acompañada de un amanecer, con mis mejores deseo.
Milord informa.
Crónica Orellanense, Abril 2ª
¡Ay, ay! Si, me quejo es porque me duele. No, por favor no, otra vez están los licenciados de Salamanca y los Filisteos dando guerra y jugando a “políticos” igual que nosotros cuando niños jugábamos a indios y vaqueros después de ver una película del oeste en el cine Cervantes. Si al menos intentaran solucionar los problemillas del pueblo y no mandar a los juzgados a los vecinos porque el de al lado le rompe una teja al otro, sería lo perfecto y lo normal, pero.... el Dios del protagonismo amigos míos tiene muchos adeptos.
Cuarto mes del año, ¡abril, abril! El caballero galante que nos visita todos los años dando el brazo a la primavera; el que trae en el bolsillo la llave del granero de nuestros labradores, el que inicia los amores en nuestra juventud temprana y abre las flores y las rosas, el de las mañanitas dulces de dormir y brisas perfumadas; ¡valiente timo nos está dado! El abril de este año, después del frío, calor, y después calor y frío mezclados, éste es el rico presente que nos ofrece éste mes de abril, mes encantador, mes que esta haciendo pasar mil rabietas a nuestro labradores.
En estos días que debía de llover a menudo, no llueve nada porque no le da la gana, en cambio cuando no debió llover nada, llovió a menudo y gordo, ¡ésta es la vida! Un montón de contrariedades que aumentada por la imparable subidas de impuestos, no nos permiten ser feliz.
Mientras nuestra querida juventud pasados aquellos fríos de los primeros meses que pusieron espanto en su animo, ha vuelto a su vida ordinaria procurando preparar las cosas lo mejor posible para esta Semana Santa y gozar de las delicias que pueda proporcionar la intemperie campestre. Pero.... ¿quién se
atreve a trasladarse al campo con un tiempo así? Las verdes praderas de los cerros de la Serena con los días tan tórridos y veraniegos que llevamos, ni están verdes ni son praderas, si no pastizales.
. Las laboriosas mujeres Orellanenses se afanan en la complicada elaboración de bellas carrozas de papel para el día de San Isidro, por lo que he podido averiguar son unas cuatro, aunque pudieran ser cinco, (es igual en la mesa de San Francisco donde comen cuatro también comen cinco) después de mucho pensárselo una de ellas será un gran paquidermo y bonito elefante circense, otra de ellas es un tío vivo que en las ferias es el encanto de chiquillos naturalmente con sus caballitos de diferentes colores, las otras, una está diseñada a partir del restaurante playero Costa Dulce con su bandera azul y todo y la última no se, no se, porque me dicen que es una iglesia árabe, será una mezquita dije yo, no, no, me contestaron, ¡chis...! creo que querían decir una ermita visigoda o algo así. En fin todo se vera porque a mi no me cuadra una iglesia moruna.
Una de las muchas mañanas que se pueden ver desde el Cerro Gordo
El cielo era de un azul intenso cada vez más claro, las últimas estrellas habían desaparecido poco a poco, un mirlo levanta el vuelo lanzando al viento algunas notas de su encantador silbido diluyéndose después en la lejanía. Aparecía por los Tercios una franja de luz anaranjada que se mezclaba con el azul del cielo convirtiéndose poco a poco en color morado que desaparecía con rapidez y un disco de fuego sin rayos emergía de entre las brumas reflejándose en las embravecidas aguas del embalse, un torbellino de aire fuertísimo sacudía con saña los eucaliptos de las orillas del pantano, las hojas aumentaban el fragoso ruido del viento al ser violentamente golpeadas por éste haciéndolas bailar en una danza frenética girando sin cesar alrededor de sus pecíolos. El sol que había comenzado a reflejarse en las aguas del pantano dejaba tras de sí un rastro de ondulaciones amarillentas que aparecían y desaparecían con el fuerte viento solano. Se veían algún que otro de rápidos vencejos hermanos de las alegres golondrinas revolotear por el espacio como si se complacieran en volar en medio de aquel viento huracanado.
Ya los tenemos aquí para pasar la Semana Santa, bienvenidos a todos.
