LOS DIFUNTOS II (Día de …)
A primeros de Noviembre se celebran los días de Todos los Santos y de los Difuntos. En nuestro pueblo se tenían, en estos días, unas costumbres la mar de curiosas y que paso a relatar a continuación.
Unos días antes de los Santos las madres compraban castañas y nueces que traían de Guadalupe. Las suegras visitaban a las novias de sus hijos para llevarlas estos frutos de otoño además de granadas y membrillos. –“ ¡Vengo a traerte “las castañas” hija mía ¡”.
Llegado el día 1 todos salíamos por la tarde “A correr las castañas” al cerro “Gordo”, al de “La Herrería” y a “La Mandanga”. Toda la tarde correteábamos por estos lugares, de entrañables recuerdos, comiendo las castañas y las nueces y “acechando” a los novios que, escondidos detrás de las peñas, hacían lo que podían y cuando eran sorprendidos por los muchachos se “liaban a pedrás” con nosotros manifestando así que no éramos bienvenidos y que les habíamos molestado muchísimo. Pero no se acababan ahí sino que, por la noche a la lumbre, se asaban algunas en la chapa que se ponía abajo y sobre la cual se encendía la leña apartando un poco la ceniza. Mi madre siempre las daba el punto justo y estaban buenísimas.
Igualmente unos días antes del día de los Difuntos, los monaguillos salíamos con unas esportillas por todo el pueblo pidiendo “- ¡Una limosna para las ánimas benditas. ¡”. Las mujeres nos daban de todo: higos pasados, castañas, nueces, granadas, alguna que otra “perra gorda” (diez céntimos de pesetas)…Todo lo llevábamos a la iglesia para la noche de los Difuntos. Esta noche las campanas (la “Nina” y la “Gorda”) trabajaban sin descanso: Diiim …Dooom… Diiim.. Dooom., manejadas por nuestras manos infantiles como llorando por todos los muertos del pueblo. Y esa noche es cuando dábamos buena cuenta de las limosnas de las citadas ”ánimas benditas”.
Durante todo el día la gente acudía a la iglesia para encender velas a sus seres querido ya desaparecidos y para rezar por ellos. Era el único día del año que los curas podía decir hasta tres Misas. Se decía que si ibas a la iglesia en gracia de Dios, es decir confesado y comulgado, y rezabas un Rosario y unos cuantos Padrenuestros pensando un difunto, éste salía del Purgatorio e iba al Cielo. Yo saqué a unos cuantos de parientes.
A primeros de Noviembre se celebran los días de Todos los Santos y de los Difuntos. En nuestro pueblo se tenían, en estos días, unas costumbres la mar de curiosas y que paso a relatar a continuación.
Unos días antes de los Santos las madres compraban castañas y nueces que traían de Guadalupe. Las suegras visitaban a las novias de sus hijos para llevarlas estos frutos de otoño además de granadas y membrillos. –“ ¡Vengo a traerte “las castañas” hija mía ¡”.
Llegado el día 1 todos salíamos por la tarde “A correr las castañas” al cerro “Gordo”, al de “La Herrería” y a “La Mandanga”. Toda la tarde correteábamos por estos lugares, de entrañables recuerdos, comiendo las castañas y las nueces y “acechando” a los novios que, escondidos detrás de las peñas, hacían lo que podían y cuando eran sorprendidos por los muchachos se “liaban a pedrás” con nosotros manifestando así que no éramos bienvenidos y que les habíamos molestado muchísimo. Pero no se acababan ahí sino que, por la noche a la lumbre, se asaban algunas en la chapa que se ponía abajo y sobre la cual se encendía la leña apartando un poco la ceniza. Mi madre siempre las daba el punto justo y estaban buenísimas.
Igualmente unos días antes del día de los Difuntos, los monaguillos salíamos con unas esportillas por todo el pueblo pidiendo “- ¡Una limosna para las ánimas benditas. ¡”. Las mujeres nos daban de todo: higos pasados, castañas, nueces, granadas, alguna que otra “perra gorda” (diez céntimos de pesetas)…Todo lo llevábamos a la iglesia para la noche de los Difuntos. Esta noche las campanas (la “Nina” y la “Gorda”) trabajaban sin descanso: Diiim …Dooom… Diiim.. Dooom., manejadas por nuestras manos infantiles como llorando por todos los muertos del pueblo. Y esa noche es cuando dábamos buena cuenta de las limosnas de las citadas ”ánimas benditas”.
Durante todo el día la gente acudía a la iglesia para encender velas a sus seres querido ya desaparecidos y para rezar por ellos. Era el único día del año que los curas podía decir hasta tres Misas. Se decía que si ibas a la iglesia en gracia de Dios, es decir confesado y comulgado, y rezabas un Rosario y unos cuantos Padrenuestros pensando un difunto, éste salía del Purgatorio e iba al Cielo. Yo saqué a unos cuantos de parientes.
Antonio esta muy bien lo que has escrito nos gusta mucho leerlo y te rogamos que continues con esa labor, soy tu tia Isabel y sus hijas.
Un besito
Un besito
Muy bien Fernando, pues siguiremos escribiendo.
Un abrazo.
Un abrazo.