-25% solo aquí

ORELLANA LA VIEJA: Mariano: muchas gracias por los sentimientos que tienes...

Mariano: muchas gracias por los sentimientos que tienes hacia mi padre y mi hermana (q. e. p. d.); ni que decirte tengo que son los mismos que yo siento hacia tus seres queridos, en especial tu padre, con el que sabes me unía una afectividad enorme, que sé era recíproca. "Pero en fín, dejémonos de melancolías...", como dice en su canción el amigo Pablo Guerrero y contemos cosas que nos pongan de buen humor y nos alegren el día.
Te voy a recordar algo que seguramente sabes. Sería el año 1.972 ó 1973, la noche del sábado santo al domingo de resurrección, cuando empezaban a acudir los “mozos” a engalanar la calle real para la procesión del encuentro. Estábamos juntos mi primo Francisco Ruiz, Pedro Herrero (ya desaparecidos los dos desgraciadamente), me parece que Jeromín (Jerónimo Curto) y yo, no recuerdo si había alguien más. Bueno, pues nos fuimos a coger jaramagos como todo el mundo. Salimos calle hospital abajo, pasando por la calle San Juan donde nos hicimos de una carretilla de mano que estaba en la plazuela y que creo que era de Benito el de la Gabriela (q. e. p. d.) y pasando por la calle Tenerías llegamos hasta las cercas que había detrás de la fábrica vieja. La noche era negra como boca de lobo y aunque íbamos un poco “alumbrados”, no veíamos a tres en un burro. Paramos en una de las cercas para examinar el terreno y Pedro, después de mirar, dijo que allí había muchísimos jaramagos. Saltaron la pared él y Jeromín para echar afuera los yerbajos y mi primo Francisco y yo nos quedamos fuera para irlos recogiendo. Los de dentro empezaron a tirar tantos jaramagos que nosotros no dábamos abasto para recogerlos y meterlos en la carretilla, así que en nada de tiempo la llenamos hasta los topes. Regresamos contentísimos porque pensábamos que deberíamos ser los que más jaramagos habían cogido. Cuando empezamos a ver con las primeras luces de las calles, cuál no sería nuestra sorpresa al mirar hacia la carretilla y observar que aquello parecía la alegría de la huerta: los jaramagos que habíamos cogido de la cerca no eran otra cosa que lechugas, cebollas, matas de habas y todo lo que el dueño de la cerca tenía sembrado en ella. Con las mismas, volvimos sobre nuestros pasos y descargamos los “jaramagos” en la cerca donde los habíamos cogido; me manché a propósito con barro las manos y la ropa y llegamos a la calle real diciendo que no habíamos podido coger nada porque me había caido y me había hecho daño; cosa que todo el mundo creyó dadas las circunstancias. ¡Qué tiempo tan feliz!, como bien titula Antonio Cabanillas la foto.
Mariano un fuerte abrazo a ti y los tuyos (digo “tuyos” incluyendo a tu yerno), si no tendría que decir “tuyas”.
Espero vernos pronto.
Alfonso Ruiz Bodión.