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ORELLANA LA VIEJA: LA PRIMERA COMUNIÓN III....

LA PRIMERA COMUNIÓN III.

Conforme iba llegando el día señalado los nervios aumentaban. En la casa se preparaban algunos dulces, mi madre había comprado una tela blanca en el comercio de mi amigo Paco Calzado y se la había llevado a Fernanda,”La Damasola”, que era una excelente modista de hombres para que me hiciera el traje a cuya casa tuve que ir un montón de veces para probarme. Y supongo que en todas las casas de mis compañeros andarían igual de atareados. Me compraron unos zapatos nuevos, una camisa con el cuello muy duro, un librito de oraciones color blanco y un rosario.
La tarde de antes estuvimos ensayando para que todo saliera bien: dónde nos debíamos sentar, cuándo saldríamos para el altar, arrodillarnos adecuadamente, cómo debíamos tomar la Sagrada Forma y de qué manera tendríamos que disolverla en la boca. Después todos nos confesamos por primera vez. ¡Había que ver los pecados que teníamos a esa tierna edad ¡
Y al final llegó el gran día. Un buen frote para ir totalmente limpio de cuerpo y de alma para recibir a Jesús. Me pusieron el traje y estaba muy extraño vestido así. (Era la primera vez que me ponía pantalones largos). Después, acompañado por mi prima Juliana, que hizo pareja conmigo y rodeado de toda la familia, nos dirigimos al templo. ¡Cuánta gente ¡¡Éramos el objeto de todas las miradas, éramos los protagonistas ¡. La Misa fue muy larga pero cuando llegó la hora de la verdad, arrodillado en unos reclinatorios que habían colocado ex profeso, y al oír de labios de D. Ramón aquellas solemnes palabras:-“ Corpus Dómini nostri, Jesuchristi, custodiet ánimam meam in vitam eternam, amem” –mientras depositaba la Hostia Consagrada en mi boca, sentí tal emoción que no pude impedir que unas lágrimas abandonaran mis ojos melillas abajo. Lo recuerdo perfectamente.
Después de los actos religiosos venía un verdadero suplicio para los niños que hacíamos la Primera Comunión por aquellos entonces: Teníamos que recorrer todas las calles del pueblo acompañados por nuestras madres, visitando a los familiares y conocidos que nos abrazaban y besaban –“ ¡Qué guapo vas ¡” y nos daban unas pesetillas. Y junté en total cincuenta y seis duros que era una cantidad enorme.
Una comida familiar muy especial, como la ocasión, era el intermedio entre el recorrido anterior y la vuelta a la iglesia por la tarde. Las imágenes del Niño Jesús y la Virgen Niña estaban preparadas para ser sacadas del templo por los cuatro, niños y niñas, que habían quedado los primeros en “la dotrina”. Y si emocionante fue el acto de la mañana, no lo fue menos el momento en que sacamos los santos por la puerta este del templo ante el murmullo de admiración del numerosísimo público allí concentrado. Pepe, “El Retratista”, nos perpetuó con su vieja cámara fotográfica para la posteridad y después recorrimos varias calles en procesión para regresar de nuevo a la iglesia.
Día de la Primera Comunión, día emocionante, agotador e inolvidable.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Muy bien relatado, como siempre. Y excelente memoria la tuya, Antonio.
Fíjate cómo pasa el tiempo que ya hemos celebrado el día veinticuatro la 1ª Comunión de mi nieta.