¡DE JIRA ¡II.
A medida que íbamos siendo mayores nuestros deseos de independencia de los padres se incrementaban. Y esa fue una de las causas por la que los de nuestra generación, los Lunes de Pascua y en “Los Santos”, comenzáramos a elegir La Sierra para pasar el día haciendo lo que nos viniera en ganas sin vigilancia alguna. Y esa costumbre la han continuado nuestros jóvenes hasta nuestros días.
Lo normal es que estas excursiones la hiciéramos los muchachos pero luego se atrevieron ellas solas y algunas veces eran mixtas. Como aquella que hicimos a la casa de campo que tienen los hermanos Gómez Masa en el cerro de “La Barrera del Espejo”. Fue memorable. Organizada por D. Luis Rodríguez, el cura que había organizado la Acción Católica en nuestro pueblo, lo pasamos en grande pues, además de comer y beber, “desacupamos” todos los baúles y arcones que había en la casa repletos de ropa antigua y cada uno se vistió de lo que pudo entre risas y diversión de todos.
Otra jira que recuerdo la hicimos nuestra partía de amigos. Salimos de Orellana cargados con nuestras meriendas y botellas vacías “-El agua la cogemos en “El Caño”-acordamos- por no llevar tanto peso”. Cuando llegamos a este sitio nos paramos y comimos algo para coger fuerzas pues nuestra intención era escalar y recorrer toda la sierra. Y en “El Caño” fue donde Sixto Sanz (Sixtín), que se había aprendido hacía poco el poema de Espronceda “La canción del pirata” y la tenía que meter como fuera, comenzó a darnos el coñazo del día:
“Con diez cañones por banda,
Viento en popa, a toda vela,
No corta el mar, sino vuela
Un velero bergantín.
Bajel pirata que llama,
Por su bravura, “El Temido”,
En todo el mar conocido,
Del uno al otro confín”.
Algunos le aplaudieron por lo que Sixto cogió fuerzas. Después comenzamos la ascensión entre peñas y matorrales. Visitamos “Villavieja” donde se encuentran las ruinas de un castro y en cuyos alrededores se han hallado restos de distintas civilizaciones. Exploramos la cima de la sierra y fue entonces cuando alguien se dio cuenta que no habíamos cogido agua de “El Caño”. Era una tarde calurosa de Abril y nadie quería bajar al manantial para llenar las botellas. De todas maneras dimos buena cuenta de nuestras tortillas y demás viandas echados a la sombra de los arbustos. Esto nos aumentó naturalmente la sed que para algunos era ya insoportable. Bueno, pues fue ese momento, en que todos estábamos fatigados y sedientos, el que escogió nuestro amigo Sixto para de nuevo meternos otro recital. En este caso se trataba de un poema de Bernardo López García que se llama “Al Dos de mayo”. Se encaramó en lo alto de un risco y con gran ardor patriótico y exagerados movimientos de brazos exclamó:
“Oigo, patria, tu aflicción,
Y escucho el triste concierto
Que forman, tocando a muerto,
La campana y el cañón…”
Y ya no continuó más pues todos los presentes comenzamos a abuchearle recibiendo una lluvia de hierbajos, ramas y musgos que cortaron de raíz la vena poética de “Sixtin”.
Después bajamos y las claras y frescas aguas del venero nos supieron a gloria y nos dieron fuerzas para regresar al pueblo, cansados y contentos, como regresaban los jóvenes después de pasar una jornada campestre entre amigos.
A medida que íbamos siendo mayores nuestros deseos de independencia de los padres se incrementaban. Y esa fue una de las causas por la que los de nuestra generación, los Lunes de Pascua y en “Los Santos”, comenzáramos a elegir La Sierra para pasar el día haciendo lo que nos viniera en ganas sin vigilancia alguna. Y esa costumbre la han continuado nuestros jóvenes hasta nuestros días.
Lo normal es que estas excursiones la hiciéramos los muchachos pero luego se atrevieron ellas solas y algunas veces eran mixtas. Como aquella que hicimos a la casa de campo que tienen los hermanos Gómez Masa en el cerro de “La Barrera del Espejo”. Fue memorable. Organizada por D. Luis Rodríguez, el cura que había organizado la Acción Católica en nuestro pueblo, lo pasamos en grande pues, además de comer y beber, “desacupamos” todos los baúles y arcones que había en la casa repletos de ropa antigua y cada uno se vistió de lo que pudo entre risas y diversión de todos.
Otra jira que recuerdo la hicimos nuestra partía de amigos. Salimos de Orellana cargados con nuestras meriendas y botellas vacías “-El agua la cogemos en “El Caño”-acordamos- por no llevar tanto peso”. Cuando llegamos a este sitio nos paramos y comimos algo para coger fuerzas pues nuestra intención era escalar y recorrer toda la sierra. Y en “El Caño” fue donde Sixto Sanz (Sixtín), que se había aprendido hacía poco el poema de Espronceda “La canción del pirata” y la tenía que meter como fuera, comenzó a darnos el coñazo del día:
“Con diez cañones por banda,
Viento en popa, a toda vela,
No corta el mar, sino vuela
Un velero bergantín.
Bajel pirata que llama,
Por su bravura, “El Temido”,
En todo el mar conocido,
Del uno al otro confín”.
Algunos le aplaudieron por lo que Sixto cogió fuerzas. Después comenzamos la ascensión entre peñas y matorrales. Visitamos “Villavieja” donde se encuentran las ruinas de un castro y en cuyos alrededores se han hallado restos de distintas civilizaciones. Exploramos la cima de la sierra y fue entonces cuando alguien se dio cuenta que no habíamos cogido agua de “El Caño”. Era una tarde calurosa de Abril y nadie quería bajar al manantial para llenar las botellas. De todas maneras dimos buena cuenta de nuestras tortillas y demás viandas echados a la sombra de los arbustos. Esto nos aumentó naturalmente la sed que para algunos era ya insoportable. Bueno, pues fue ese momento, en que todos estábamos fatigados y sedientos, el que escogió nuestro amigo Sixto para de nuevo meternos otro recital. En este caso se trataba de un poema de Bernardo López García que se llama “Al Dos de mayo”. Se encaramó en lo alto de un risco y con gran ardor patriótico y exagerados movimientos de brazos exclamó:
“Oigo, patria, tu aflicción,
Y escucho el triste concierto
Que forman, tocando a muerto,
La campana y el cañón…”
Y ya no continuó más pues todos los presentes comenzamos a abuchearle recibiendo una lluvia de hierbajos, ramas y musgos que cortaron de raíz la vena poética de “Sixtin”.
Después bajamos y las claras y frescas aguas del venero nos supieron a gloria y nos dieron fuerzas para regresar al pueblo, cansados y contentos, como regresaban los jóvenes después de pasar una jornada campestre entre amigos.