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LA HABA: (1) EL REBUSCO....

(1) EL REBUSCO.

Yo fui un crío con suerte: porque para juir del hambre, sólo hube de sufrir el frío. En la época del Difunto, con alguna excepción, casi todos fuimos niños trabajadores; hoy me viene a la memoria una de las tareas infantiles que realizábamos por estas fechas de invierno: EL REBUSCO.
Una vez se daba por recogida la cosecha, los niños buscábamos y recogíamos, una aquí y otra allá, las pocas aceitunas que yacían bajo la costra de escarcha que cubrían los terrones de los campos jabeños: hacía mucho frío, doy fe dello. Con el frío se padece mucho y declaro que es mentira eso de que “andando se quita el frío”, mentira cochina: el frío se quita con amor, con abrigo, con arrumacos y cobijo. Un niño abocado al frío páramo sereno para rebuscar aceituna -en esos días en que el Sol no puede con la niebla y los vientos sensañan con los desamparados- es un desgarro andante: una criatura así produce carámbano de mocos verdes, llora lágrimas de aire pobres en sal, tirita cómicamente, sestremece, sencoge, adelgaza de súbito y solo/sólo roza el alivio cuando se mea las manitas con el amarillo y humante orín de que la naturaleza le provee.

Aquellos estragos del frío no pueden nublar sin embargo -y es con lo que me quedo- la felicidad que me producía el milagroso trueque de convertir doce quilos de negra aceituna en dos litros de verdísimo aceite, aquello era la gloria; fue entonces cuando descubrí el bálsamo de la pobreza: si estaba dispuesto a trabajar y a sufrir el frío, nunca jamás padecería de hambre. Lo que nunca imaginé de niño, ni siquiera en la peor de mis pesadillas, fue que a los hombres de bien -algún día- se les pudiera negar el trabajo, incluso pasando frío.

¡BIENVENIDOS, JABEÑOS Y JABEÑAS A ESTE 2016!