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ORELLANA LA VIEJA: Félix gracias por las gorras que me enviaste, pero...

PAN DE DIOS.

-“ Pan de Dios” ó “ Pan bendito”- decía mi madre cada vez que se le caía un trozo de pan, estando en la mesa, cogiéndolo del suelo a la vez que lo limpiaba con el pico de su “ maldil “ y lo besaba. No sé si era consciente o no pero la realidad es que, con este gesto, nos daba una y otra vez una lección magistral de las que calan hondo y dejan huella para toda la vida. Una lección de respeto a este alimento esencial y básico, de profundo reconocimiento al trabajo del padre que, con su sudor, había arrancado a la tierra el trigo del cual había salido y de gratitud al Hacedor que había respondido, solícito, a la demanda diaria al rezar el Padrenuestro.
Los años posteriores a la Guerra Civil, el periodo denominado “Año del hambre”, se pasó muy mal en Orellana. Los hombres jóvenes habían quedado diezmados por la contienda fratricida, todo estaba destruido, los campos sin labrar y para colmo, se abrieron las cataratas del cielo y lo poco que se pudo sembrar no valió para nada. ¡NO HABÍA PAN ¡y la gente moría de hambre.
Pero poco a poco las cosas se fueron normalizando. Los fértiles campos de Orellana se labraron de nuevo, se depositaron en ellos las semillas y respondieron con nuevas y buenas cosechas; y los hombres comenzaron a llevar los costales de trigo cargados en las bestias a los molinos del Guadiana: “La Molineta” y el molino de “Forraje”. Allí, las piedras de granito, movidas por la fuerza del agua, molían el trigo y el labrador regresaba con los mismos costales llenos, esta vez de harina mezclada con la cáscara, el “salvao”. Después, la mujer, en una artesa provista de una parrilla por la que deslizaba los cedazos llenos de la mezcla, era la encargada de apartar la blanca harina del citado “salvao”. Con la primera haría el pan y con lo segundo el delicioso “berbajo” para el cerdo.
Una vez a la semana se hacía el pan. La harina se mezclaba con agua tibia y “la ludia” (levadura) a lo que se añadía una poquita de sal; se amasaba hasta la saciedad en la artesa a base de puños y se lo dejaba reposar un tiempo para que la levadura hiciera el efecto deseado. A continuación se hacían los panes con porciones de esta masa previamente pesadas. Luego se colocaban en “la tabla del pan” y, arropados con una manta, entre dos personas generalmente mujeres, una de ellas la panadera, que lo cargaban a la cabeza, lo transportaban a los hornos para ser cocidos. El día de antes de amasar el pan, se iba al horno y se comunicaba al panadero esa intención –“Mañana voy a hacer pan”- “Pues llévate la ”ludia”. Y le daban la levadura para envolverla con la masa. Esta se guardaba en casa y se preparaba todo. A la mañana siguiente, mientras el panadero calentaba el horno, su mujer escogía tres o cuatro familias de las que habían avisado, iba a sus casas diciendo-“ Amasar el pan que a las siete vendo a ayudarte a llevarlo”. Con el pan de esas familias hacían la primera “cochura”, es decir la primera hornada. Había días que se hacían hasta tres “cochuras”.

Ese pan tenía que saber a gloria bendita...
En Acedera había un horno en una casa, no sé si aquí habría alguno en alguna casa particular...

Buenas noches M. CARMEN encantado de saludarte que cosas mas bonitas escribe el amigo SANCHEZ cuando las leo semepone pelo gallina.
M, CARMEN muy bonitos los cuadros de la ceramica y de las flores hija que buenas manos te adao dios saludos para toda tu familia y en especial para tu hermano
Un abrazo para tod@s.

Félix gracias por las gorras que me enviaste, pero dime una cosa, que es lo que pretendes montar una sucursal aquí?.
Te as pasado macho no tenias que haber mandado tantas, en una me dices que le dé una a Luis, pues ya he elegido la que le daré, una que me queda súper grande, y a Luis seguro que le cae perfecta, jejeje