LAZOS DE HERMANDAD
Me ha gustado mucho la representación vivida en nuestro pueblo sobre el lazo de hermandad (sentimiento sublime) que conecta nuestra querida y vetusta La Haba con la preciosa localidad barcelonesa de Sant Cugat del Vallés, ciudad que conozco bien y que visité con asiduidad cuando vivía en aquella tierra. Fue en Sant Cugat, uno de los núcleos poblacionales más importantes y elegantes del Vallés Occidental, mayormente en las décadas de los 60 y 70, donde encontraron acomodo infinidad de paisanos que tuvieron que abandonar su pueblo para buscarse las habichuelas y forjar así un futuro para su familia, formando con el tiempo una numerosa y sólida comunidad que ha culminado con un hermanamiento entre dos poblaciones que va más allá de un simple gesto.
Me dicen que nuestros visitantes se han marchado muy contentos y satisfechos, que el tiempo se les ha hecho corto, nada extraño para quien sabe de nuestras costumbres y hospitalidad. Porque a los pueblos, más que la política, las diferencias idiomáticas o culturales, lo que les une es la humanidad, el deseo de prosperidad y la idea de un proyecto de futuro que sirva para aunar voluntades y progresar teniendo como meta un mundo mejor, y no para enfatizar los enconos y las diferencias que, en todo caso, pueden ser enriquecedoras. Tan lejanos en la distancia, tan cerca en nuestros pensamientos y corazones, con el pueblo jabeño, nuestros visitantes han podido compartir momentos de ocio y cultura e intercambiar impresiones, conocer otro ritmo de vida que late con una pulsión distinta pero con la misma ilusión y ansias de crecer.
Gracias a quienes lo han hecho posible, a la anterior corporación municipal con su alcalde al frente, a los actuales regidores de las dos localidades, y especialmente, al pueblo llano sancugatense y jabeño, por demostrar que los artificios de la mala política son estériles ante la simple verdad de la buena convivencia entre seres humanos.
Un abrazo para todos.
Me ha gustado mucho la representación vivida en nuestro pueblo sobre el lazo de hermandad (sentimiento sublime) que conecta nuestra querida y vetusta La Haba con la preciosa localidad barcelonesa de Sant Cugat del Vallés, ciudad que conozco bien y que visité con asiduidad cuando vivía en aquella tierra. Fue en Sant Cugat, uno de los núcleos poblacionales más importantes y elegantes del Vallés Occidental, mayormente en las décadas de los 60 y 70, donde encontraron acomodo infinidad de paisanos que tuvieron que abandonar su pueblo para buscarse las habichuelas y forjar así un futuro para su familia, formando con el tiempo una numerosa y sólida comunidad que ha culminado con un hermanamiento entre dos poblaciones que va más allá de un simple gesto.
Me dicen que nuestros visitantes se han marchado muy contentos y satisfechos, que el tiempo se les ha hecho corto, nada extraño para quien sabe de nuestras costumbres y hospitalidad. Porque a los pueblos, más que la política, las diferencias idiomáticas o culturales, lo que les une es la humanidad, el deseo de prosperidad y la idea de un proyecto de futuro que sirva para aunar voluntades y progresar teniendo como meta un mundo mejor, y no para enfatizar los enconos y las diferencias que, en todo caso, pueden ser enriquecedoras. Tan lejanos en la distancia, tan cerca en nuestros pensamientos y corazones, con el pueblo jabeño, nuestros visitantes han podido compartir momentos de ocio y cultura e intercambiar impresiones, conocer otro ritmo de vida que late con una pulsión distinta pero con la misma ilusión y ansias de crecer.
Gracias a quienes lo han hecho posible, a la anterior corporación municipal con su alcalde al frente, a los actuales regidores de las dos localidades, y especialmente, al pueblo llano sancugatense y jabeño, por demostrar que los artificios de la mala política son estériles ante la simple verdad de la buena convivencia entre seres humanos.
Un abrazo para todos.