LOS ZAMBOMBEOS
Allá por los años cuarenta y tanto el tiempo no se comportaba tan benignamente como ahora, lo hacía con bastante crueldad y con otro poquito de guasa.
Interminables días lloviendo y lloviendo sin parar hasta dejar cubiertas de légamo verde las blancas cuarcitas de que estaban enrolladas las calles de nuestro pueblo. Heladas y nieblas se sucedían unas a otras como los días de un calendario, pero esto no influía en lo más mínimo en el ánimo de la gente que ilusionada y frenética comenzaban con los preparativos de la Nochebuena. Uno de estos preparativos y al mismo tiempo anunciadores de estas entrañables fiestas eran los “zambombeos”
Intentare recordar y contaros lo bien que lo pasábamos tanto chicos como mayores
(Por aquel entonces yo tendría unos siete años)
Por estas fechas del mes de diciembre se extendían unas nieblas muy persistentes que a veces duraban tres o cuatro días seguidos siendo al anochecer más densas que durante el día pero esta no impedía el humo caliente y blanco que salía de las innumerables chimeneas del pueblo, que se preparaba para unas largas noches. Cuando no soplaba el viento el humo salía recto hacía el cielo formando bellas figuras que se iban agrandando hasta confundirse definitivamente con la espesa niebla. La cena casi siempre frugal, consistía en un guiso de cardillos y de postre una jícara de chocolate, me acuerdo bastante bien de los cardillos los cuales en tiempo de hambre evitó muchas muertes en Orellana, dejare los cardillos para otra ocasión y sigo con los zambombeos.
Los comentarios y las noticias corrían como el viento, así que los chavales estábamos alerta a tal o cual calle donde se celebraría un zambombeo, la calle Convento y la de Espronceda se llevaban la palma de esta clase de jolgorio. La anfitriona se ponía en la puerta y daba unos toques de zambomba o un hombre hacía sonar un caracol para indicar que se celebraría allí, al reclamo del insólito sonido caraconil los vecinos de la calle y los que no lo eran tanto comenzaban a llegar armados de los instrumentos que ellos consideraban adecuados, zambombas, acordeones, vigüelas, calderos y todo lo que pudiera hacer ruido.
Al calor de las grandes lumbres comenzaban los villancicos navideños, bonitos en música y letras algunos, monótonos y un poco repetitivo otros.
Esta noche es Nochebuena y mañana Navidad
Saca la bota morena que me voy a emborracha.
Algunos hombres ya calentitos con el vino de la taberna o el suyo propio desentonaban entre las dulces voces de las mujeres quizás emocionados por la alegría o por creer que en aquel momento cantaban mejor que los demás. A los mayores cuando llegaban los daban un vaso de buen vino o anís en una de aquellas copas que parecían un reburujón de cristal que aumentaba su contenido cuando la realidad era el de un dedal. A nosotros “la gente menua” nos daban unas bellotas, higos pasados o algunas almendras.
Al son de esta improvisada murga de Moya (que tocaba cada cual a su manera) se cantaba, bailaba y se criticaba con insólita desfachatez. Algunos mozos se iban de serenata después del zambombeo y como el pueblo entonces no era tan grande el punto final lo tenían siempre en la plaza, que se extendía amplia y húmeda por la niebla abriendo horizonte a la puerta de la Iglesia. Rondando las doce el día de Nochebuena era casi obligado asistir a la misa del Gallo. Y así transcurrían los días de Navidad allá por los años cuarenta. Desde Orellana la Vieja. FILIZ NAVIDAD. Víctor Sanz.
Allá por los años cuarenta y tanto el tiempo no se comportaba tan benignamente como ahora, lo hacía con bastante crueldad y con otro poquito de guasa.
