El denominado Templo de Diana es un templo
romano construido en el siglo I d. C. en la ciudad de Augusta Emerita, capital de la provincia
romana de Lusitania, actual
Mérida (
España). Se levantó en el
foro municipal de la ciudad romana siguiendo la configuración habitual de los templos de la
antigüedad clásica y es el único
edificio religioso romano que ha perdurado en Mérida en un aceptable estado de conservación. En realidad estaba dedicado al culto imperial, no a la diosa Diana, y debió ser uno de los templos principales de la urbe, a juzgar por su dedicación y por el lugar preeminente que ocupaba en el espacio urbano. Desde 1993 está declarado Patrimonio de la Humanidad como parte del Conjunto arqueológico de Mérida.
Descripción
El llamado templo de Diana estaba emplazado en lo que fue el foro central de Mérida, próximo al cruce de las dos
vías principales de la ciudad, el cardo y el decumano, cuya línea sigue la actual
calle de
Santa Eulalia, y sería uno de los
edificios monumentales que acotaron este espacio. Orientado de norte a sur, su
fachada posterior sería paralela al decumano. Dentro del espacio amplio del foro, el templo se concibió con su propio recinto ajardinado, abierto al foro, mediante un
pórtico de pilastras y con dos estanques frente a las
fachadas mayores.
La estructura de este templo es similar a la de otros como la Maison Carrée de Nimes o los templos dedicados a Augusto en Vienne y
Barcelona. La construcción de planta rectangular se eleva sobre un podio alto de 3,23 m revestido de sillares bien recortados y dispuestos a soga y tizón, que remata con una cornisa moldurada. Sobre este podio se eleva una columnata de la que conservamos poco más de la mitad de las
columnas, suficientes para ofrecer una visión general de su volumen original. Es un templo períptero —es decir, rodeado de columnas— con un pórtico hexástilo —seis columnas en su frente— y once columnas en los laterales mayores. Las proporciones de su planta son 32 × 18,5 m, mientras que las columnas tienen una altura de ocho metros.
Las columnas se apoyan sobre basas áticas y tienen el fuste estriado. Sobre los
capiteles de orden corintio en algunos tramos pervive la viga del arquitrabe, cuyo
adorno original podemos adivinar por algunos fragmentos recuperados en las excavaciones. No queda ningún resto de la cubierta original del edificio más arriba de este arquitrabe, si bien el hallazgo de algunas piezas sueltas hace suponer que el
frontón triangular contaba con un
arco de medio punto de descarga, hoy reconstruido y bien visible, similar al del Templo de Augustobriga en Talavera la Vieja,
Cáceres.
Todos los elementos se elaboraron en
piedra de granito, extraída de diversas canteras de los alrededores de Mérida, pero el acabado exterior que ahora presentan es muy distinto al original. Irían recubiertos de estuco, como se ha podido comprobar en algunos sillares donde todavía permanece adosado al granito, con lo cual se disimulaba la tosquedad de esta
roca y se perfilaban con más refinamiento los
adornos de las columnas y los capiteles. Es posible incluso que el basamento fuera también recubierto de este modo, como hace suponer algún fragmento de estuco localizado en su superficie.
El interior del templo, la cella, por ahora no se puede reconstruir. Apenas quedan algunos basamentos internos que nos permiten entrever la división de este lugar sagrado mediante columnas y la prolongación de su espacio hasta el primer intercolumnio lateral, de modo que existió un pórtico de tamaño reducido en la parte delantera. Después del derribo de algunas
casas adosadas al edificio romano, se ha constatado que la fachada principal estaba en el lado sur, donde se ha descubierto el arranque de la escalinata del templo. Como parte del conjunto religioso, a ambos lados de la fachada existían dos estanques con sus respectivos
canales