Milord informa.
El loco febrero en sus últimos días (que pronto acabaran por transcurrir), el tiempo nos ha sido suministrado bien surtido para darnos gusto a todos. Días despejados pero con vientos fuerte, días nublados en que siguió el viento esta vez suave, días nublados con su poquita de lluvia mansa, y por último días despejados sin vientos, ni flojos ni fuertes. Un tiempo que pareció un muestrario de un almacén, en el que cada cual puede elegir lo que más le guste o convenga.
Desde tiempo inmemorial se están llevando a cavo unas interesantes obras en la calle de la iglesia de nuestro pueblo, obras estas que parece no tener fin por la lentitud de su proceso. Yo quisiera que algún alma piadosa contestara categóricamente a mi pregunta, para saber donde esta el verdadero atranque en el asunto ¿quién es el culpable de esta atroz calma chicha? Porque seguro que lo hay.
La calle en cuestión esta como si por ella hubieran pasado algunos cientos de tanques de guerra por encima y horadada las dos aceras tanto la izquierda como la derecha para que no haya contratiempos democráticos, pero que de seguir así las pirámides de Egipto
le darán a los zancajos en tiempo invertido en su terminación. Nuestros sufridos vecinos del santo están bastante disgustados, cansado, asqueados y cabreados porque para bajar a la plaza no tienen otro remedio que desviarse dando un rodeo, si es por la derecha casi llegar al Guadiana y subir por las calles adyacentes y si es por la izquierda tienen que hacerlo por la calle de los “pociques” que también se llega por allí ¡Ah! que lío.
Yo lo siento por nuestros conciudadanos del cerro que no tienen otra opción que la de armarse de una inmensa paciencia, porque según veo las obras van para largo, y es que estamos como al principio sin conseguir que se de un empujón para aligerar esas obras y quede transitable la calle, el caso es que seguimos sin saber a punto fijo a quien atribuir esta desdicha; y lo peor es, que así continuaremos por lo siglos de los siglos sin encontrar unas almas piadosas que nos saque de este atolladero y nos dejen circulante la calle, (que en mala hora quisieron transformar nada menos que en una hermosa avenida de primera categoría). Ya veremos, ya veremos, aunque no me extrañaría que al finalizar las obras, quedaran por terminar algunos “detallitos”, porque esto es un misterio misterioso impenetrable, que yo me librare bien de llevar a él mi indiscreción.
De mascaras y disfraces no andamos bien; no se los que concurrirán al concurso de disfraces, porque no he tenido la curiosidad de averiguarlo; pero en las calles, han desaparecido esas mascaras que conmovían al vecindario con sus gritos y algazara. Evidentemente progresamos, solo se ve alguna que otra desperdigada y aburrida, últimos chispazos de una tradición que nos abandona. Menos mal que tenemos a nuestros adorados jóvenes “murgueros”, ellas irán guapísimas y ellos... unos tíos con toda la barba, barba sí, como la de los reyes magos.
En tanto, amanecen unos días espléndidos que se anuncian a través de los dorados y vigorosos rayos del sol que iluminan con cálido fulgor nuestro pueblo. Mientras en su entorno el vapor del verde azulado de la hierba húmeda se eleva obstinadamente hacía la esfera del reloj del cielo, cuyas finas y delgadas saetas avanzan con lentitud pasmosa advirtiéndonos con su lánguido y monótono, tic tac, tic tac, el parsimonioso he inexorable paso del tiempo. Pues aprovechemos le.
Gracias por leerme. Desde Orellana la Vieja. Víctor Sanz.
El loco febrero en sus últimos días (que pronto acabaran por transcurrir), el tiempo nos ha sido suministrado bien surtido para darnos gusto a todos. Días despejados pero con vientos fuerte, días nublados en que siguió el viento esta vez suave, días nublados con su poquita de lluvia mansa, y por último días despejados sin vientos, ni flojos ni fuertes. Un tiempo que pareció un muestrario de un almacén, en el que cada cual puede elegir lo que más le guste o convenga.
Desde tiempo inmemorial se están llevando a cavo unas interesantes obras en la calle de la iglesia de nuestro pueblo, obras estas que parece no tener fin por la lentitud de su proceso. Yo quisiera que algún alma piadosa contestara categóricamente a mi pregunta, para saber donde esta el verdadero atranque en el asunto ¿quién es el culpable de esta atroz calma chicha? Porque seguro que lo hay.
La calle en cuestión esta como si por ella hubieran pasado algunos cientos de tanques de guerra por encima y horadada las dos aceras tanto la izquierda como la derecha para que no haya contratiempos democráticos, pero que de seguir así las pirámides de Egipto
le darán a los zancajos en tiempo invertido en su terminación. Nuestros sufridos vecinos del santo están bastante disgustados, cansado, asqueados y cabreados porque para bajar a la plaza no tienen otro remedio que desviarse dando un rodeo, si es por la derecha casi llegar al Guadiana y subir por las calles adyacentes y si es por la izquierda tienen que hacerlo por la calle de los “pociques” que también se llega por allí ¡Ah! que lío.
Yo lo siento por nuestros conciudadanos del cerro que no tienen otra opción que la de armarse de una inmensa paciencia, porque según veo las obras van para largo, y es que estamos como al principio sin conseguir que se de un empujón para aligerar esas obras y quede transitable la calle, el caso es que seguimos sin saber a punto fijo a quien atribuir esta desdicha; y lo peor es, que así continuaremos por lo siglos de los siglos sin encontrar unas almas piadosas que nos saque de este atolladero y nos dejen circulante la calle, (que en mala hora quisieron transformar nada menos que en una hermosa avenida de primera categoría). Ya veremos, ya veremos, aunque no me extrañaría que al finalizar las obras, quedaran por terminar algunos “detallitos”, porque esto es un misterio misterioso impenetrable, que yo me librare bien de llevar a él mi indiscreción.
De mascaras y disfraces no andamos bien; no se los que concurrirán al concurso de disfraces, porque no he tenido la curiosidad de averiguarlo; pero en las calles, han desaparecido esas mascaras que conmovían al vecindario con sus gritos y algazara. Evidentemente progresamos, solo se ve alguna que otra desperdigada y aburrida, últimos chispazos de una tradición que nos abandona. Menos mal que tenemos a nuestros adorados jóvenes “murgueros”, ellas irán guapísimas y ellos... unos tíos con toda la barba, barba sí, como la de los reyes magos.
En tanto, amanecen unos días espléndidos que se anuncian a través de los dorados y vigorosos rayos del sol que iluminan con cálido fulgor nuestro pueblo. Mientras en su entorno el vapor del verde azulado de la hierba húmeda se eleva obstinadamente hacía la esfera del reloj del cielo, cuyas finas y delgadas saetas avanzan con lentitud pasmosa advirtiéndonos con su lánguido y monótono, tic tac, tic tac, el parsimonioso he inexorable paso del tiempo. Pues aprovechemos le.
Gracias por leerme. Desde Orellana la Vieja. Víctor Sanz.