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ORELLANA LA VIEJA: DON VICENTE II...

DON VICENTE II

Él nos enseñaba las primeras letras tanto a leerlas como escribirlas y las dos primeras “reglas” es decir la suma y la resta. ¡Cuántos manchotes de tinta, en todos lados, cuando intentábamos escribir con aquellas plumas “picoloro” insertas en un mordido plumier que iban y venían del tintero, de forma de sombrero mejicano colocado en un agujero del pupitre, a la libreta ¡Claro que teníamos un referente de lujo y pronto aprendíamos. No había más que imitarle. ¡Qué bien escribía D. Vicente en aquel encerado que solo era un poco de cemento en la pared ¡Tenía una letra cursiva preciosa.
Una tarde de jueves, que era cuando nos sacaba de paseo al campo con los niños de la Escuela de D. Basilio le dijo a éste:
“- Basilio, nosotros los Maestros tenemos que ir al Cielo a la fuerza”. - ¿Por qué?- le preguntó el compañero. –Pues … como nosotros estamos siempre con los niños, al final nos hacemos como ellos y recuerda que Jesús dijo que “todo aquel que no se haga como un niño no entrará en el Reino de los Cielos”, por esa razón nosotros tenemos el camino abierto”.
Y es que D. Vicente ha sido siempre y es un niño grande.
En 1961 se trasladó a Mérida donde ejerció en varios colegios hasta su jubilación. Estando en el último, el C. P. “Giner de los Ríos”, le fue concedida la Medalla de Alfonso X “El Sabio”. Tiene ya noventa y siete años pero él sigue escribiendo y a sus libros ya publicados “Peneque, un burro con historia” e “Historia de una encina”, sin duda le seguirán otros que como “Las Memorias de un tal Aureliano”, “Diczonariu Castúo. Mirco” y “Acedera en mi memoria”que ya tiene en capilla y Dios quiera que muchos más. En ellos deja traslucir la afirmación que hacíamos al principio y sus profundos conocimientos del campo y del alma extremeña. Y sigue visitando con frecuencia su querida “María Amores” donde disfruta y le son más llevaderos sus naturales achaques al contacto con la Naturaleza.
¡Muchas gracias D. Vicente ¡y …. ¡Salve, Maestro ¡