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ORELLANA LA VIEJA: LA FRAGUA....

LA FRAGUA.
“ En días de agua- barbería y fragua”, sentencia el dicho. Y es que los labradores, para los que nunca hubo descanso ni días de fiestas, aprovechaban los días que estaba lloviendo para ir al barbero y a la fragua para aguzar o “calzar” (pegarles un trozo más de hierro) rejas del arado romano, aún en uso,“azaones”, picos y hachas. Si no hacía eso, en algo parecido empleaban el día como “echando algún dental”, haciendo orejeras, calzando algún arado etc. etc.
El herrero, que lo sabe, ha encendido el carbón de brezo de la fragua muy temprano y espera a sus seguros clientes. Estos le ayudarán en su tarea, bien dando al fuelle para que haya un fuego constante por medio del cual el hierro y el acero tomarán el color rojo intenso que los hará moldeable, bien “machando”. El maestro saca la reja del fuego y golpea con afán, antes de que se enfríe, apoyado en la “bigornia” (yunque), para sacar de nuevo la punta desgastada por el roce con la tierra. Uno coge “la maza”, (martillo más grueso,) y golpea al compás con el herrero. No todos saben “machar” con él y escoge, entre los presentes, a los más hábiles. Para rematar lo hace solo: ¡Din, din, din, toc ¡repiquetea el martillo ora en el yunque, ora en el hierro que va tomando la forma deseada. Y después lo enfría en el pilón con agua.
Estos días las fraguas están muy concurridas, como hemos dicho, convirtiéndose en lugares de encuentro donde se habla de cosechas, del tiempo, de trabajos y donde se proponen, hacen y se cierran tratos de tierras y animales.
Las fraguas, por otra parte, no son solo talleres de aguzar herramientas de labranza. Lo son también de forja. De las manos expertas del artesano herrero, y los ha habido muchos y muy buenos en Orellana, salen primorosas badilas, artísticas rejas, lámparas, trébedes, “gatos” y sopladores para la lumbre…

Varias fraguas había en Orellana en aquellos tiempos: “Los Beninos”, que fueron los primeros que dispusieron de un “Macho pilón” (máquina de machar el hierro que sustituyó a los hombres con las mazas). Estos además eran carreteros al igual que el taller del tío Ignacio “Marquito” y de los Monteros, en la carretera de Campanario. Otras fraguas eran del Pablo Rincón, la de Alfredo Cabanillas, que ponía las “pugas” a los “repeones” como nadie, ambas de la calle de la Iglesia y la del tío “Cabicha”, abuelo de nuestro amigo Antonio Canillas, aunque éste más bien se especializó en hacer hoces y hocinos que tuvo su continuidad en La Coronada con su hijo Patricio.