TEO
Hablar de Timoteo Ramos Ramírez, Teo, es hablar de la habilidad. Efectivamente fue un hombre muy habilidoso en todo lo que se ponía a hacer como veremos a lo largo de esta pequeña semblanza sobre su persona.
Nació en Orellana el día 12 de Abril de 1936, año en que comenzó la Guerra Civil, en el seno de una familia profundamente cristiana (fueron ellos los que adquirieron y donaron la imagen de la Virgen del Rosario a la Parroquia) formada por el matrimonio Fernando Ramos y Consolación Ramírez, siendo el tercero de los cinco hijos que tuvieron: tres hembras (Beatriz, Leonor y Acacia) y dos varones Patricio, que se hizo sacerdote, y nuestro protagonista.
Desde pequeño estuvo siempre trabajando en un comercio familiar donde se vendían telas, botones, hilos, brochas de afeitar y de todo un poco por lo que se hizo un hábil comerciante. Luego él lo incrementó especializándose en artículos de pesca siendo la primera tienda en Orellana donde nos podíamos hacer de todo lo referente a este deporte. ¡Y es que Teo fue un extraordinario y habilísimo pescador ¡En un rincón de la tienda tenía un pequeño taller donde arreglaba todo lo que se averiaba de cualquier “bártulo” de pescar. Lo mismo te reparaba un carrete Sagarra que ponía los refuerzos metálicos de los enchufes de las cañas de bambú. Y fue allí donde inventó y fabricó las boyas corredizas “Teorrán”, un sistema gracias al cual podíamos pescar en el pantano, caña pequeña y carrete, teniendo el cebadero muy alejado de la orilla y pudiendo observar las picadas con toda nitidez. Esto era imposible hacerlo con boyas fijas pues no se podía lanzar tan lejos con el viejo sistema.
Cuando era aún adolescente se hizo de una máquina de cine del tipo “Indesit” y casi todas las noches de verano, en su corral, convocaba a gran cantidad de chiquillos y previo pago de una perra gorda, nos proyectaba películas de animación que él mismo dibujaba en un papel especial que traían los rollos de tela que vendía en su comercio. Daba la manivela, salían las imágenes en una sábana y nos contaba unas historias que nos quedaba embobados.
Pero no solo con el cine era especialista en crear ilusiones. Él tenía contactos comerciales con la Editorial Valenciana, que por aquellos entonces publicaba casi todas las colecciones de tebeos y nos los traía de encargos. En el pueblo no había ninguna librería ni kiosco de prensa donde adquirir los “cuentos” como nosotros decíamos. Gracias a Teo, que nos los vendía, podíamos vivir las aventuras de nuestros héroes favoritos. Yo estuve ahorrando durante un tiempo dos reales (50céntimos de pesetas) y le encargué el primer número de “Roberto Alcázar y Pedrín” que mostré con orgullo a mis amigos. Así que todos los días tenía en la puerta de su comercio un montón de chavales interesándose vehementemente por si habían llegado ya sus tebeos. Después, cuando conseguías juntar un buen número de ellos, como él había aprendido a encuadernar, por un módico precio, los reunía en tomos admirablemente encuadernados.
Con aquellas hábiles y endurecidas manos por el ejercicio constante, realizaba todos los trabajos a la perfección, como aquellas apreciadísimas bolonas, totalmente esféricas, que conseguía puliendo cualquier trozo de mármol que encontraba.
Además de en las anteriores facetas Teo tuvo un éxito extraordinario cuando puso su “Academia de mecanografía”. En este aspecto tomó el relevo de Eusebio Marcos, “Furriola”, que enseñaba a escribir a máquinas y que, por su marcha a Barcelona, había dejado vacante en Orellana en esta parcela. Con toda la paciencia del mundo nos enseñaba con el “Método Caballero de mecanografía al tacto ” y gracias a él muchísimos jóvenes y niños orellanenses de varias generaciones hoy saben escribir con rapidez en el teclado del ordenador.
El bueno de Teo padecía una enfermedad nerviosa que se iba agravando con el tiempo hasta que murió. relativamente joven en Plasencia donde marchó a vivir con sus hermanos.
