Milord informa.
Crónica Orellanense. Enero de 2012.
Naturalmente por estas fechas del año, la lotería Nacional constituye la preocupación casi exclusiva de la mayor parte de los españoles, y de no pocos extranjeros que voluntariamente y con la sonrisa en los labios se prestan a ayudarnos a sobrellevar la carga. Ella (la lotería) la mayor parte proporciona desencantos y decepciones, porque la diosa Fortuna, esquiva y alocada huye del que la persigue con insultantes carcajadas, pero es lo cierto que no son pocos los que escarmientan de una vez para otra y que el desengaño no nos dura nada: porque todos los años volvemos a probar la fortuna para ver si se ha ablandado y por fin se deja coger.
¡Cuántos proyectos grandiosos que se han quedado en germen!, ¡Cuántas promesas de generosos desprendimientos, que no llegaron a cuajar! Y cuánto preocuparse inútilmente para buscar colocación a un dinero que todavía no estaba en las manos, ni estará nunca. Muchos de los fieles amantes de la mítica fortuna, que habíamos solicitado sus favores de un modo insinuante y discreto, adquiriendo participaciones en la gran jugada de Navidad, estamos inconsolables.
Giraron por fin los grandes bombos del sistema Nacional en medio de la expectación y ansiedad de los jugadores, escupiendo números por la trampilla y repartiendo premios. Esparció a los cuatro vientos las adorables caricias de la fortuna, eligió entre todos a sus cuatro favoritos, tendiendo sobre ellos el dorado manto de la felicidad y aquí nos quedamos los demás con las alas caídas, lacios y mustios, perdidas nuestras ilusiones y desvanecidos como flores deshojadas y marchitas o al igual que los trajes de gala arrugados y deslucidos después de una noche de juerga y placer. ¡Ay! Como encoje el ánimo estas trastadas de la fortuna! Antes nos creíamos capaz de todo, nada nos arredraba y para todo teníamos ilusión, que bajón dieron nuestras energías, después de leer la lista grande. Pues otra vez será, amigos, siempre se dice así ¿no?
El mes de enero ha renovado el acuerdo de su antecesor obsequiándonos con un tiempo si no bueno porque ahora es imposible, durante el día es bastante aceptable. Los labradores ven el cielo abierto (como que han desaparecido de él las nubes) y se entregan a su tarea de envenenar las plantas que los obsequian con mala semillas. Pero si no llueve, en cambio las heladas y los aires del norte unas veces y el solano otras, reinando y soplando a su gusto, han creado una temperatura muy apropiada para el desarrollo de catarros, que tanto distraen y entretienen a los dolientes orellanenses, entre estornudos y mormeras.
En estas últimas semanas, me han llovido quejas y algún que otro digustillo. Pues que yo sepa aún no estamos en Semana Santa para hacer penitencia ¡que corcio!
Nuestros amables ediles, a quienes creía yo reconciliados conmigo por ocuparme de las obras que traen entre manos, parece que no están muy conformes de mi labor informativa y no hacen más que refunfuñar. ¿Qué querrán? Porque algunas de las dudas que me asaltaban en mi última crónica y reflexionaba sobre el haber o no de las arcas municipales y de la sociedad anónima del alumbrado eléctrico de estas Navidades, han tratado de explicármelo personas bien enteradas en esto líderes, condolidas al verme en tan desesperada situación. Dios les pague la caridad que han empleado conmigo y en el cielo recojan el fruto de su buena obra.
La verdad sea dicha es que me apresuré a comentar una cosa que después ha resultado como la célebre “olla de miel de Guadalupe” de la cuál se sacaba miel en abundancia y nunca se acababa, y remitiéndome a los hechos en nuestro municipio se están llevando acabo otra vez obras de reforma en varias de sus calles.
Nuestra adorable y estudiosa juventud, marchó a los centros de enseñanzas y universidades, con el corazón dolorido o partido (como dice cierta canción), se les caían lágrimas al dar el adios, dispuestos al sacrificio, como el último adios triste y melancólico que se pronuncia cuando se va a entrar en un convento y abandonar el mundo y renunciar a sus pompas y vanidades.
¡Válgame Dios, cuánta desgracia!
Con luz incierta se despide el día, apagándose los resplandores del sol, pronto el manto azul de la noche se cubrirá de rica pedrería mandando por doquier sus tenues fulgores. Satúrase el ambiente de agradables olores de ambrosía que las flores derrochan sin descanso, los mansos arroyos pasan formando caprichosas ondas en su corriente y en las pequeñas tablas remansos de cristal, coquetonamente se refleja el nacarado globo de la Luna. Después dichosa y feliz, hora tras hora huye veloz y presurosa al igual que pasan los dichos y los hechos por el mundo.
¿Cómo sabéis lo que es música?
Si nunca escuchasteis el canto de un ruiseñor.
¿Cómo sabéis lo que es belleza?
Si nunca vinisteis a Orellana la Vieja.
Pues venid a conocerla.
Desde nuestro bello pueblo Orellanense. Víctor Sanz
Crónica Orellanense. Enero de 2012.
Naturalmente por estas fechas del año, la lotería Nacional constituye la preocupación casi exclusiva de la mayor parte de los españoles, y de no pocos extranjeros que voluntariamente y con la sonrisa en los labios se prestan a ayudarnos a sobrellevar la carga. Ella (la lotería) la mayor parte proporciona desencantos y decepciones, porque la diosa Fortuna, esquiva y alocada huye del que la persigue con insultantes carcajadas, pero es lo cierto que no son pocos los que escarmientan de una vez para otra y que el desengaño no nos dura nada: porque todos los años volvemos a probar la fortuna para ver si se ha ablandado y por fin se deja coger.
