La Catedral de Santa María se levanta donde en su época visigoda lo hiciera otra homónima que fue la catedral metropolitana de Mérida. Arruinada la fabrica de aquella, parte de su fisonomía es conocida gracias a la breve descripción que de ella se hace en el precioso opúsculo del siglo VII de. C. Intitulado "Acerca de la Vida y Milagros de los Santos Padres de Mérida". La catedral emeritense, sede de concilios, tuvo, asimismo, la denominación de Santa Jerusalén.
El templo es de tres naves (la central, dos veces mas ancha que las laterales), separadas por pilares de sección cuadrada, con una columna adosada en cada frente sobre la que apean arcos apuntados. La cubierta de las naves, originariamente de armadura mudéjar, es de bóveda de aristas.
El presbiterio consta de dos tramos, cubiertos con bóveda de terceletes sobre planta rectangular el primero y en abanico el segundo, con claves decoradas con un florón vegetal y con el Cordero Místico.
A ambos lados del presbiterio, bajo arcosolios, se pueden admirar los sepulcros de alabastro de don Diego de Vera y Mendoza, trece de la Orden de Santiago y de su esposa doña Marina Gómez de Figueroa.
El ábside central está decorado con un gran retablo de 1762. Tiene dos cuerpos, habiéndose privado en los tiempos modernos del remate o concha para dejar al descubierto una ventana del siglo XIII.
La hornacina central del segundo cuerpo, que apoya sobre un basamento de pedestales, está ocupada por la imagen de la titular de la iglesia, a la que acompañan los apóstoles Pedro y Pablo y las santas emeritenses Eulalia y Julia.
De las capillas absidales sobresale la de la Epístola, de los conde de la Roca, dividida en dos tramos y cubierta ambas con bóvedas de crucería, luciendo en una de las claves el escudo bretesado de los patrones de la misma. En la capilla del lado del Evangelio brilla con luz propia la impresionante talla del Cristo de la O, magnífica obra de la imaginería de los comedios del siglo XVI.
Entre las capillas funerarias merecen destacarse las de doña Cecilia de Mendoza, del primer tercio del siglo XVI, y la construida por encargo del conquistador emeritense Moreno de Almaraz.
La fachada oriental, a los pies del tamplo catedralicio, es obra del maestro Mateo Sánchez de Villaviciosa. Consta de dos cuerpos; el inferior, con dobles pilastras cajeadas de orden jónico y el superior, con pilastras acanaladas corintias que enmarcan los escudos de Mérida y de la Orden de Santiago.
Ambos soportan sendos entablamentos, estando rematado el del segundo cuerpo por tu tejaroz, sobre el que se abre un vano en dintel con balconcillos. En el entablamento puede leerse el salmo de David: "Domum tuam Domine Sanctitudo. Paso. LXXXII".
El templo es de tres naves (la central, dos veces mas ancha que las laterales), separadas por pilares de sección cuadrada, con una columna adosada en cada frente sobre la que apean arcos apuntados. La cubierta de las naves, originariamente de armadura mudéjar, es de bóveda de aristas.
El presbiterio consta de dos tramos, cubiertos con bóveda de terceletes sobre planta rectangular el primero y en abanico el segundo, con claves decoradas con un florón vegetal y con el Cordero Místico.
A ambos lados del presbiterio, bajo arcosolios, se pueden admirar los sepulcros de alabastro de don Diego de Vera y Mendoza, trece de la Orden de Santiago y de su esposa doña Marina Gómez de Figueroa.
El ábside central está decorado con un gran retablo de 1762. Tiene dos cuerpos, habiéndose privado en los tiempos modernos del remate o concha para dejar al descubierto una ventana del siglo XIII.
La hornacina central del segundo cuerpo, que apoya sobre un basamento de pedestales, está ocupada por la imagen de la titular de la iglesia, a la que acompañan los apóstoles Pedro y Pablo y las santas emeritenses Eulalia y Julia.
De las capillas absidales sobresale la de la Epístola, de los conde de la Roca, dividida en dos tramos y cubierta ambas con bóvedas de crucería, luciendo en una de las claves el escudo bretesado de los patrones de la misma. En la capilla del lado del Evangelio brilla con luz propia la impresionante talla del Cristo de la O, magnífica obra de la imaginería de los comedios del siglo XVI.
Entre las capillas funerarias merecen destacarse las de doña Cecilia de Mendoza, del primer tercio del siglo XVI, y la construida por encargo del conquistador emeritense Moreno de Almaraz.
La fachada oriental, a los pies del tamplo catedralicio, es obra del maestro Mateo Sánchez de Villaviciosa. Consta de dos cuerpos; el inferior, con dobles pilastras cajeadas de orden jónico y el superior, con pilastras acanaladas corintias que enmarcan los escudos de Mérida y de la Orden de Santiago.
Ambos soportan sendos entablamentos, estando rematado el del segundo cuerpo por tu tejaroz, sobre el que se abre un vano en dintel con balconcillos. En el entablamento puede leerse el salmo de David: "Domum tuam Domine Sanctitudo. Paso. LXXXII".