En las frias mañanas de Enero, los domingos, mi padre madrugaba para hacer las migas. Los leños chisporroteaban y crujian, a veces echaban espumarajos por lo extremos como quejandose del destino que les habia tocado vivir.
Encima del fuego, las estrebedes, con su tercera pata alargada de donde le salia hacia arriba un brazo para apoyar el rabo de la sarten y despues de fritos los ajos, comenzaba el machaqueo con la paleta a la otrora hogaza de pan que habia pasado la noche en reposo despues de haber sido desmenuzada convenientemente con aquella navaja que mi padre siempre llevaba en el bolsillo. Poco a poco las migas se ivan tornando doradas y el olor, que saltaba por encima del pollo e inundaba el vasarejo que habia en la cocina, llegba hasta los ultimos rincones de la casa, no hacia falta que nos llamaran, mi hermana y yo saltabamos de la cama y corriamos al encuentro de tan esperado manjar. Una vez apartadas del fuego los tizones eran amontonados con estas mismas tenazas y solo en contadas ocasiones nos dejaban hacerlo a nosotros.
Encima del fuego, las estrebedes, con su tercera pata alargada de donde le salia hacia arriba un brazo para apoyar el rabo de la sarten y despues de fritos los ajos, comenzaba el machaqueo con la paleta a la otrora hogaza de pan que habia pasado la noche en reposo despues de haber sido desmenuzada convenientemente con aquella navaja que mi padre siempre llevaba en el bolsillo. Poco a poco las migas se ivan tornando doradas y el olor, que saltaba por encima del pollo e inundaba el vasarejo que habia en la cocina, llegba hasta los ultimos rincones de la casa, no hacia falta que nos llamaran, mi hermana y yo saltabamos de la cama y corriamos al encuentro de tan esperado manjar. Una vez apartadas del fuego los tizones eran amontonados con estas mismas tenazas y solo en contadas ocasiones nos dejaban hacerlo a nosotros.