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ORELLANA LA VIEJA: LA RECOGIDA DE LA ACEITUNA ...

LA RECOGIDA DE LA ACEITUNA
En periodo de tiempo que va desde mediados de Noviembre hasta últimos de Enero aproximadamente, los labradores de Orellana proceden a realizar la recogida de la aceituna destinada a la obtención de aceite.
“Una a una, se cogen las acitunas”. proclama el dicho popular. pero… ¡Cuánto ha cambiado la recolección de este fruto desde mi niñez hasta la actualidad ¡.
Antes, en las mañanas frías del invierno, el Sevellar teñido de blanco por las heladas caídas durante la noche, los “acituneros”, unos montados en las bestias y otros andando, recorrían el camino de la Sierra formando un cordón casi continuo de personas y acémilas, que se movía lentamente, como un enorme gusano, hasta desaparecer entre los olivos. Por la tarde se repetía la escena en su regreso a Orellana.
Era tarea de casi toda la familia. En esta época muchos niños faltábamos a la Escuela, porque había que “ir acitunas” y muchas mujeres participaban también. Los agricultores que tenían gran cantidad de olivos contrataban “partías “ de vareadores y “cogeoras” ante la imposibilidad de poder ellos recoger todo el fruto. A pesar de ser un trabajo muy molesto, por las posturas que se tienen que adoptar (todo el día tirado por esos suelos) y por las inclemencias del tiempo, cuando se juntaba mucha gente, resultaba más llevadero. Cada uno contaba, un chacarrillo, chistes u ocurrencias; se daban bromas, se hablaba de todo incluso había desafíos de todo tipo entre vareadores y “cogeoras”. D. Bernardino, un Médico del pueblo por los años cincuenta, era dueño de muchos y buenos olivares y tenía sus “cogeoras”, vareadores y acarreadores que llevaban la aceituna que se iban cogiendo a las prensas a lomos de animales que cargaban los costales o “seras” de esparto repletos de aceitunas. Había también una cuarta figura: los esportilleros. Estos solían ser mozuelos que se dedicaban a ir recogiendo las esportillas que se iban llenado puñado a puñado y las vaciaban en las “ seras” o en los costales. Entre las mujeres estaba la tía “Bartolona”, “rezaora” en los entierros y muy redicha. Esta mujer le gustaba situarse siempre en la llamada “parva” de aceitunas que era el lugar debajo de los olivos donde las aceitunas habían caído más juntas. Era un lugar más cómodo para coger que el denominado “saltoneo” que, como su mismo nombre indica, era coger las aceitunas que habían saltado y estaban más alejadas del olivo. Los vareadores iban delante con sus varas dando golpes a las ramas y derribando el fruto en el suelo. A uno de ellos le entraron muchas ganas de hacer sus necesidades mayores y no se le ocurrió otra cosa, después de evacuar, que cubrir la enorme “privá” con aceitunas de la “parva”. Llegadas las “cogeoras” al olivo de referencia, la tía Bartolona se dirigió, como de costumbre, al medio de la “parva” a la vez que exclamaba a la vista del magnífico montón de aceitunas: - “ ¡Qué placer ¡Así da gusto coger las aceitunas”. Se dirigió al montón y cogió una “almorzá” con la intención de echarla en la esportilla. Cuando la mierda blanda y maloliente resbalaba entre sus dedos y mientras todos se mondaban de risa, ella, dirigiéndose a los hombres repetía indignada: “ ¿Quién ha osado hacer semejante porquería para que yo me llene las manos de mierda?”. En fin, así fue como la tía Bartolona recibió el castigo por su afán de coger siempre las aceitunas más favorables.
Llegada la hora de comer al mediodía, hubo una época que algunos, entre ellos Gregorio “Riolí”, llevaban una caracola que hacía sonar a los cuatro vientos. Retumbaba por toda la sierra y todos se disponían a abrir las “ciambreras” repletas de torreznos, morcilla de hígado frita, tortillas, chorizos y aceitunas “acuchillás”. Y después vuelta empezar: -“ Con hambre ¿Quién trabaja? Y con la barriga llena ¿Quién se abaja? “. Al término de la jornada se limpiaban las aceitunas. Uno cogía una manta estirada y otros iban tirando las olivas en contra del aire para separarlas de los ramones que habían caído los vareadores. Después eran transportadas a las prensas o almazaras, depositadas en pilas o trojes donde esperaban ser trituradas y presadas para extraer de ellas el oro líquido.
Hoy día todo ha cambiado. La mecanización también ha llegado al olivar; se cogen muchas más aceitunas que antaño y con menos trabajo. Se utilizan grandes mallas de plástico que, colocadas debajo de los olivos, impiden que las aceitunas caigan en el suelo. Por otra parte se abona mejor a los olivos, se los trata y cuida y, por tanto producen mucho más.
Son los nuevos tiempos.