SAN ANTONIO II.
Dª Pura, como todo el pueblo la llamaba a pesar de no tener estudios, estuvo casada con D. Alfonso Ruiz que por cierto fue quizás el primer corresponsal de una entidad bancaria que hubo en Orellana, allá por los años cuarenta. El hecho de comprar la imagen de S. Antonio fue para cumplir una promesa por lo que la ocurrió, mejor dicho no la ocurrió, durante la Guerra Civil. Ella era una mujer muy religiosa y, por la circunstancias que fueran, la condenaron a muerte e iba a ser fusilada en el cementerio como tantos de Orellana al igual que otros lo fueron el “La Peña el Mentiero”. ¡Qué tiempos más horrorosos Dios mío ¡. Pues bien Dª Pura, muy devota de S. Antonio, invocó su protección en momentos tan difíciles. En el pelotón de fusilamiento dio la casualidad que había uno de Orellanita que había trabajado durante mucho tiempo en las tierras de D. Alfonso. Parece ser que este señor intercedió en su favor y no la fusilaron. Pasado el tiempo ella compró una imagen, en agradecimiento por el grandísimo favor recibido, que se colocó en la iglesia para que todos los orellanenses veneraran al Santo que, aunque de origen portugués, tomó después el nombre de la ciudad de italiana de Padua, donde murió y se conservan sus reliquias.
Dª Pura era una mujer de carácter y parece ser que hubo desavenencias, en la forma de llevar lo del Santo, con D. Ramón, el Párroco. Ella, ni corta ni perezosa, mandó bajar la imagen de su peana y se la llevó a su casa de la actual calle Esteban Sánchez, que era donde hoy vive Dª Antonia, mujer de Segundo Ruiz (q. e. p. d.) a la que agradezco la información que me ha dado al respecto. La colocó en una habitación exterior para que pudiera ser venerado por cualquier vecino. A su muerte fue llevada, a la ermita de “El Coto”. Por aquel entonces la Parroquia había adquirido otra imagen pero era mucho más pequeña. Así se cambió y la original reside hoy en la iglesia y la otra en la ermita.
Dª Pura, como todo el pueblo la llamaba a pesar de no tener estudios, estuvo casada con D. Alfonso Ruiz que por cierto fue quizás el primer corresponsal de una entidad bancaria que hubo en Orellana, allá por los años cuarenta. El hecho de comprar la imagen de S. Antonio fue para cumplir una promesa por lo que la ocurrió, mejor dicho no la ocurrió, durante la Guerra Civil. Ella era una mujer muy religiosa y, por la circunstancias que fueran, la condenaron a muerte e iba a ser fusilada en el cementerio como tantos de Orellana al igual que otros lo fueron el “La Peña el Mentiero”. ¡Qué tiempos más horrorosos Dios mío ¡. Pues bien Dª Pura, muy devota de S. Antonio, invocó su protección en momentos tan difíciles. En el pelotón de fusilamiento dio la casualidad que había uno de Orellanita que había trabajado durante mucho tiempo en las tierras de D. Alfonso. Parece ser que este señor intercedió en su favor y no la fusilaron. Pasado el tiempo ella compró una imagen, en agradecimiento por el grandísimo favor recibido, que se colocó en la iglesia para que todos los orellanenses veneraran al Santo que, aunque de origen portugués, tomó después el nombre de la ciudad de italiana de Padua, donde murió y se conservan sus reliquias.
Dª Pura era una mujer de carácter y parece ser que hubo desavenencias, en la forma de llevar lo del Santo, con D. Ramón, el Párroco. Ella, ni corta ni perezosa, mandó bajar la imagen de su peana y se la llevó a su casa de la actual calle Esteban Sánchez, que era donde hoy vive Dª Antonia, mujer de Segundo Ruiz (q. e. p. d.) a la que agradezco la información que me ha dado al respecto. La colocó en una habitación exterior para que pudiera ser venerado por cualquier vecino. A su muerte fue llevada, a la ermita de “El Coto”. Por aquel entonces la Parroquia había adquirido otra imagen pero era mucho más pequeña. Así se cambió y la original reside hoy en la iglesia y la otra en la ermita.