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ORELLANA LA VIEJA: Urdi: gracias por la poesía del Cristo. En quellos...

El que no sabe escribir
y le embarga la emoción,
no lo dice con la boca,
habla con el corazón.

Los que eres, Cristo, no sé,
no se puede adivinar,
cuantas pruebas estás dando,
con tu divina bondad.

El 25 de abril,
en solemne procesión
te sacamos de tu trono
a pedirte protección.

Todo el pueblo conmovido,
contrito y con devoción,
hombres, mujeres y niños
todos te piden perdón.

No diste tiempo a pensarlo
pues tu noble Corazón
y tu Manto poderosa
nuestros deseos cumplió.

Cuando el Santísimo llega
a la eras de la Cruz,
la Virgen de los Dolores
espera a la multitud.

Allí todos de rodillas
y pidiéndoos perdón
pedimos agua bendita
para nuestra salvación.

No pasan unos momentos,
el Cielo se obscureció
y encima nuestras cabezas
caía un gran chaparrón-

No cesaba de llover,
todo el mundo se mojaba,
al Santísimo y la Virgen
hubo que arropar con mantas.

El público entusiamado
en toda la procesión
con qué gusto y alegría
aguantaba el remojón.

Echando vivasal Cristo
y agitando sus pañuelos
todo un bando de palomas
parecía el pueblo entero.

Los sacerdotes mojados,
la mujeres y los niños,
los hombres entusiamados
dándoles gracias al Cristo.

Ya se acercan a la iglesia,
ésto ya era el disloque,
no sólo el Cristo va en andas,
también van los sacerdotes.

Nunca hemos visto a este pueblo
con tanta fe y alegría,
dando vivas al Señor,
como a la Virgen María.

En la iglesia ya metidos,
con mucha fe y devoción,
escuchando que predica
nuestro padre Don Ramón.

Predica con tanto acierto,
él nos presenta al Señor,
pide por nuestros pecados
y por nuestra salvación.

Nosotros, arrepentidos,
por tanta misericordia,
Virgen, Santísimo Cristo,
tennos siempre el la memoria.

Tú, Virgen de los Dolores,
que eres la madre de Dios,
acógenos en vuestro manto
y muestranos al Señor.

Juan María Sanz Ramírez

Orellana la Vieja, 25 de Abril de 1954

Urdi: gracias por la poesía del Cristo. En quellos entonces yo tenía diez años y era monaguillo. Los curas eran D. Ramón y D. Severino y fue apoteósico. Tuve la suerte de ser testigo directo de este gran acontecimiento de Orellana.