Desde Orellana la Vieja Víctor Sanz.
Milord informa.
Crónica Orellanense, Abril 2ª
¡Ay, ay! Si, me quejo es porque me duele. No, por favor no, otra vez están los licenciados de Salamanca y los Filisteos dando guerra y jugando a “políticos” igual que nosotros cuando niños jugábamos a indios y vaqueros después de ver una película del oeste en el cine Cervantes. Si al menos intentaran solucionar los problemillas del pueblo y no mandar a los juzgados a los vecinos porque el de al lado le rompe una teja al otro, sería lo perfecto y lo normal, pero.... el Dios del protagonismo amigos míos tiene muchos adeptos.
Cuarto mes del año, ¡abril, abril! El caballero galante que nos visita todos los años dando el brazo a la primavera; el que trae en el bolsillo la llave del granero de nuestros labradores, el que inicia los amores en nuestra juventud temprana y abre las flores y las rosas, el de las mañanitas dulces de dormir y brisas perfumadas; ¡valiente timo nos está dado! El abril de este año, después del frío, calor, y después calor y frío mezclados, éste es el rico presente que nos ofrece éste mes de abril, mes encantador, mes que esta haciendo pasar mil rabietas a nuestro labradores.
En estos días que debía de llover a menudo, no llueve nada porque no le da la gana, en cambio cuando no debió llover nada, llovió a menudo y gordo, ¡ésta es la vida! Un montón de contrariedades que aumentada por la imparable subidas de impuestos, no nos permiten ser feliz.
Mientras nuestra querida juventud pasados aquellos fríos de los primeros meses que pusieron espanto en su animo, ha vuelto a su vida ordinaria procurando preparar las cosas lo mejor posible para esta Semana Santa y gozar de las delicias que pueda proporcionar la intemperie campestre. Pero.... ¿quién se
atreve a trasladarse al campo con un tiempo así? Las verdes praderas de los cerros de la Serena con los días tan tórridos y veraniegos que llevamos, ni están verdes ni son praderas, si no pastizales.
. Las laboriosas mujeres Orellanenses se afanan en la complicada elaboración de bellas carrozas de papel para el día de San Isidro, por lo que he podido averiguar son unas cuatro, aunque pudieran ser cinco, (es igual en la mesa de San Francisco donde comen cuatro también comen cinco) después de mucho pensárselo una de ellas será un gran paquidermo y bonito elefante circense, otra de ellas es un tío vivo que en las ferias es el encanto de chiquillos naturalmente con sus caballitos de diferentes colores, las otras, una está diseñada a partir del restaurante playero Costa Dulce con su bandera azul y todo y la última no se, no se, porque me dicen que es una iglesia árabe, será una mezquita dije yo, no, no, me contestaron, ¡chis...! creo que querían decir una ermita visigoda o algo así. En fin todo se vera porque a mi no me cuadra una iglesia moruna.
Una de las muchas mañanas que se pueden ver desde el Cerro Gordo
El cielo era de un azul intenso cada vez más claro, las últimas estrellas habían desaparecido poco a poco, un mirlo levanta el vuelo lanzando al viento algunas notas de su encantador silbido diluyéndose después en la lejanía. Aparecía por los Tercios una franja de luz anaranjada que se mezclaba con el azul del cielo convirtiéndose poco a poco en color morado que desaparecía con rapidez y un disco de fuego sin rayos emergía de entre las brumas reflejándose en las embravecidas aguas del embalse, un torbellino de aire fuertísimo sacudía con saña los eucaliptos de las orillas del pantano, las hojas aumentaban el fragoso ruido del viento al ser violentamente golpeadas por éste haciéndolas bailar en una danza frenética girando sin cesar alrededor de sus pecíolos. El sol que había comenzado a reflejarse en las aguas del pantano dejaba tras de sí un rastro de ondulaciones amarillentas que aparecían y desaparecían con el fuerte viento solano. Se veían algún que otro de rápidos vencejos hermanos de las alegres golondrinas revolotear por el espacio como si se complacieran en volar en medio de aquel viento huracanado.
Ya los tenemos aquí para pasar la Semana Santa, bienvenidos a todos.
Desde Orellana la Vieja Víctor Sanz.