El pasado jueves pasé una velada maravillosa en Campanario. Se jubilaba un amigo y compañero, maestro en Orellana, y la comida se celebró en Campanario. La emoción que sentí me hizo permanecer en silencio buena parte de la comida hasta que en la sobremesa se despertaron los recuerdos de mis años en Orellana y el tema de los corrillos era el mismo: los viejos tiempos, las amistades, las ausencias, la escuela..., en fin, todo eso que por un momento nos hace olvidar el paso del tiempo y la edad. Saludé a compañeros/as de aquellos años, a personas a las que sólo conocía de hablar por teléfono, etc. El momento triste llegó cuando empezamos a hacer semblazas de todos aquéllos/as que marcharon demasiado jóvenes sin tiempo siquiera a disfrutar de una más que merecida jubilación.
En fin, c´est la vie, como dicen de los Pirineos para arriba.
Perdonad el tocho, pero necesitaba decir una vez más que Orellana ja sido, es y será algo muy especial en mi vida (además, mi mujer es de Orellana).
En fin, c´est la vie, como dicen de los Pirineos para arriba.
Perdonad el tocho, pero necesitaba decir una vez más que Orellana ja sido, es y será algo muy especial en mi vida (además, mi mujer es de Orellana).