Ofertas de luz y gas

ORELLANA LA VIEJA: RISCO....

RISCO.
Francisco Risco González, “RISCO” para todo el pueblo, ha sido uno de los hombres más sobresalientes de Orellana durante los dos últimos tercios del pasado siglo XX. A mis ojos de adolescente, aquella figura pequeña y menuda apoyada en un bastón, nariz aguileña donde descansaban sus perpetuas gafas y tras las que brillaban unos ojillos claros y vivarachos, se agrandaba enormemente fruto, sin duda, de mi admiración juvenil por aquel hombre. Admiración, por otra parte compartida por muchos orellanenses.
Nace en Villanueva de la Serena el 22 de Marzo de 1885 trasladándose con sus padres, a edad muy temprana, a Orellana de la Sierra de donde eran originarios. Ya adolescente arriba a nuestro pueblo donde trabaja como dependiente en una tienda. Estos fueron sus primeros contactos con el mundo del comercio y los negocios en los que alcanzaría un lugar destacado. La misma empresa le traslada a Cabeza del Buey para establecerse en Orellana definitivamente poco después donde ya monta él su primer comercio “ultramarino“.
Del primer matrimonio tuvo un solo hijo varón y después de enviudar casó en segundas nupcias con la mujer que daría seis hijos más: un varón y cinco hembras de una de las cuales nacería después el forero Fernando Recio Risco.
Las desgracias personales no le impidieron lanzarse a la que sería su gran obra: La fábrica de harina. En un principio fue un molino de piedras y era movido por la electricidad de un generador (el motó) que estaba al cargo en un principio de Anacleto Salazar, su cuñado y un mecánico excepcional para después pasar a ser responsabilidad de Antonio, “El Motorista”. Este motor se movía con la presión del vapor de agua (gas pobre lo decían), que desprendía unas calderas calentadas con leña. La fuerza del vapor movía una dinamo que, a su vez, producía electricidad. Aunque rudimentario este generador producía más energía de la necesaria para mover sus máquinas. Así que se le ocurrió la idea de que valdría también para dar luz eléctrica al pueblo que hasta entonces no la tenía ni en las calles ni en las casas. Y ni corto ni perezoso puso manos a la obra. Se hizo un tendido eléctrico muy precario, como correspondía a aquellos tiempos. Eso permitió colocar unas bombillas en las calles, muy distantes entre sí, con una especie de pantalla de porcelana en la parte de arriba para que la escasa luz se proyectara hacia el suelo Y ¡Oh milagro ¡En las calles de Orellana se veía de noche.