EL PALAZUELO Y EL “LEJÍO ACERA”
Durante el primer tercio del siglo XX los labradores de Orellana, debido a la escasa extensión de nuestro término municipal, tenían arrendadas las fincas El Palazuelo y Majada Alta (El Lejío Acera) en el término de Acedera a su propietario el Marqués de Gorbea. Labraban estas tierras y pagaban al Marqués una parte de lo que cogían como era costumbre en aquellos tiempos. En la Dictadura del General Primo de Rivera, hacia el año 1925, el Marqués, hombre influyente en Madrid donde vivía, se informa que el Gobierno iba a promulgar una ley en la que se contemplaría la obligatoriedad de los grandes terratenientes de vender parte de sus tierras, poniendo ciertos límites a sus enormes posesiones. Él se adelantó a dicha ley y se reunió con los arrendatarios ofreciéndoles, en venta, las citadas fincas por si venían mal dadas y se veía obligado deshacerse de ellas por ley. Los labradores de nuestro pueblo junto con uno de Madrigalejo, padre de D. Vicente Rodríguez Amores, también arrendatario, aceptaron la oferta aunque en un principio propusieron al dueño la posibilidad de darles un tiempo para pagárselas ya que muchos de ellos no tenían el dinero suficiente; esta propuesta fue aceptada por el de Gorbea. Se deshicieron de cerdos, ovejas y vacas (el precio de una vaca era el de una fanega de tierra) y pronto reunieron el dinero que les habría de convertir en propietarios de las dos fincas cuya explotación más ha contribuido, sin duda alguna, al desarrollo y prosperidad de Orellana. Se formalizó el trato y se firmaron las escrituras en Madrid. Y así fue como “Los Crueles” “Los Cachuelos”, “Los Moros” y “Los Ruches”; “Los Serranos” “ Cabritas” y “ Los Cotas”; “Canelos “,“Cucos” y “Renos”, Manarras” y “Pascuales”: “Colmeneros”, “Zajones”, ”Michorros” y “Changarrillas”; “Los Goretes”,”Los Navarros”,”Galeanos””Zapateros y “Borreros” que constituían el grueso de los esforzados y audaces labradores de nuestro pueblo fueron dueños de una tierra que habría de asegurar el pan para sus familias. Y no cabe duda que el pertenecer a una de esas familias propietarias de estas tierras les daba también cierta categoría social. Muchos se casaban por conveniencias entre ellos y juntaban tierras en las dos fincas – “El cariño vendrá después, hija mía” ó “Te interesa mucho ese moza que tiene tierras en “El Palazuelo…”
Los lotes de El Palazuelo fueron todos para los labradores de Orellana y Majada Alta tuvieron que compartirla con el de Madrigalejo al que cedieron la parte más occidental lindera con El Pasarón, la actual Guadalperales, a la que puso por nombre “María Amores”, en honor a su esposa.
Debido a la distancia que están de nuestro pueblo (12 ó 13 kilómetros) y los medios que tenían para desplazarse a cultivar la tierras, que no eran otros que las bestias y los carros, se vieron obligados a construir casas donde cobijarse ellos y sus bestias ante la imposibilidad de ir y regresar todos los días a Orellana. Lo normal es que estuvieran fabricadas de adobes y tapias de tierra. Casi todas tenían en la entrada una estancia donde se cocinaba en el fuego de la lumbre y daba acceso a una o dos habitaciones donde se habían construido alguna cama hecha con bovedillas de ladrillos a las que se ponía un jergón de “valluncos”. Esta entrada también se comunicaba con las cuadras, que normalmente no tenían puertas, (solo un palo atravesado impedían el paso de las bestias) y aquellas con el pajar. Era todo los que básicamente necesitaban aquellos austeros hombres de campo y sus animales para guarecerse de las inclemencias del tiempo y reposar sus huesos molidos por el esfuerzo de las duras jornadas.
Durante el primer tercio del siglo XX los labradores de Orellana, debido a la escasa extensión de nuestro término municipal, tenían arrendadas las fincas El Palazuelo y Majada Alta (El Lejío Acera) en el término de Acedera a su propietario el Marqués de Gorbea. Labraban estas tierras y pagaban al Marqués una parte de lo que cogían como era costumbre en aquellos tiempos. En la Dictadura del General Primo de Rivera, hacia el año 1925, el Marqués, hombre influyente en Madrid donde vivía, se informa que el Gobierno iba a promulgar una ley en la que se contemplaría la obligatoriedad de los grandes terratenientes de vender parte de sus tierras, poniendo ciertos límites a sus enormes posesiones. Él se adelantó a dicha ley y se reunió con los arrendatarios ofreciéndoles, en venta, las citadas fincas por si venían mal dadas y se veía obligado deshacerse de ellas por ley. Los labradores de nuestro pueblo junto con uno de Madrigalejo, padre de D. Vicente Rodríguez Amores, también arrendatario, aceptaron la oferta aunque en un principio propusieron al dueño la posibilidad de darles un tiempo para pagárselas ya que muchos de ellos no tenían el dinero suficiente; esta propuesta fue aceptada por el de Gorbea. Se deshicieron de cerdos, ovejas y vacas (el precio de una vaca era el de una fanega de tierra) y pronto reunieron el dinero que les habría de convertir en propietarios de las dos fincas cuya explotación más ha contribuido, sin duda alguna, al desarrollo y prosperidad de Orellana. Se formalizó el trato y se firmaron las escrituras en Madrid. Y así fue como “Los Crueles” “Los Cachuelos”, “Los Moros” y “Los Ruches”; “Los Serranos” “ Cabritas” y “ Los Cotas”; “Canelos “,“Cucos” y “Renos”, Manarras” y “Pascuales”: “Colmeneros”, “Zajones”, ”Michorros” y “Changarrillas”; “Los Goretes”,”Los Navarros”,”Galeanos””Zapateros y “Borreros” que constituían el grueso de los esforzados y audaces labradores de nuestro pueblo fueron dueños de una tierra que habría de asegurar el pan para sus familias. Y no cabe duda que el pertenecer a una de esas familias propietarias de estas tierras les daba también cierta categoría social. Muchos se casaban por conveniencias entre ellos y juntaban tierras en las dos fincas – “El cariño vendrá después, hija mía” ó “Te interesa mucho ese moza que tiene tierras en “El Palazuelo…”
Los lotes de El Palazuelo fueron todos para los labradores de Orellana y Majada Alta tuvieron que compartirla con el de Madrigalejo al que cedieron la parte más occidental lindera con El Pasarón, la actual Guadalperales, a la que puso por nombre “María Amores”, en honor a su esposa.
Debido a la distancia que están de nuestro pueblo (12 ó 13 kilómetros) y los medios que tenían para desplazarse a cultivar la tierras, que no eran otros que las bestias y los carros, se vieron obligados a construir casas donde cobijarse ellos y sus bestias ante la imposibilidad de ir y regresar todos los días a Orellana. Lo normal es que estuvieran fabricadas de adobes y tapias de tierra. Casi todas tenían en la entrada una estancia donde se cocinaba en el fuego de la lumbre y daba acceso a una o dos habitaciones donde se habían construido alguna cama hecha con bovedillas de ladrillos a las que se ponía un jergón de “valluncos”. Esta entrada también se comunicaba con las cuadras, que normalmente no tenían puertas, (solo un palo atravesado impedían el paso de las bestias) y aquellas con el pajar. Era todo los que básicamente necesitaban aquellos austeros hombres de campo y sus animales para guarecerse de las inclemencias del tiempo y reposar sus huesos molidos por el esfuerzo de las duras jornadas.