Hablar de Timoteo Ramos Ramírez, Teo, es hablar de la habilidad. Efectivamente fue un hombre muy habilidoso en todo lo que se ponía a hacer como veremos a lo largo de esta pequeña semblanza sobre su persona.
Nació en Orellana el día 12 de Abril de 1936, año en que comenzó la Guerra Civil, en el seno de una familia profundamente cristiana (fueron ellos los que adquirieron y donaron la imagen de la Virgen del Rosario a la Parroquia) formada por el matrimonio Fernando Ramos y Consolación Ramírez, siendo el tercero de los cinco hijos que tuvieron: tres hembras (Beatriz, Leonor y Acacia) y dos varones Patricio, que se hizo sacerdote, y nuestro protagonista.
Desde pequeño estuvo siempre trabajando en un comercio familiar donde se vendían telas, botones, hilos, brochas de afeitar y de todo un poco por lo que se hizo un hábil comerciante. Luego él lo incrementó especializándose en artículos de pesca siendo la primera tienda en Orellana donde nos podíamos hacer de todo lo referente a este deporte. ¡Y es que Teo fue un extraordinario y habilísimo pescador ¡En un rincón de la tienda tenía un pequeño taller donde arreglaba todo lo que se averiaba de cualquier “bártulo” de pescar. Lo mismo te reparaba un carrete Sagarra que ponía los refuerzos metálicos de los enchufes de las cañas de bambú. Y fue allí donde inventó y fabricó las boyas corredizas “Teorrán”, un sistema gracias al cual podíamos pescar en el pantano, caña pequeña y carrete, teniendo el cebadero muy alejado de la orilla y pudiendo observar las picadas con toda nitidez. Esto era imposible hacerlo con boyas fijas pues no se podía lanzar tan lejos con el viejo sistema.
Cuando era aún adolescente se hizo de una máquina de cine del tipo “Indesit” y casi todas las noches de verano, en su corral, convocaba a gran cantidad de chiquillos y previo pago de una perra gorda, nos proyectaba películas de animación que él mismo dibujaba en un papel especial que traían los rollos de tela que vendía en su comercio. Daba la manivela, salían las imágenes en una sábana y nos contaba unas historias que nos quedaba embobados.
Pero no solo con el cine era especialista en crear ilusiones. Él tenía contactos comerciales con la Editorial Valenciana, que por aquellos entonces publicaba casi todas las colecciones de tebeos y nos los traía de encargos. En el pueblo no había ninguna librería ni kiosco de prensa donde adquirir los “cuentos” como nosotros decíamos. Gracias a Teo, que nos los vendía, podíamos vivir las aventuras de nuestros héroes favoritos. Yo estuve ahorrando durante un tiempo dos reales (50céntimos de pesetas) y le encargué el primer número de “Roberto Alcázar y Pedrín” que mostré con orgullo a mis amigos. Así que todos los días tenía en la puerta de su comercio un montón de chavales interesándose vehementemente por si habían llegado ya sus tebeos. Después, cuando conseguías juntar un buen número de ellos, como él había aprendido a encuadernar, por un módico precio, los reunía en tomos admirablemente encuadernados.
Con aquellas hábiles y endurecidas manos por el ejercicio constante, realizaba todos los trabajos a la perfección, como aquellas apreciadísimas bolonas, totalmente esféricas, que conseguía puliendo cualquier trozo de mármol que encontraba.
Además de en las anteriores facetas Teo tuvo un éxito extraordinario cuando puso su “Academia de mecanografía”. En este aspecto tomó el relevo de Eusebio Marcos, “Furriola”, que enseñaba a escribir a máquinas y que, por su marcha a Barcelona, había dejado vacante en Orellana en esta parcela. Con toda la paciencia del mundo nos enseñaba con el “Método Caballero de mecanografía al tacto ” y gracias a él muchísimos jóvenes y niños orellanenses de varias generaciones hoy saben escribir con rapidez en el teclado del ordenador.
El bueno de Teo padecía una enfermedad nerviosa que se iba agravando con el tiempo hasta que murió. relativamente joven en Plasencia donde marchó a vivir con sus hermanos.