TRAVESURAS Y CRUELDADES CON LOS ANIMALES II.
LOS “AVIONES”
Cuando llegaba el verano los “aviones” (esos pájaros de color negro cuyo verdadero nombre son vencejos), atronaban con sus silbidos característicos, los alrededores de la iglesia principalmente al amanecer y al atardecer. En los huecos y rendijas de las paredes del templo tenían sus nidos y a esas horas era cuando más actividad mostraban siendo constante su ir y venir para cazar mosquitos y alimentar a sus crías. Y ¿Qué creéis que se nos ocurría para cazarlos?. Pues nos poníamos delante de la puerta de la iglesia, en la plazoleta donde hoy está la plaza de Extremaduray en la calle de la Iglesia con un vara “subiera” en uno de cuyos extremos atábamos un alambre tan largo como la vara. Aprovechábamos que los “aviones”, al salir del nido, descendía bastante para remontar el vuelo más adelante. Esta circunstancia se aprovechaba para disparar el “zurriago” y el alambre hacía verdaderos estragos en los bandos de estos pájaros ya que, normalmente, los cortaba algún ala derribando al animal que, una vez en el suelo, trataba de defenderse con su pico y sus afiladas uñas cuando íbamos a capturarlo.
TIRO AL PALOMO.
En las ferias de nuestro pueblo y en algunas fiestas también, una de las diversiones favoritas de los mozos era “El tiro al palomo” que consistía en lo siguiente:
El tío Julio “El Truchejo” y el tío “Corta” el zapatero se ganaban unas perrillas con esta crueldad que, por otra parte, se veía lo más normal del mundo. Disponían de un pequeño cajón donde metía a un palomo o tórtola donde apenas se podía mover.. Tenía un agujero por donde dejaba libre únicamente la cabeza del animal. Colgaban el cajoncito en la pared y con una escopeta de aire comprimido, cargada con aquellas “flechas” de punta aguzada y rematada con unos pelos de distintos colores, los mozos, previo pago de una cantidad, disparaban sobre la cabeza del pobre animal que obviamente no podía defenderse. Es cierto que la distancia era lo suficientemente grande como para que la inmensa mayoría de los tiros no dieran en el blanco, (en eso estaba la ganancia de los tÍos “Truchejo” y “Corta” que en muchas ocasiones regresaban a casa con sus pájaros intactos). Pero había veces que algunos apuntaban bien y mataban o herían al palomo de un certero flechazo. En el primer caso ganaban el premio estipulado que era el animal muerto (entonces se sustituía por otro que guardaban en una cesta de mimbre) o dinero en el segundo y se dejaba al animal herido para que recibiera más tiros. En este caso se restañaba la herida con un trozo de papel de fumar.
Aún tengo en la memoria la imagen de una paloma que al recibir un flechazo en la cabeza, inclinó ésta y le salió una gotita de sangre mientras cerraba los ojos, ¡Horrible ¡
LOS MURCIÉLAGOS.
En Orellana antes había muchos murciélagos que salían a cazar por la noche emitiendo sus sonidos característicos y que le sirven para orientarse en sus vuelos nocturnos. Pues bien, cuando caía uno en nuestras manos teníamos a gala el asegurar que los murciélagos les gustaba fumar. Los poníamos un cigarro en la boca y el animal, asustado, aspiraba apretando y aflojando las mandíbulas y tragaba el humo. Por eso lo decíamos pero lo que es seguro es que los pobres murciélagos lo debían pasar muy mal introduciendo en sus pulmones el humo del tabaco.
LOS “AVIONES”
Cuando llegaba el verano los “aviones” (esos pájaros de color negro cuyo verdadero nombre son vencejos), atronaban con sus silbidos característicos, los alrededores de la iglesia principalmente al amanecer y al atardecer. En los huecos y rendijas de las paredes del templo tenían sus nidos y a esas horas era cuando más actividad mostraban siendo constante su ir y venir para cazar mosquitos y alimentar a sus crías. Y ¿Qué creéis que se nos ocurría para cazarlos?. Pues nos poníamos delante de la puerta de la iglesia, en la plazoleta donde hoy está la plaza de Extremaduray en la calle de la Iglesia con un vara “subiera” en uno de cuyos extremos atábamos un alambre tan largo como la vara. Aprovechábamos que los “aviones”, al salir del nido, descendía bastante para remontar el vuelo más adelante. Esta circunstancia se aprovechaba para disparar el “zurriago” y el alambre hacía verdaderos estragos en los bandos de estos pájaros ya que, normalmente, los cortaba algún ala derribando al animal que, una vez en el suelo, trataba de defenderse con su pico y sus afiladas uñas cuando íbamos a capturarlo.
TIRO AL PALOMO.
En las ferias de nuestro pueblo y en algunas fiestas también, una de las diversiones favoritas de los mozos era “El tiro al palomo” que consistía en lo siguiente:
El tío Julio “El Truchejo” y el tío “Corta” el zapatero se ganaban unas perrillas con esta crueldad que, por otra parte, se veía lo más normal del mundo. Disponían de un pequeño cajón donde metía a un palomo o tórtola donde apenas se podía mover.. Tenía un agujero por donde dejaba libre únicamente la cabeza del animal. Colgaban el cajoncito en la pared y con una escopeta de aire comprimido, cargada con aquellas “flechas” de punta aguzada y rematada con unos pelos de distintos colores, los mozos, previo pago de una cantidad, disparaban sobre la cabeza del pobre animal que obviamente no podía defenderse. Es cierto que la distancia era lo suficientemente grande como para que la inmensa mayoría de los tiros no dieran en el blanco, (en eso estaba la ganancia de los tÍos “Truchejo” y “Corta” que en muchas ocasiones regresaban a casa con sus pájaros intactos). Pero había veces que algunos apuntaban bien y mataban o herían al palomo de un certero flechazo. En el primer caso ganaban el premio estipulado que era el animal muerto (entonces se sustituía por otro que guardaban en una cesta de mimbre) o dinero en el segundo y se dejaba al animal herido para que recibiera más tiros. En este caso se restañaba la herida con un trozo de papel de fumar.
Aún tengo en la memoria la imagen de una paloma que al recibir un flechazo en la cabeza, inclinó ésta y le salió una gotita de sangre mientras cerraba los ojos, ¡Horrible ¡
LOS MURCIÉLAGOS.
En Orellana antes había muchos murciélagos que salían a cazar por la noche emitiendo sus sonidos característicos y que le sirven para orientarse en sus vuelos nocturnos. Pues bien, cuando caía uno en nuestras manos teníamos a gala el asegurar que los murciélagos les gustaba fumar. Los poníamos un cigarro en la boca y el animal, asustado, aspiraba apretando y aflojando las mandíbulas y tragaba el humo. Por eso lo decíamos pero lo que es seguro es que los pobres murciélagos lo debían pasar muy mal introduciendo en sus pulmones el humo del tabaco.