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MES DE MAYO III.
En las escuelas, los Maestros y Maestras ayudados por los alumnos mayores, levantaban un altar; se descolgaba el cuadro de La Purísima que había permanecido durante el resto del año en la pared que estaba enfrente de los escolares acompañando al Crucifijo y a los retratos de Franco y José Antonio y se colocaba en lo más alto rodeado totalmente de ramos de flores que casi a diario se renovaban con las aportaciones de los niño y niñas.. –“Toma, hijo, lleva estas flores a la escuela para el mes de María.” Algunos eran realmente primorosos.
Y todas las tardes se dejaban las tareas un poco antes y se dedicaban los últimos minutos a rezar “Avemarias” y a entonar cánticos alusivos a la Madre de Dios:
Humilde aquí nos tienes,
Bellísima doncella
Más que la luna bella,
Postrados a tus pies…
En la casa, la celebración se reducía principalmente al día tres, día de La Cruz. Para tal ocasión se fabricaba una cruz a base de flores y se colocaba en un altar. A la casa donde se hacía acudían las vecinas con la “recua” de chiquillos para rezar y cantar al símbolo por excelencia de los cristianos. Después, en la cocina o en “ el medio de casa”, nos esperaban una ó dos tablas del pan apoyadas en banquetas y rodeadas de sillas que, presurosamente eran ocupadas por los niños nada más terminar los últimos versos de la canción final. Las madres no servían en tazones suero de oveja migado que estaba buenísimo. Lo habían adquirido previamente de los pastores (mi madre se lo compraba al tío “Anterillo”) que en esta época hacían el queso. Cuando no había suero se sustituía por las riquísimas natillas que tan maravillosamente hacía las mujeres de Orellana u otras golosinas similares.
En las escuelas, los Maestros y Maestras ayudados por los alumnos mayores, levantaban un altar; se descolgaba el cuadro de La Purísima que había permanecido durante el resto del año en la pared que estaba enfrente de los escolares acompañando al Crucifijo y a los retratos de Franco y José Antonio y se colocaba en lo más alto rodeado totalmente de ramos de flores que casi a diario se renovaban con las aportaciones de los niño y niñas.. –“Toma, hijo, lleva estas flores a la escuela para el mes de María.” Algunos eran realmente primorosos.
Y todas las tardes se dejaban las tareas un poco antes y se dedicaban los últimos minutos a rezar “Avemarias” y a entonar cánticos alusivos a la Madre de Dios:
Humilde aquí nos tienes,
Bellísima doncella
Más que la luna bella,
Postrados a tus pies…
En la casa, la celebración se reducía principalmente al día tres, día de La Cruz. Para tal ocasión se fabricaba una cruz a base de flores y se colocaba en un altar. A la casa donde se hacía acudían las vecinas con la “recua” de chiquillos para rezar y cantar al símbolo por excelencia de los cristianos. Después, en la cocina o en “ el medio de casa”, nos esperaban una ó dos tablas del pan apoyadas en banquetas y rodeadas de sillas que, presurosamente eran ocupadas por los niños nada más terminar los últimos versos de la canción final. Las madres no servían en tazones suero de oveja migado que estaba buenísimo. Lo habían adquirido previamente de los pastores (mi madre se lo compraba al tío “Anterillo”) que en esta época hacían el queso. Cuando no había suero se sustituía por las riquísimas natillas que tan maravillosamente hacía las mujeres de Orellana u otras golosinas similares.
