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ORELLANA LA VIEJA: NEMESIO...

NEMESIO

Nemesio Cerro Exojo fue uno de los personajes más populares que ha tenido nuestro pueblo desde la Guerra Civil hasta nuestros días.
Poco después de terminada la contienda empieza con la tarea a la que debería su popularidad: vender chucherías, que entonces no se llamaba así. Todas las tardes, un poco antes de la caída del sol, ya se le veía venir por toda la calle Real abajo con su mesa, dividida en muchos departamentos, y se colocaba en la esquina entre la calle Real y la plaza. Preparaba su carburo que le alumbraría un poco más tarde y, al poco rato, todos los muchachos estábamos a su alrededor:-“Nemesio, yo quiero un real de pipas”- Pues yo tres perras de “americanas”-.Él cogía un cajoncito que tenía, medía lo que le habías pedido y le soltabas el real, la perra gorda o lo que importara la mercancía. Pero Nemesio no solo vendía los productos que antes se mencionan. También tenía caramelos de un montón de clases, “bolonas”, a veces repeones, globos, tabaco…
Sinceramente creo que Nemesio, junto con el tío Paco que tenía un kiosco en la plaza, fueron los que propiciaron el principio de la adicción al tabaco de muchas generaciones de orellanenses. Y no es que lo hicieran con mala voluntad; ellos buscaban ganarse unas perrillas para alimentar a sus familias y las autoridades de aquella época, tan estrictas en otras cosas, lo permitían a igual que los padres. Fumar estaba muy bien visto y cuanto antes empezaras, antes te hacías un hombre. Nemesio vendía los cigarrillos sueltos porque para un paquete entero ninguno teníamos: tres Celtas, cinco Peninsulares, cuatro Ideales (aquellos del papel amarillo que cuando te lo tragabas parecía que te ibas metiendo un taladro en la garganta) o seis Caldo de Gallina, que había que liarlos. Estos eran marcas de tabaco negro que era más baratos. Después tenía tabaco rubio como las Bisontes y el Reno que era mentolado.
Por otra parte, Nemesio era como el banquero y confidente de todos nosotros porque no solo le dejabas muchas veces a deber lo que comprabas sino que, en repetidas ocasiones, te prestaba dinero para comprar otras cosas o ir al cine sin ningún interés añadido. Y lógicamente le tenías que decir para qué querías ese dinero y él siempre te comprendía. Lo hacía porque era así. ¡Cuántas pesetas tendrá sin cobrar todavía en bueno de Nemesio. ¡Seguro que Dios se lo ha pagado allá en el Cielo.
Los domingos, en vez de la mesa de diario, traía una especie de carro, que parecía un kiosco ambulante con dos ruedas pintado de rojo y azul con un letrero que ponía CONFITE Y CARAMELOS. Este ya lo alumbraba con luz eléctrica pues, después de muchos años, consiguió que le colocaron un contador para tal menester. La tía Petra, su mujer, se ponía en la puerta del cine, con una cesta, mientras su marido estaba en su esquina de la plaza.
Tenía, por otra parte, un gran sentido del humor. En los Carnavales, a pesar de estar prohibidos por la Dictadura, siempre se vestía de” máscara” y me cuenta el forero Neme, su nieto, que en una ocasión se vistió cubierto de nabos, que había criado en su huerto, hasta la cabeza. En el pecho llevaba un cartel que decía: “Aunque me veis que nabos voy vestío- El más gordo y el más grande-lo llevo escondío”. Lógicamente hizo mucha gracia a todos menos a la Guardia Civil que, creyendo iba escandalizando, le propinó unos buenos sopapos. De nada valieron las alegaciones de Nemesio y demostrarles que era verdad que el nabo de más grandes dimensiones lo llevaba escondido debajo de la camisa.
Todos los niños y jóvenes de aquella época tendrán siempre muy presente, su figura alta, bonachona, de voz suave y con su eterna gorra negra que ocultaba su calva. La figura del Tío Nemesio que el pueblo de Orellana le reconoció justamente colocando en el lugar donde vendió sus golosinas durante cuarenta años el letrero que dice: ESQUINA DEL TIO NEMESIO que tiene tanto valor como si se le hubiera dedicado una calle.