LA PRIMERA COMUNIÓN I.
Al llegar a los ocho años aproximadamente hacíamos la Primera Comunión. Para ello un par de meses antes de recibir por primera vez el Cuerpo de Cristo, todos los días por la tarde después de la escuela teníamos que acudir a la sacristía de la iglesia para recibir, personalmente de D. Ramón, una intensa instrucción acerca de este gran misterio de la Fe cristiana. Más que información lo que hacía el cura era examinarnos todos los días de estos temas pues, ya en casa, nuestras madres se preocupaban de “meternos” en la cabeza, a viva voz porque obviamente no teníamos la capacidad de aprenderlo estudiando ya que apenas sabíamos leer todavía, todo el Catecismo del Padre Ripalda. En la estancia antes indicada nos sentaban en unos bancos que había alrededor de la pared, cada uno en el puesto que le correspondía según sus conocimientos del catecismo. Y D. Ramón:
“- ¿Quién es Dios?”- “Es un SER infinitamente Bueno, Justo, Poderoso, Principio y Fin de todas las cosas.”
“ ¿Cuántas Naturalezas hay en Cristo?” – Dos Divina y Humana.
“ ¿Cómo es Dios Remunerador?” “Porque premia a los buenos y castiga a los malos.”
“ ¿Qué la Comunión?”-“ Es un manjar Espiritual que sustenta el alma y nos da la vida eterna.”
¿Qué hay en la Hostia Consagrada?”- “ Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de nuestro Señor Jesucristo.”.
¿Qué cosas son necesarias para hacer una buena Confesión?”. “Cinco: Examen de conciencia, Dolor de corazón, Propósito de la enmienda, decir los pecados al confesor y cumplir la penitencia”…
Y así, así todos los días repasábamos los grandes misterios de la Fe, los dogmas, las oraciones y obligaciones que teníamos para con Dios y con la Santa Madre Iglesia. D. Ramón preguntaba al primero; si no se lo sabía pasaba al segundo y si éste daba la respuesta adecuada pasaba al primer lugar. De esta manera nos motivaba y nos afanábamos para estar al final, por lo menos, entre los cuatro primeros ya que éstos tendrían el honor de sacar de la iglesia al “Niño” (una imagen del Niño Jesús), en la procesión por las calles del pueblo. El primer niño sacaría el brazo delantero derecho de las andas, el segundo el brazo delantero izquierdo, el tercero el brazo trasero derecho y el cuarto, el brazo trasero izquierdo. Y las niñas igual pero sacaban a una imagen de la Virgen-Niña. En este empeño no solo estábamos nosotros sino que también participaban muy activamente nuestras familias.
Modestamente tengo que confesar que durante casi todo el tiempo que duró la catequesis de la Primera Comunión, conservé el primer puesto pero el último día me lo arrebató, en la última pregunta que hizo D. Ramón, en la que “titubeé” un poquitín y no la contesté exactamente, Paco Porras que poco después ingresó en el Seminario, quedando yo, definitivamente, el segundo.
Atribuyo este mérito a la buena de mi madre que, además de pasar muchas horas conmigo repasando y haciéndome aprender de memoria todos las preguntas, me había prometido que: -“Todos los días que quedes el primero, te frío un huevo por la noche”. Yo me esforzaba sobremanera y al final comía todas las noches este manjar que tanto me gustaba.
Al llegar a los ocho años aproximadamente hacíamos la Primera Comunión. Para ello un par de meses antes de recibir por primera vez el Cuerpo de Cristo, todos los días por la tarde después de la escuela teníamos que acudir a la sacristía de la iglesia para recibir, personalmente de D. Ramón, una intensa instrucción acerca de este gran misterio de la Fe cristiana. Más que información lo que hacía el cura era examinarnos todos los días de estos temas pues, ya en casa, nuestras madres se preocupaban de “meternos” en la cabeza, a viva voz porque obviamente no teníamos la capacidad de aprenderlo estudiando ya que apenas sabíamos leer todavía, todo el Catecismo del Padre Ripalda. En la estancia antes indicada nos sentaban en unos bancos que había alrededor de la pared, cada uno en el puesto que le correspondía según sus conocimientos del catecismo. Y D. Ramón:
“- ¿Quién es Dios?”- “Es un SER infinitamente Bueno, Justo, Poderoso, Principio y Fin de todas las cosas.”
“ ¿Cuántas Naturalezas hay en Cristo?” – Dos Divina y Humana.
“ ¿Cómo es Dios Remunerador?” “Porque premia a los buenos y castiga a los malos.”
“ ¿Qué la Comunión?”-“ Es un manjar Espiritual que sustenta el alma y nos da la vida eterna.”
¿Qué hay en la Hostia Consagrada?”- “ Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de nuestro Señor Jesucristo.”.
¿Qué cosas son necesarias para hacer una buena Confesión?”. “Cinco: Examen de conciencia, Dolor de corazón, Propósito de la enmienda, decir los pecados al confesor y cumplir la penitencia”…
Y así, así todos los días repasábamos los grandes misterios de la Fe, los dogmas, las oraciones y obligaciones que teníamos para con Dios y con la Santa Madre Iglesia. D. Ramón preguntaba al primero; si no se lo sabía pasaba al segundo y si éste daba la respuesta adecuada pasaba al primer lugar. De esta manera nos motivaba y nos afanábamos para estar al final, por lo menos, entre los cuatro primeros ya que éstos tendrían el honor de sacar de la iglesia al “Niño” (una imagen del Niño Jesús), en la procesión por las calles del pueblo. El primer niño sacaría el brazo delantero derecho de las andas, el segundo el brazo delantero izquierdo, el tercero el brazo trasero derecho y el cuarto, el brazo trasero izquierdo. Y las niñas igual pero sacaban a una imagen de la Virgen-Niña. En este empeño no solo estábamos nosotros sino que también participaban muy activamente nuestras familias.
Modestamente tengo que confesar que durante casi todo el tiempo que duró la catequesis de la Primera Comunión, conservé el primer puesto pero el último día me lo arrebató, en la última pregunta que hizo D. Ramón, en la que “titubeé” un poquitín y no la contesté exactamente, Paco Porras que poco después ingresó en el Seminario, quedando yo, definitivamente, el segundo.
Atribuyo este mérito a la buena de mi madre que, además de pasar muchas horas conmigo repasando y haciéndome aprender de memoria todos las preguntas, me había prometido que: -“Todos los días que quedes el primero, te frío un huevo por la noche”. Yo me esforzaba sobremanera y al final comía todas las noches este manjar que tanto me gustaba.