El espacio urbano intramuros se estructura a través de una red viaria ortogonal a partir de sus dos
calles principales y sus paralelas que irán formando areae de regulares dimensiones (82 x 52 m.), ocupadas por viviendas, mientras que los espacios adosados a la
muralla se adaptaran al trazado de la misma. A cada lado de la
calle se disponían los
pórticos con acerados con una anchura de 2 o 3 m. para uso peatonal y otros elementos necesarios para regular la circulación: esquineras quitagolpes, cajas de registros, limitadores de velocidad o topes… etc. A partir de mediados del siglo II d. C., el espacio de los pórticos se irán amortizando para la instalación de tabernae o ampliación de las domus. Este proceso de privatización lleva a ocupar parte de las
vías para la construcción de estructuras de carácter privado en el siglo IV d. C. Por su parte, la ocupación urbana fuera de la muralla se inició muy pronto. El desarrollo urbano extramuros implicaba la construcción de vías,
caminos, cloacas y ramales desde las conducciones hidráulicas principales para el abastecimiento de
agua a las nuevas viviendas.