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ORELLANA LA VIEJA: DE TERTULIA...

DE TERTULIA
Hoy día, diecisiete de octubre de dos mil nueve.
En una silla de mimbre con gorra y bastón, Don Dionisio y su esposa Antonia me cuentan.
Que cuantos trabajos pasados, para vender esos peces que tanto los han hecho de trabajar.
Sin zapatos y apenas ropa, la vida de estos pescadores, al igual que las de todos los demás, ha sido dura.
Añorando su trabajo por los años, me cuentan que hasta cinco kilómetros andaba muchas veces con el trasmallo al hombro para pescar. Si se daba bien, había que traer los peces por lo que la carga era aún mayor. Los peces los llevaba a su casa en sacos o bien en canastas hechas de mimbre, no sin haber dejado el trasmallo o atarraya bien escondido entre peñas, piedras o alguna retama. Alguna vez le quitaron trasmallos y hasta los pantalones un día.
Él, al igual que los demás pescadores, confeccionaba sus propios trasmallos, hacia las agujas para coser y todo lo que envuelve este bonito mundo como es la pesca.
Dionisio se rasca la cabeza metiendo sus dedos debajo de la gorra, la cual remueve recreándose al recordar los trabajos pasados.
Con mucho esfuerzo se compró una burra, medio de trasporte de todos los achiperres que no eran pocos. Contento con su burra, trotaría todos los caminos que le conducirían al rio Guadiana. Pero la burra no le duro mucho, una noche los lobos dieron muerte a la burra y este hombre tuvo que volver a las mismas andadas que antes.
El trasmallo, esa red rumbeada con finos hilos haciendo bolsas para atrapar a los peces, lo tiraba desde la punta de la barca dejándolo caer poco a poco con ayuda de una gran vara. Poco a poco, el peso de los plomos haría que se deslizara hasta quedar tendido, otras veces, si veía que los peces estaban cerca de las cuevas, pantalón quitado, camisa fuera y al agua. De esta forma echaría el trasmallo desde la misma orilla para que callera delante de las cuevas y así, al salir el pez de estas, quedar atrapado en las redes.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Muy bueno Antonio.
De los trasmallos si puedo hablar un poquito. Recuerdo que cuando vivíamos en la Sevillana siempre había dos o tres trasmallos ¡cuanta hambre nos quitaron! cuando llegaba el atardecer y con él la hora de la cena, recuerdo que mi madre le decía a mi padre: bajaros al rio (Zujar) a ver si traéis algo para la cena. También me acuerdo de gente que iba del pueblo, como tu bien dices, a pescar o a poner los lazos o cepos como forma de ganarse la vida, y mi padre les decía: si veis entrar ... (ver texto completo)