Interminables días lloviendo y lloviendo sin parar hasta dejar cubiertas de légamo verde las blancas cuarcitas de que estaban enrolladas las calles de nuestro pueblo. Heladas y nieblas se sucedían unas a otras como los días de un calendario, pero esto no influía en lo más mínimo en el ánimo de la gente que ilusionada y frenética comenzaban con los preparativos de la Nochebuena. Uno de estos preparativos y al mismo tiempo anunciadores de estas entrañables fiestas eran los “zambombeos”
Intentare recordar y contaros lo bien que lo pasábamos tanto chicos como mayores
(Por aquel entonces yo tendría unos siete años)
Por estas fechas del mes de diciembre se extendían unas nieblas muy persistentes que a veces duraban tres o cuatro días seguidos siendo al anochecer más densas que durante el día pero esta no impedía el humo caliente y blanco que salía de las innumerables chimeneas del pueblo, que se preparaba para unas largas noches. Cuando no soplaba el viento el humo salía recto hacía el cielo formando bellas figuras que se iban agrandando hasta confundirse definitivamente con la espesa niebla. La cena casi siempre frugal, consistía en un guiso de cardillos y de postre una jícara de chocolate, me acuerdo bastante bien de los cardillos los cuales en tiempo de hambre evitó muchas muertes en Orellana, dejare los cardillos para otra ocasión y sigo con los zambombeos.
Los comentarios y las noticias corrían como el viento, así que los chavales estábamos alerta a tal o cual calle donde se celebraría un zambombeo, la calle Convento y la de Espronceda se llevaban la palma de esta clase de jolgorio. La anfitriona se ponía en la puerta y daba unos toques de zambomba o un hombre hacía sonar un caracol para indicar que se celebraría allí, al reclamo del insólito sonido caraconil los vecinos de la calle y los que no lo eran tanto comenzaban a llegar armados de los instrumentos que ellos consideraban adecuados, zambombas, acordeones, vigüelas, calderos y todo lo que pudiera hacer ruido.
Al calor de las grandes lumbres comenzaban los villancicos navideños, bonitos en música y letras algunos, monótonos y un poco repetitivo otros.
Esta noche es Nochebuena y mañana Navidad
Saca la bota morena que me voy a emborracha.
Algunos hombres ya calentitos con el vino de la taberna o el suyo propio desentonaban entre las dulces voces de las mujeres quizás emocionados por la alegría o por creer que en aquel momento cantaban mejor que los demás. A los mayores cuando llegaban los daban un vaso de buen vino o anís en una de aquellas copas que parecían un reburujón de cristal que aumentaba su contenido cuando la realidad era el de un dedal. A nosotros “la gente menua” nos daban unas bellotas, higos pasados o algunas almendras.
Al son de esta improvisada murga de Moya (que tocaba cada cual a su manera) se cantaba, bailaba y se criticaba con insólita desfachatez. Algunos mozos se iban de serenata después del zambombeo y como el pueblo entonces no era tan grande el punto final lo tenían siempre en la plaza, que se extendía amplia y húmeda por la niebla abriendo horizonte a la puerta de la Iglesia. Rondando las doce el día de Nochebuena era casi obligado asistir a la misa del Gallo. Y así transcurrían los días de Navidad allá por los años cuarenta. Desde Orellana la Vieja. FILIZ NAVIDAD. Víctor Sanz.
Me acaban de mandar por mi correo “eléctrico” un poemario bonito, bonito de verdad. El titulo es “El trastero del Corazón” ediciones Librodeartista, ed. Palma de Mallorca.
Su autor es “Fransilvania” al que yo considero un segundo Nostradamus por lo misterioso de sus APERTURAS (el las llama así un total de 23). Yo creo que son poemas cabalísticos que tienen algo de predicción futurista, el tiempo lo dirá. Fíjense.
Habrá soles y días,
Y otros días sin luz.
¿Tenemos miedo de la verdad?
El cielo se ensancha
Y no promete nada…,
Tan solo resta ordenar
El trastero del corazón.
Su autor es “Fransilvania” al que yo considero un segundo Nostradamus por lo misterioso de sus APERTURAS (el las llama así un total de 23). Yo creo que son poemas cabalísticos que tienen algo de predicción futurista, el tiempo lo dirá. Fíjense.
Habrá soles y días,
Y otros días sin luz.
¿Tenemos miedo de la verdad?
El cielo se ensancha
Y no promete nada…,
Tan solo resta ordenar
El trastero del corazón.
El primer dia libre que tenga iré a buscarlo.
Saludos Victor.
Saludos Victor.