuicios a la hora de exponer sus ideas, y que a través de la participación vecinal se pueden conseguir grandes logros si existen propuestas sólidas y viables.
Sé que no son buenos tiempos para la lírica, que a pesar de la buena voluntad, los presupuestos son muy limitados y hay necesidades más perentorias. Aun así, yo he pensado que una solución para ese espacio de la parte trasera de la iglesia para ejecutar a medio o largo plazo (y que no supondría un gasto desorbitado) puede consistir en ajardinar bien la zona (con vegetales autóctonos, ya que es una zona de umbría) y colocar algunos elementos decorativos como algunas jardineras con rosales, una fuente o alguna estatua de algún personaje insigne de la región (Espronceda, Zurbarán, Eduardo Naranjo, Luis Chamizo, Felipe Trigo...). El cerramiento debería ser otro pues confiere al espacio una apariencia carcelaria. Algo así se acabará llevando a cabo, porque ahí tienen difícil encaje otras ocurrencias y todos coincidiremos que si algo sobra en ese entorno es hormigón, y lo que falta es un pequeño pulmón que dote al ambiente de alegría, desahogo y vitalidad... y que además puede servir para tomar preciosas instantáneas cuando se celebran eventos como comuniones, bautizos, bodas...
¿Una utopía? Puede, pero es mi propuesta, realizada de forma constructiva. Si no les parece así y creen que es un brindis al sol, llámenme Ruíz. Ya nada me sorprende desde que oí llamar demagogo a un hombre que rebuscaba entre la comida caducada del contenedor de un supermercado.
País de fieras.
Eso sí, tras la necesaria restauración, ahora luce peor esa zona de las traseras de la iglesia que ancestralmente fue un cementerio, que los de mi generación utilizábamos para jugar al fútbol y los bolindres e invitábamos a fumar a los murciélagos cuando nos tomábamos una litrona. Un espacio reconvertido en parque en los últimos lustros y que actualmente se encuentra en una progresiva decadencia, lo que confiere un mal aspecto al enclave y proyecta una sensación de abandono. Bien, llegados a este punto, habría que decirles a todos esos listillos que quieren eliminar los ayuntamientos o fusionarlos, que para las personas que vivimos en zonas rurales (unos 15 millones) el ayuntamiento es la institución más accesible, eficaz y cercana, que a través de sus múltiples y variados servicios se solucionan muchos asuntos y problemas de índole municipal, vecinal y burocráticos que representan un auténtico galimatías para muchos ciudadanos, que en esa casa grande de la villa son escuchadas y recogidas todas las quejas e inquietudes de la población porque los que en ella trabajan son nuestros empleados y están obligados a cumplir con ese deber, y que en la medida de sus posibilidades realizan una obra de carácter social insustituible en los tiempos que corren. Que nadie, en fin, debería tener recelos ni prejuicios a la hora de exponer sus ideas, y que a través de la participación vecinal se pueden conseguir grandes logros si existen propuestas sólidas y viables.
Sé que no son buenos tiempos para la lírica, que a pesar de la buena voluntad, los presupuestos son muy limitados y hay necesidades más perentorias. Aun así, yo he pensado que una solución para ese espacio de la parte trasera de la iglesia para ejecutar a medio o largo plazo (y que no supondría un gasto desorbitado) puede consistir en ajardinar bien la zona (con vegetales autóctonos, ya que es una zona de umbría) y colocar algunos elementos decorativos como algunas jardineras con rosales, una fuente o alguna estatua de algún personaje insigne de la región (Espronceda, Zurbarán, Eduardo Naranjo, Luis Chamizo, Felipe Trigo...). El cerramiento debería ser otro pues confiere al espacio una apariencia carcelaria. Algo así se acabará llevando a cabo, porque ahí tienen difícil encaje otras ocurrencias y todos coincidiremos que si algo sobra en ese entorno es hormigón, y lo que falta es un pequeño pulmón que dote al ambiente de alegría, desahogo y vitalidad... y que además puede servir para tomar preciosas instantáneas cuando se celebran eventos como comuniones, bautizos, bodas...
¿Una utopía? Puede, pero es mi propuesta, realizada de forma constructiva. Si no les parece así y creen que es un brindis al sol, llámenme Ruíz. Ya nada me sorprende desde que oí llamar demagogo a un hombre que rebuscaba entre la comida caducada del contenedor de un supermercado.
País de fieras.