¡Cuántos proyectos grandiosos que se han quedado en germen!, ¡Cuántas promesas de generosos desprendimientos, que no llegaron a cuajar! Y cuánto preocuparse inútilmente para buscar colocación a un dinero que todavía no estaba en las manos, ni estará nunca. Muchos de los fieles amantes de la mítica fortuna, que habíamos solicitado sus favores de un modo insinuante y discreto, adquiriendo participaciones en la gran jugada de Navidad, estamos inconsolables.
Giraron por fin los grandes bombos del sistema Nacional en medio de la expectación y ansiedad de los jugadores, escupiendo números por la trampilla y repartiendo premios. Esparció a los cuatro vientos las adorables caricias de la fortuna, eligió entre todos a sus cuatro favoritos, tendiendo sobre ellos el dorado manto de la felicidad y aquí nos quedamos los demás con las alas caídas, lacios y mustios, perdidas nuestras ilusiones y desvanecidos como flores deshojadas y marchitas o al igual que los trajes de gala arrugados y deslucidos después de una noche de juerga y placer. ¡Ay! Como encoje el ánimo estas trastadas de la fortuna! Antes nos creíamos capaz de todo, nada nos arredraba y para todo teníamos ilusión, que bajón dieron nuestras energías, después de leer la lista grande. Pues otra vez será, amigos, siempre se dice así ¿no?
El mes de enero ha renovado el acuerdo de su antecesor obsequiándonos con un tiempo si no bueno porque ahora es imposible, durante el día es bastante aceptable. Los labradores ven el cielo abierto (como que han desaparecido de él las nubes) y se entregan a su tarea de envenenar las plantas que los obsequian con mala semillas. Pero si no llueve, en cambio las heladas y los aires del norte unas veces y el solano otras, reinando y soplando a su gusto, han creado una temperatura muy apropiada para el desarrollo de catarros, que tanto distraen y entretienen a los dolientes orellanenses, entre estornudos y mormeras.
En estas últimas semanas, me han llovido quejas y algún que otro digustillo. Pues que yo sepa aún no estamos en Semana Santa para hacer penitencia ¡que corcio!
Nuestros amables ediles, a quienes creía yo reconciliados conmigo por ocuparme de las obras que traen entre manos, parece que no están muy conformes de mi labor informativa y no hacen más que refunfuñar. ¿Qué querrán? Porque algunas de las dudas que me asaltaban en mi última crónica y reflexionaba sobre el haber o no de las arcas municipales y de la sociedad anónima del alumbrado eléctrico de estas Navidades, han tratado de explicármelo personas bien enteradas en esto líderes, condolidas al verme en tan desesperada situación. Dios les pague la caridad que han empleado conmigo y en el cielo recojan el fruto de su buena obra.
La verdad sea dicha es que me apresuré a comentar una cosa que después ha resultado como la célebre “olla de miel de Guadalupe” de la cuál se sacaba miel en abundancia y nunca se acababa, y remitiéndome a los hechos en nuestro municipio se están llevando acabo otra vez obras de reforma en varias de sus calles.
Nuestra adorable y estudiosa juventud, marchó a los centros de enseñanzas y universidades, con el corazón dolorido o partido (como dice cierta canción), se les caían lágrimas al dar el adios, dispuestos al sacrificio, como el último adios triste y melancólico que se pronuncia cuando se va a entrar en un convento y abandonar el mundo y renunciar a sus pompas y vanidades.
¡Válgame Dios, cuánta desgracia!
Con luz incierta se despide el día, apagándose los resplandores del sol, pronto el manto azul de la noche se cubrirá de rica pedrería mandando por doquier sus tenues fulgores. Satúrase el ambiente de agradables olores de ambrosía que las flores derrochan sin descanso, los mansos arroyos pasan formando caprichosas ondas en su corriente y en las pequeñas tablas remansos de cristal, coquetonamente se refleja el nacarado globo de la Luna. Después dichosa y feliz, hora tras hora huye veloz y presurosa al igual que pasan los dichos y los hechos por el mundo.
¿Cómo sabéis lo que es música?
Si nunca escuchasteis el canto de un ruiseñor.
¿Cómo sabéis lo que es belleza?
Si nunca vinisteis a Orellana la Vieja.
Pues venid a conocerla.
Desde nuestro bello pueblo Orellanense. Víctor Sanz
Bueno Víctor, no nos visitó la diosa Fortuna, otros fueron los elegidos, pero nos queda la Salud. La Salud y la imaginación para recrear otros días que ya pasaron y que tus crónicas alientan a mantener vivos. Las últimas fotos de Montero me han hecho recordar aquellos días de primavera, cuando de camino a la escuela de la fabrica, marchando por detrás del Santo, los campos de garbanzos ondulaban verdes y nos hacían caer en la tentación de coger algunas vainas cuyo sabor salado constituían un misterio inexplicable.
Saludos.
Saludos.
Victor, hago mias tus palabras, esto tu lo has dicho muchas veces. A lo mejor es por esto que nunca juego a la loteria, cupones, primitiva...
NO HAY MAYOR LOTERIA QUE EL TRABAJO Y LA ECONOMIA
NO HAY MAYOR LOTERIA QUE EL TRABAJO Y LA ECONOMIA