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ORELLANA LA VIEJA: Nunca debí cruzar el Miravete Queridos paisanos,...

Nunca debí cruzar el Miravete

Queridos paisanos, hace un par de semanas, leí un artículo en el periódico Hoy, artículo que transcribo y que me trae a la memoria los años 60, esos años en los que Orellana experimentó una brutal sangría que aún hoy continúa (seguimos en caida libre, ¿Hasta cuándo?), esa marcha de miles de vecinos en busca de un futuro mejor; el abandono de sus campos, sus calles, sus casas, sus amigos... Preparados y dispuestos a “vivir una cultura diferente”.
Todos sabemos que a nivel general la situación ha cambiado, ya no es necesario “irse para vivir”, aquí se pueden hacer cosas, se pueden emprender proyectos con futuro, ya no vale eso de: “me voy porque aquí no hay nada”. Yo creo que el futuro, sin desmerecer a nada ni nadie, está en el mundo rural.
A todos los orellaneros ( me gusta más esta palabra que orellanense) que en su día tuvieron que marcharse, a todos los que están instalados e integrados en otra sociedad, a todos los que sienten nostalgia, a todos los indecisos que aún puediendo no se atreven a volver (¡ánimo!)...
Un fuerte abrazo de un orellanero que tuvo la suerte de volver para quedarse.

Aquí va el artículo del periódico Hoy, creo que no tiene desperdicio.

Nunca debí cruzar el Miravete
Hace 34 años, como otros miles. Salí de Extremadura rumbo a Cataluña. Tenía entonces 23 años. Me traje lo que tenía: cuatro trapillos en una maleta de cartón, 4.000 pesetas en efectivo, el título de bachiller elemental y un sentimiento amargo que mezcla de impotencia, rabia, tristeza, dolor, ese dolor hondo, terrible, ese dolor que te oprime el pecho desde dentro hasta sacarte por los lagrimales lo que a los de secano es muy difícil de sacarnos. Allí dejé padres, hermanos, novia, amigos, conocidos. Toda la vida transcurrida y una escasa vida laboral de también escaso futuro.
En la actualidad, 34 años después, plenamente instalado en la sociedad del bienestar. Licenciado universitario y dueño de un negocio que funciona a las mil maravillas, sigo sintiendo ese dolor sordo cada vez que voy a ver a mi familia por vacaciones de verano.
Hay lugares, paisajes y recuerdos, que a pesar del tiempo transcurrido, me oprimen el corazón mientras me hacen pensar que la única asignatura de mi vida que no he conseguido aprobar es la de haber sido feliz entre los míos.
Muchas veces pienso que nunca debí cruzar el Miravete.
Creo que ahí también hubiese podido salir adelante, quizás con menos estudios y capacidad económica, pero pleno de esa felicidad poco valorada que te aporta todo lo que te ha visto crecer y que te grita ¿Porqué te fuiste a la menor ocasión?

Ya le dije el porqué mientras me alejaba:
Se marchó cuando el pueblo dormía
Caminó por sus calles desiertas.
Sollozó como un niño perdido
Y empujado por cosas inciertas
Se mezcló en un fragor de estación.
Se marchó con las dos manos llenas.
En la una apretó la maleta.
Con la otra... Apretó el corazón.
Se marchó sin billete de vuelta
Escuchando a su tierra decir:
Me llevarás contigo, donde vayas.

Aunque tus pies ya no pisen mi suelo.
Y al recordarme:
Con lágrimas de nostalgia llorarás
Empapando de recuerdos el pañuelo.
Y si cierras los ojos, me verás.
Y verás el tiempo que estuvimos.
Tú, ignorando la tragedia de mi vida.
Yo, impotente, presagiando tu partida.

Concluyendo: Creo hoy por hoy en Extremadura se puede vivir muy felizmente. Y estoy por afirmar que la mayoría de los extremeños se sienten muy felices en ella.