EL MES DE MAYO II
Una niña de aquella época, hoy ya casi octogenaria, me cuenta una anécdota que le ocurrió a ella y que ilustra admirablemente la intransigencia que imperaba en la organización a este respecto. Estaba un domingo jugando con sus amigas en la plaza y sus padres, que iban al cine, se acercaron al grupo e invitaron a su hija a que les acompañara a ver la película. La niña, muy contenta, aceptó. Nunca lo hubiera hecho pues tuvo la mala suerte que la Presidenta, que vivía justo enfrente del salón del cine, la vio entrar. Unos días después la comunicaron que estaba expulsada, de por vida, de Las Hijas de María por haber visto una película clasificada de “Rosa con reparos”. La sorpresa e indignación de la familia fueron mayúsculas máxime cuando ni la niña, ni sus progenitores, había “reparado”, antes de entrar al cine, en la “jodía” censura.
En compensación la joven que perteneciera, que por otra parte eran la mayoría del pueblo, tenía también sus derechos tales como: ocupar con sus compañeras un lugar privilegiado en la iglesia en el mes de Mayo y celebraciones marianas (“-Los primeros bancos más próximos al altar están hoy reservados para Las Hijas de María” - anunciaba D. Ramón en estas ocasiones reforzando el orgullo de las pertenecientes a dicha organización. Eran igualmente las encargadas de transportar la imágenes de María en las procesiones y de encabezar dichas manifestaciones religiosas con el estandarte. Así mismo podían lucir, colgada al cuello con una cinta de color celeste, la medalla de la Virgen que le había sido entregada en el acto de su ingreso y que conservaría durante toda su vida. Le estaba permitido exigir también que, en su boda, el estandarte luciera al lado del altar y si por desgracia alguna de sus miembros fallecía, sus familiares igualmente solicitaban que dicho estandarte presidiera el entierro.
Una niña de aquella época, hoy ya casi octogenaria, me cuenta una anécdota que le ocurrió a ella y que ilustra admirablemente la intransigencia que imperaba en la organización a este respecto. Estaba un domingo jugando con sus amigas en la plaza y sus padres, que iban al cine, se acercaron al grupo e invitaron a su hija a que les acompañara a ver la película. La niña, muy contenta, aceptó. Nunca lo hubiera hecho pues tuvo la mala suerte que la Presidenta, que vivía justo enfrente del salón del cine, la vio entrar. Unos días después la comunicaron que estaba expulsada, de por vida, de Las Hijas de María por haber visto una película clasificada de “Rosa con reparos”. La sorpresa e indignación de la familia fueron mayúsculas máxime cuando ni la niña, ni sus progenitores, había “reparado”, antes de entrar al cine, en la “jodía” censura.
En compensación la joven que perteneciera, que por otra parte eran la mayoría del pueblo, tenía también sus derechos tales como: ocupar con sus compañeras un lugar privilegiado en la iglesia en el mes de Mayo y celebraciones marianas (“-Los primeros bancos más próximos al altar están hoy reservados para Las Hijas de María” - anunciaba D. Ramón en estas ocasiones reforzando el orgullo de las pertenecientes a dicha organización. Eran igualmente las encargadas de transportar la imágenes de María en las procesiones y de encabezar dichas manifestaciones religiosas con el estandarte. Así mismo podían lucir, colgada al cuello con una cinta de color celeste, la medalla de la Virgen que le había sido entregada en el acto de su ingreso y que conservaría durante toda su vida. Le estaba permitido exigir también que, en su boda, el estandarte luciera al lado del altar y si por desgracia alguna de sus miembros fallecía, sus familiares igualmente solicitaban que dicho estandarte presidiera el entierro.