También aparecieron otras actas apócrifas, desgraciadamente perdidas, que cargaron las tintas en los tormentos: el
potro, el plomo derretido y la muerte en
cruz. No obstante, los nuevos pasionarios no son actas procesales sino libros litúrgicos o parenéticos que se leían en la ocurrencia de su aniversario dentro del oficio
nocturno y alguna vez en la misa. Consecuentemente aquellos están ligados a la
historia del culto. Cuando Gregorio VII suplanta la liturgia hispana por la
romana el año 1080 aparecen los legendarios mozárabes, que recogen los milagros de obispos, confesores, monjes y ascetas para ser utilizados como lectura espiritual, y algunas veces contenían pasiones de mártires. Tal es el caso del Acta S. Eulaliae Virginis et Martyris Emeritensis in Hispania; ex MSS. Legendariis Asturicensi, et Segoviensi et edito Hispalensi, la cual es extraída del antiguo pasionario tanto en el contenido como en la forma, llegando a ser en gran parte una transcripción fiel del texto latino. Idéntica composición se repite en las seis sucintas lecturas hagiográficas de los breviarios locales en rito
romano durante la Baja Edad Media al extraerse los datos y formas de los antiguos legendarios. Así se constata en el Breviario Pacense (1529) y Evorense (1549).