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ORELLANA LA VIEJA: Gracias amigo Alfonso por estas anécdotas que nos provocan...

Prima Juani, me pregunto que está haciendo esa niña tan resalada entre Juli y Juani.
Te voy a contar una anécdota de las que te gustan a ti.
Yo, como mucho de los de mi edad fui a la escuela de la Rosita, con mi silla correspondiente que llevaba desde mi casa, dábamos una perra gorda (10 céntimos) por la mañana y una perrra chica por la tarde (5 céntimos). A esta escuela singular iba también, entre otros, un personaje, inquieto y tosco por aquel entonces, se llama Nino, hijo de la Isabel Pérez, su padre creo que era un catalino y vivían en la esquina de la calle Hospital.
Un día la Rosita, de la que guardo un recuerdo entrañable, con su caña en la mano, para poner firme a "los malos", por causa de una gran algarabía que había en nuestra "escuela" empezó a decir, gritando:
- Ayyyyyyyyyy, Me váis a quitar del medio!
Nino con la cabeza pelada al cero, su acento brutote y una gran dosis de ingenuidad, le dijo:
- Poh señá maehtra, póngase uhté a un lao.

Esta anécdota es verídica. Un beso grande prima.
Demetrio

Hola primo, gracias por el piropo.
Sí, yo conozco esa anecdota también, pues el subsudicho Nino, creo que vive o vivía por Los Guadaperales, no hace mucho que lo vi y sigue siendo el mismo bicho. Un besote gordote.

El Nino del que habláis es, efectivamente el hijo de Isabelita Pérez y de Manolo el Catalino y vive en Los Guadalperales. Era una buena “ficha” y tuvo muchísimas anécdotas de lo más gracioso. Os voy a contar otra. Fue estando en la Mili, en el Grupo de Artillería de Mérida. Volvió de un rebaje de fin de semana y con las prisas se dejó la gorra en casa. Sabía que si pasaba retreta sin la gorra le metían un paquete, así que entró en el cuartel pensando cómo hacerse de una y al ver que por un pasillo poco iluminado iban unos soldados, pensó que ésa era su oportunidad: echó a correr y al llegar por la espalda a la altura del primero se la quito de un manotazo, que dio con el soldado en el suelo y con la gorra en la mano sin mirar para atrás siguió corriendo; se la puso y se fue a su compañía a formar. Cuando estaba en formación observó que todos, incluso el sargento de semana le miraban, se reían y burlonamente le saludaban, así que instintivamente se tocó la gorra y noto que en la misma había algo pequeño que abultaba, se la quitó y vio que eran dos estrellas de ocho puntas: El soldado al que le había quitado la gorra y había tirado al suelo era nada menos que teniente coronel. Os podéis figurar lo que ocurrió a continuación.
Saludos a todos los tertulianos/as.
Alfonso

Gracias amigo Alfonso por estas anécdotas que nos provocan una incontrolable risa. No faltan nunca estas pinceladas de humor, tan importantes en la vida, que nos hacen sentirnos como en casa.
Un fuerte abrazo.
Demetrio